domingo, 27 de diciembre de 2009
ITINERARIO DE UN HOMBRE LIBRE: Henry David Thoreau x Lucas Moreno
Buenos Aires, marzo de 1997
Prólogo al libro Del deber de 1a desobediencia civil de Henry D. Thoreau. Ediciones del valle-DISSUR Ediciones.
La vida de Henry David Thoreau transcurre entre el 12 de julio de 1817 y el 6 de mayo de 1862. Su ciclo vital coincide en los Estados Unidos con la marcha hacia el Oeste, los años de la ocupación de tierras vírgenes que posibilitó la fundación de pueblos y la transformación agraria, base del desarrollo económico que llevaría a ese país a la posterior etapa de acumulación capitalista y a su predominio actual.
Nació en Concord, Massachusetts, aldea aledaña de Boston, de la que no salió sino para realizar un breve viaje al Canadá y otras excursiones de exploración por los ríos Concord y Merrimack, origen de uno de sus libros. Concord plasmaría su carácter en el doble aspecto de fijar su sensibilidad en la contemplación de la naturaleza -verdadero éxtasis o inmersión en ella- y de forjar el individualismo que lo singulariza, típico de un habitante de aquella Nueva Inglaterra puritana, donde cada hombre sentíase libre ante un Estado todavía débil. Veremos como Thoreau supo enjuiciar y enfrentar a ese Estado.
Proveniente de una familia humilde, se graduó en letras en Harvard y logró integrarse al núcleo de intelectuales liderado por Emerson, hombres y mujeres que adherían al trascendentalismo, movimiento filosófico creado por el maestro y que alcanzó relieve e influencia tanto en los EE.UU. cuanto en Europa. Concord se convirtió en polo de irradiación cultural y ganó con justicia el nombre de "Atenas de América". Al influjo de ese ámbito vieron la luz, entre 1 850 y 1 855, estas obras maestras : Hombres simbólicos, de Emerson, Moby Dick, de Melville, La letra escarlata, de Hawthorne, Hojas de hierba, de Whitman y Walden, o mi vida entre bosques y lagunas, de Thoreau. El tiempo ha desdibujado la vigencia de algunas de estas obras, pero aún resplandecen la novela de Melville, el poemario de Whitman y Walden, tal vez el libro más difundido del vagabundo de Concord, junto con Desobediencia civil. De los escritores clásicos estadounidenses sigue siendo Thoreau el más leído.
Este pensador, que dio las espaldas a la sociedad de su tiempo, negó los convencionalismos y se recluyó en su soledad para contemplar el mundo con mirada lúcida y pensamiento original. Se ganó la vida fabricando lápices de grafito junto a su padre. Por eso enaltece repetidamente en su obra el valor del trabajo manual como medio de superación, aun en su tarea de escritor caudaloso, infatigable. Su mayor legado se halla en los catorce volúmenes del Diario íntimo, decenas de cuadernos en los que anotó de manera pormenorizado los acontecimientos de su vida. Hoy se hallan en la casa-museo de la Banca Morgan, en una caja de madera construida por el propio Thoreau. Curioso destino para la obra de un filósofo que despreció el lujo y la riqueza el ser atesorada por uno de los monarcas de la plutocracia. Metáfora de quien siendo dueño de todo, no lo es de sí mismo. Y añora la libertad hallada en la obra de un pensador solitario, recolectar de bayas en los bosques cercanos a Walden. Tal vez esa confesión inconsciente nos revela que dentro del capitalismo quien posee la llave es también un prisionero más del sistema, aunque los barrotes de su celda sean de oro.
Thorcau se opuso a todo principio de autoridad -celestial o terrenal-, despreció el maquinismo, los negocios, el lujo, el exceso de comodidades, y postuló claros principios de vida que asumió cotidianamente practicando un ascetismo material. "El hombre es rico en proporción a la cantidad de cosas de las que puede prescindir." Nunca pisó una iglesia. Su religiosidad proviene de una permanente comunión con la naturaleza mediante la contemplación; el estado armónico del ser consigo mismo y con el todo del cual se sabe parte. Era un panteísta que había asimilado considerable suma de filosofía oriental. Al egresar de Harvard poseía un equipo intelectual admirable. Dominaba el griego y el latín y traducía obras clásicas. Sabía francés, italiano y alemán y llegó a conocer algo de español. Y lo que es más importante, pensaba por sí mismo.
La primera anotación que registra su Diario expresa apetencia de soledad y de silencio para dedicarse a la meditación. Dice: "Busco una buhardilla". Ansiaba huir de su casa que era un verdadero gineceo, saturada de voces, de chismes y visitas. Resolvió su problema saliendo del pueblo y construyendo una cabaña en la cercanía de Walden, la-una perteneciente a un sistema de pozas encadenadas, a una milla de distancia de Concord. Era la primavera de 1845. Con sus manos cortó árboles y construyó la cabaña que -como la describió su amigo y primer biógrafo, Ellery Channing- constaba de una habitación única en la que el filósofo cocinaba y comía, dormía y estudiaba. "Tenía cabida para una sola persona... Era una garita situada a orillas de la laguna ... la puerta carecía de cerradura y la ventana de cortina. Pertenecía a la naturaleza no en menor grado que al hombre..." Plantó habas y comió al cosecharlas. Vivir de su trabajo manual le dio un orden espiritual insospechado. Dilató su horizonte mental como si el juego simétrico de su cerebro y de sus manos creara la dimensión de un hombre nuevo. Esta experiencia vertida en Walden tuvo repercusión no sólo en la juventud norteamericana. Años después de la muerte de Thoreau el libro era leído y difundido por los socialistas ingleses. Al dar la base de una liberación económica mínima apuntaba a demostrar que el individuo podía subsistir sin atarse a las presiones de la sociedad y del Estado. Como vemos, dista de ser la experiencia de un ermitaño excéntrico.
En el atardecer del 22 de julio de 1846 Thoreau cruzaba el pueblo en busca de unas botas que había dejado para remendar. Fue detenido y encarcelado por no haber pagado un impuesto. Se negó a pagarlo cuestionando la potestad del Estado para obligar a un ciudadano a prestar acatamiento a una decisión que no se le había consultado. Pasó la noche en la cárcel y al día siguiente su hermana pagó un dólar, que era el valor del tributo. Puesto en libertad se negó a salir de la cárcel y tuvo que ser desalojado por la fuerza. En defensa de la libertad individual escribió: "Durante seis años dejé de pagar mis impuestos como votante. Por este hecho pasé, una noche en la cárcel , mientras miraba las paredes de piedra sólida, la puerta de madera y de hierro y las ventanas cruzadas por barras de acero, no pude dejar de impresionarme por la estupidez de esa institución que me trataba como si fuera un paquete de carne, sangre, y huesos que debía ser encerrado bajo llaves. Había una pared mucho más difícil de saltar para los ciudadanos, antes que pudieran ser tan libres como yo"
Este hecho culminó en Desobediencia civil, publicado en 1849. Su intento de resistir el poder del Estado germinó en diferentes latitudes y hombres. Sirvió de fundamento teórico para la resistencia pasiva ejercida por Gandhl y -más cerca de nosotros en el tiempo- a la acción de Martin Luther King. León Tolstoi lo leyó hasta en sus últimos días y declaró haber sido influido por él en la decisión de su renuncia a sus bienes. Los movimientos ecologistas de la actualidad alzan a Thoreau como bandera. Los anarquistas lo citan y reconocen la grandeza y originalidad de su prédica. Lo cierto es que Henry David Thoreau excede largamente todo movimiento ideológico y todas las limitaciones partidarias. Que no fue un sabio distraído lo prueba haberse jugado por John Brown, cuando éste estaba preso antes de ser ejecutado. Llamó a las gentes de *Concord a oír su alegato en favor del viejo luchador. Thoreau siempre fue abolicionista pero esta vez la defensa de Brown -aunque inútil- le valió el odio de los hombres del Sur y la indiferencia de los del Norte. Ningún diario de Boston se atrevió a publicar el alegato.
La vida de Thoreau se apagó, abatida por la tisis, poco antes de cumplir cuarenta y cinco años. Quien dejó escrito "Mis pensamientos asesinan al Estado" y "Deseo por igual ser un b uen vecino y un mal ciudadano", se fue con el respeto de su pueblo pero sin el reconocimiento que merecía su genio. Duele pensar que haya sido así. Hoy, junto a su nombre sólo pueden inscribirse los de Whitman y Poe.
¿Cuál es la vigencia del pensamiento de Thoreau en los albores del siglo veintiuno, que son los del tercer milenio? Ya sabemos que ningún Robinson puede ensayar el cambio de esta sociedad, ni siquiera su reforma. No hay salvación individual sino social. El hombre nuevo deberá librar batalla contra los dioses celestiales y contra los semidioses que gobiernan el sistema capitalista, perverso y antihumano, fundado en la propiedad privada que sustenta la sociedad de clases. Se batirá contra el Leviatán ("gerencia de la clase poseyente"), insaciable de sangre y sudor amonedados. ¿Qué diría hoy Thoreau de la propaganda que anuncia la muerte de las ideologías para encubrir y dejar intacto el aparato de la explotación? ¿Cuál sería su reacción ante los judas del socialismo que decretaron la cesación de la lucha de clases? Esbozaría una sonrisa y convocaría a la lucha, en afirmativo acto de fe en el destino del hombre. Porque su vida fue un denodado ascenso hacia la libertad sigue hablándole al futuro : "La luz que enceguece nuestros ojos es oscuridad para nosotros. Sólo alborea el día para el cual estamos preparados. Hay aún muchos días para amanecer. El sol no es sitio una estrella en la mañana"
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