jueves, 27 de enero de 2011

Primera Conferencia de las Organizaciones Anarquistas de Ukrania [sic] "Nabat" DECLARACIÓN Y RESOLUCIONES

documento para la historia del anarquismo en la Revolución Rusa
Editorial La Protesta
Buenos Aires, 1922 [Paginación de la edición argentina]

[Nota técnica : en el texto “Ukrania” se ha corregido como “Ucrania” y “bolcheviqui” por “bolchevique”, “conferencia” por Conferencia, asicomo “fué, dió, etc.”]

[Las pocas partes no traducidas del ruso están entre [], una corrección igualmente]


Introducción

Dos hechos descollantes hay en la revolución rusa que los anarquistas tenemos el deber de esclarecer y de reivindicar contra la difamación y las calumnias sistemáticas del gobierno ruso: el movimiento anarquista de Ucrania y la insurrección de Kronstadt. Esos dos hechos constituyen la más formidable de las requisitorias contra el bolcheviquismo y la táctica autoritaria de la revolución. Con la publicación de este folleto, traducido expresamente para LA PROTESTA, del ruso, nos proponemos señalar a los trabajadores el espíritu que orientaba al calumniado movimiento de los anarquista de Ucrania.

¡Estos son los "bandoleros" a quienes llenaron de lodo los gobernantes rusos! ¡Estos son los "contrarrevolucionarios" a quienes infamaron. canallescamente los sacerdotes moscovitas del marxismo ortodoxo! Son los mismos que engrosaron las filas heróicas del makhnovismo! Son los que al grito de " !Viva la anarquía!" vencieron a los Denikin y a los Petlura y a los Wrangel y reivindicaban la libertad de los soviets contra el avasallamiento centralista del gobierno de Moscú. Son los más fieles intérpretes de la naturaleza anárquica de la gran revolución rusa. / - p. 3 -

A los compañeros El movimiento revolucionario en Ucrania, paralizado momentáneamente por la invasión alemana en la primavera de este año, no pudo ser aniquilado por completo. La población no se dio clara cuenta de las consecuencias de la conquista del país por los austro-alemanes, y no demostró por consiguiente, una resistencia suficientemente vigorosa a su intromisión ; la población de Ucrania inició los preparativos de la sublevación, tan pronto como comprendió la naturaleza del cambio producido. Bajo el silbido de las disciplinas puestas en manos de la burguesía ucraniana por el militarismo alemán, que martirizaban el cuerpo ensangrentado del campesino insumiso, nació, creció y fortificóse el pensamiento de la necesidad de un nuevo cambio, de una nueva etapa de la revolución. Las tentativas de la reiniciación y prosecución de la revolución en Ucrania se hacen ya por la población en los momentos actuales.

El éxito de la revolución en Ucrania depende, indudablemente, del éxito de la revolución internacional, cuyo incendio invade cada vez nuevos paises. Pero a su vez puede la revolución en Ucrania influir, en gran parte, en el carácter de la revolución internacional. Mientras la revolución en los diversos países lleva todavía el carácter político-partidista, conduciendo, de esta manera, al fortalecimiento momentáneo del bolcheviquismo en la escala mundial - de cuya impotencia creadora no está aún convencido el proletariado mundial - Ucrania ya pasó el régimen bolchevique, lo ha experimentado en sí misma y más o menos ha sentido su incapacidad para reconstruir y cimentar la sociedad en los principios de la libertad integral y la igualdad económica. Y este he / - p. 5 - cho nos hace pensar que la revolución próxima en Ucrania podrá desde un principio dirigirse por el camino de la creación de las masas sin partido; convirtiéndose en revolución social, que deberá crear inevitablemente el régimen anarquista comunista. La potencia, vitalidad, fecundidad e invencibilidad de la revolución, que se dirija por este camino, será un ejemplo, digno de ser imitado, para los demás países, influyendo con ello mismo en el carácter de la revolución internacional, impulsándola por el camino de la revolución anárquica.

Estas conclusiones, obligaron a los compañeros que trabajan en Ucrania, a pensar en el modo más serio de encaminar su actividad, en el momento presente, para que ella no resulte estéril, como sucedió hasta ahora casi en todas partes. Es evidente que si no queremos que la revolución fracase, es necesario determinar, con toda precisión, el papel que tienen que llenar los anarquistas en el proceso revolucionario. Se hizo de necesidad imprescindible determinar clara e inequívocamente el objeto que persigue el movimiento anarquista y hallar los medios apropiados para la consecución del objeto perseguido, encontrar aquellos medios del trabajo práctico, que nos den la posibilidad de transportar nuestra actividad de la región critíco-destructiva a la región creadora y constructiva. Se hizo indiscutiblemen te necesario llenar tres exigencias, puestas al movimiento anarquista por la misma vida:

1) delimitarse bien distintamente de aquellos elementos, que bajo la bandera dei anarquismo pescan en río revuelto, los cuales, de una o de otra manera, se anexaron al movimiento anarquista, persiguiendo los fines más distintos y que nada tienen que ver con el objeto que nuestro movimiento persigue;

2) el minucioso conocimiento del anarquismo, como de una doctrina que se presenta como resultado de la investigación, generalización, profundización y sistematización, que aparecen en todos los tiempos de la historia de las aspiraciones instintivas e indefinidas de los desposeídos a la reconstrucción de la sociedad en los principios de la, justicia, - para aquellos compañeros que quieren, real y sinceramente, trabajar en la obra dei desarrollo del movimiento anarquista, pero que no tienen una clara concepción sobre el anar / - p . 6 - quismo, cómo de una forma determinada de organización de la vida social;

3) organizar todas las fuerzas vivas del anarquismo, unir a los partidarios de distintas corrientes anarquistas, juntar para el trabajo común a todos los anarquistas, los cuales quieren tomar seriamente parte activa en la revolución social y anarquista a desencadenarse, revolución que se concibe como un proceso de creación, más o menos prolongado, de nuevas formas de la vida social por las masas organizadas.

El grupo iniciador de anarquistas de Ucrania, Nabat, viendo la efectividad de aspiraciones análogas en organizaciones de anarquistas, que actúan en distintas partes de Ucrania, tomó la iniciativa de llamar a la primera confederación de organizaciones anarquistas de Ucrania Después de una serie de trabajos preparatorios, minuciosa elaboración de la orden del día y gira por Ucrania de los miembros del grupo iniciador, dando a conocer el congreso a realizarse y los problemas a resolver, realizóse la Conferencia, empezando sus deliberaciones el 12 y terminando el 16 de noviembre.

A la Conferencia asistieron los delegados de las siguientes organizaciones anarquistas:

Del grupo de los anarquistas de Alejandrovsk. 1, de tendencia: A. C. (= Anarquista Comunista, nota del traductor NDT). Del grupo de los anarquistas de Sernoff, 1, de tendencia: A. C. De la Federación de Elisabetgrad. 1, de tendencia: A. S. (Anarquista Sindicalista NDT) Del grupo iniciador redacción del Nabat, 4, de tendencia: 3 A. S. C. y 1 A. C. Del grupo de Kamenez-Padolsk, 1, de tendencia A. C. Del grupo del departamento Kam. Padolsk, 1, de tendencia: A. C. De la Asociación de Kieff, 7, de tendencia : A. -C. Del grupo-de Konotop, 2, de tendencia: A. C. Del grupo volante para la organización del terror y sublevación en Ucrania, 1, de tendencia : A. C. Del grupo de Nicolaieff, 1, de tendencia : A. S. C. Del grupo de Khakoff, 1, de tendencia: A. S. C. y cinco compañeros transeuntes, de los cuales uno era A. S. y-los cuatro restantes: A. C.

El delegado de la federación de Odesa (A. C.) vino por razones particulares,` después de la Conferencia, y se adhirió a todas las resoluciones tomadas. Los delegados que se esperaban de Ekaterinoslav; Kre / - p. 7 - menchug y Chernigoff no llegaron a la Conferencia.

De acuerdo con los problemas a resolver, elaboró el grupo iniciador una orden del día la cual, después de algunos agregados, quedó aceptada por la Conferencia, como sigue: [Informe de actividad] II Apreciación de la situación creada: a) De la situación internacional; b) De la situación rusa en general; c) De la situación de Ucrania.

III Movimiento de sublevación: a) Participación en los comités de guerra -revoluciovarios; b) Participación en los batallones de sublevados; c) Terror politico y económico (de fábrica y rural) ; d) Organización de la Cruz Negra.

IV Movimiento anarquista: a) Condiciones del trabajo anarquista en conjunto. Fines y medios del movimiento anarquista. Régimen transitorio. Soviets y autoridad de los mismos. Comités de fábricas y usinas. Uniones profesionales e industriales. Cooperativas. Comunas de Campesinos. b) Organización: grupos, federaciones, confederaciones; c) Agitación y propaganda: trabajo cultural-educativo. Periódico. Edición. d) Medios: cuotas de miembros, subsidios, expropiaciones. e) Organización del movimiento anarquista de toda Rusia.

V Lucha contra el mal empleo del nombre "anarquismo". a) Posesionamiento. Expropiaciones.

VI Varios.

[Listas de las resoluciones definitivamente adoptadas]

Declaración sobre las condiciones de trabajo en común de los anarquistas

Resolución adoptada por la primera Conferencia de organizaciones anarquistas de Ucrania, convocada a iniciativa del grupo anarquista de Ucrania Nabat y que tuvo lugar del 12 al 16 de noviembre de 1918

I -Informe de actividad

II -Análisis de la situación creada : internacional, rusa y ucraniana

III -El movimiento insurreccional

IV -El movimiento anarquista (ver la “ Declaración sobre ...anarquistas ”)

V -Nuestras relaciones con las organizaciones económica y políticas existentes

VI -Organización interna de los anarquistas [1) Objetivo de la organización ; 2) Constitución de la organización ; 3) Forma de la organización ; 4) Disciplina ; 5) Grupos de combate ; 6) Nombre de la organización.]

VII -La agitación y la propaganda

VIII -Los medions

IX - Organización del movimiento anarquista ruso

X -Lucha contra el abusivo del nombre anarquista

[Aparentemente el punto “ Varios ” no fue tratado]

Todos los asuntos indicados fueron considerados de la manera más acabada. Todas las resoluciones tomadas lo fueron por unanimidad. Fue creada en la Conferencia la Confederación de las Organizaciones Anarquistas / - p. 8 - de Ucrania, Nabat, eligiéndose el secretariado de la Confederación, compuesto por seis compañeros.

El punto preponderante de la orden del día y que más preocupó a la Conferencia, fue el problema sobre la obra de los anarquistas en conjunto. Todos los delegados presentes comprendían la necesidad de la unión. Pero nadie de ellos quería llegar a la unificación por el camino del silenciamiento de los problemas fundamentales o mediante compromisos en el terreno de los principios. Todos reconocían que la unión obtenida a este precio sería sumamente inestable, que resultaría pompa de jabón, castillo de naipes, que se derrumbaría al menor soplo de la realidad. De ahí que la Conferencia no tratase de suavizar las divergencias, de no ahogarlas, por el contrario, las descubría, las discutía minuciosamente, deshaciéndolas hasta los menores detalles. Y solamente después de que en las cuesciónes teóricas abstractas generales fue introducido un contenido vivo y real, quedó en claro que las divergencias que hasta ahora separaban a los anarquistas no existan más que en su imaginación, pero en manera alguna en la realidad. Los problemas irresolubles resultaron ser molinos de viento, para abatir a los cuales gastaron los anarquistas exceso de fuerza, de energía y de tiempo. La Conferencia reconocíó la posibilidad y necesidad de la unión y adoptó por unanimidad la declaración que esboza el tipo del anarquismo único.

La unificación de los anarquistas que trabajan en Ucrania, realizóse con suma facilidad, porque el trabajo vivo en el país reclamaba imperiosamente esta unión. Sabemos de antemano que parte de los compañeros consideran el hecho realizado de la unificación muy negativamente. Pero esto no nos confunde en lo más mínimo, porque sabemos también que estos compañeros están apartados de la realidad. Lejos del contacto con la vida, se queman ellos en su propio fuego, enredándose inútilmente en construcciones filosóficas caducas. Apreciando más la frase y la fórmula que el contenido y el fondo, y condenados por ende a vagar en el círculo encantado, han muerto sin esperanza para el movimiento anarquista. Pero todas los compañeros, que con seriedad se dedican al problema de la participación / - p. 9 - de los anarquistas en la revolución, pueden únicamente saludar con júbilo la cancelación definitiva del problema del trabajo en conjunto; resolución que encontró su expresión en la declaración de la Conferencia, y que abre de esta manera una nueva era en el movimiento anarquista.

Por lo pronto no se ha conseguido la unión más que para el movimiento anarquista en Ucrania. Pero la Conferencia no se limitó a esto solo. El secretariado de la Confederación quedó encargado de iniciar los trabajos para la unificación del movimiento anarquista en toda Rusia y después en el mundo entero. La creación de un movimiento anarquista internacional único, he ahí el problema vital, para la realización del cual dio el primer paso la primera Conferencia de las organizaciones anarquistas de Ucrania. Y todo compañero serio, sincero y leal, no puede menos que desear que los pasos sucesivos en esta dirección, tengan tanto éxito como el primero, y que los anarquistas unidos de todo el mundo puedan hacer lo que les sea posible, para el triunfo de la revolución social a desencadenarse, la cual, con la creación de un nuevo mundo de justicia, destruirá el viejo mundo de opresión y violencia.

El Secretariado de la Confederación de las organizaciones anarquistas de Ucrania, Nabat. (Aceptado por unanimidad por la primer Conferencia de organizaciones anarquistas de Ucrania en la sesión del 16 de noviembre de 1918).

[Declaración] sobre las condiciones del trabajo en conjunto de los anarquistas [adoptada por unanimidad por la primera Conferencia de organizaciones anarquistas de Ucrania en la sesión del 16 de noviembre de 1918]

El reinado universal de la esclavitud, la ignorancia y el estancamiento, que predominó en las relaciones sociales y en la convivencia de la humanidad, - debido a toda una serie de causas - durante miles de años, empieza a derrumbarse. Tiende radicalmente, al mismo / - p. 10 - tiempo, a convertirse en reinado universal de la libre unión y el trabajo voluntario, de la luz y el movimiento creador en general. La humanidad entra ahora en la época de esta conmovedora y gigantesca destrucción creadora: en la época de la gran Revolución.

Una vez iniciada esta revolución - debido a las condiciones excepcionales en las que se desenvuelve - tiene grandes probabilidades de abarcar, en un porvenir más o menos próximo, todos los países, volviéndose, de esta manera, verdaderamente universal, y por ende, firme y definitivamente victoriosa. La victoria definitiva de la revolución universal - cualesquiera que sean las formas primarias que adoptara esta revolución - en los distintos países -, significará su imprescindible transformación ulterior en revolución social.

El inconmensurablemente importante y sobresaliente fondo del proceso de la revolución universal que de esta manera se perfila consista en que este proceso, a medida que se va realizando, significa el principio de la evolución consecuente de la humanidad: el amplio movimiento de las masas y convivencia humana en dirección a las formas más completas de la sociabilidad, al más amplio y multiforme desarrollo de cada individualidad humana, a la consecución de toda la armonía ideal posible entre la sociedad, como medio - como base material indispensable - y el individuo, como fin, como el tesoro más preciado de la creación y de la realización espiritual de la humanidad.

Aunque la historia de las sociedades humanas era, hasta ahora, (en cierto - bastante relativo - sentido de la palabra y en cierto - bastante débil - grado) movimiento de avance, fue, sin embargo, este proceso de avance en todo momento tan estrecho, ligado, oculto, limitado, deformado y alcanzaba a un número de hombres tan reducido y tan comparativamente insignificante, que - desde el punto de vista del movimiento de las formas de convivencia social de millones de seres humanos, desde el punto de vista general histórico, mundial y humano - aparecía este avance en realidad casi como "marcando el paso", casi inmóvil.

Ahora se abre por fin la posibilidad de evolución íntegra, amplia, abierta y libremente humana; - la evo / - p. 11 - lución de las masas, de las agrupaciones- y de las individualidades.

Por fin emprende la humanidad resueltamente el camino. Por fin empieza a caminar. Por fin se encuentra en el estado de movimiento general, incesante y creador.

No es difícil - con más o menos dosis de verosimilitud, - prever las fases más próximas, las formas y la naturaleza de este gran movimiento. Consecuentemente (ya por el tempestuoso avance desolador, ya por el crecimiento de la conciencia y por la tranquila actividad creadora), venciendo todas las dificultades, obstáculos y errores que se le opongan en su camino (la resistencia de la burguesía y de la contrarrevolución; el estancamiento del conglomerado político-estatal "socialista-comunista", impotente para la creación, introducido por los partidos políticos extremos, tenderán implacablemente las innumerables masas laboriosas a crear ahora ellas mismas "su" asociación libre, real y consiguientemente fecunda, por el camino de la edificación de clases (y no partidaria), económica (y no política) de una unión viva, armoniosa y que abarque a todas las infinitamente multiformes organizaciones de la humanidad trabajadora, productora y consumidora.

Así, a la par que con la consecuente destrucción y anulación de la asociación artificial y autoritaria (imperialista-burguesa y socialista-estatal), convivencia impotente para destruir de hecho el viejo régimen y construir el nuevo, e incapaz de satisfacer las aspiraciones y exigencias de las masas en liberación - el pueblo. una vez conmovido, se verá en la necesidad de crear por su propia cuenta una asociación realmente nueva, auténticamente comunista, basada y ligada económicamente, sin autoridad. La misma vida los conducirá a la necesidad de esta forma de organización. Porque sentirán y comprenderán inevitablemente que, en caso contrarío; su obra está condenada a perecer.

Todo este proceso del derrumbamiento de la forma de convivencla político-autoritaria (la capitalista-burguesa o pseudo-comunista) y su paulatina suplantación creadora por una forma nueva, económica-popular, anti / - p. 12 - autoritaria, auténticamente comunista, - incluso la llegada de la era del tranquilo desarrollo ulterior de la nueva organización social definitivamente formada -es lo que llamamos revolución social. (Toda otra revolución, puede únicamente tener una mezcla más o menos grande de contenido social). Y afirmamos, que la revolución social puede realizarse (si posee suficientes fuerzas objetivas) solamente en estas formas y únicamente por este camino, - o no se realizará, y será, al final de cuentas, aplastada (o sea, terminada en un fracaso y en la resurrección - bajo unas u otras formas del régimen capitalista-burgués). O la revolución social, destruyendo y venciendo las formas revolucionarias pervertidas y desarrollándose incesantemente, hallará, a pesar de todos los obstáculos, su auténtica antes descripta forma, o la revolución social no se realizará.

De esta manera es evidente que la revolución social es un proceso destructivo-constructivo (revolucionarlo-evolucionista) más o menos largo, únicamente realizable mediante la intervención en el mismo del amplio movimiento de grandes masas populares que vencen los obstáculos, destruyen las vallas, subsanan los errores, y que se encaminan - poco a poco - por el camino verdadero de la construcción social y que crean nuevos modos de convivencia entre los hombres.

Es también evidente, que en su parte creadora es el proceso éste la germinación, el desarrollo, fortalecimiento y unificación de una manera real de organizaciones de trabajo y económicas, que tomarán en sus manos - o sea bajo su vigilancia y administración - tanto todos los medios, materiales y herramientas de labor, como también la organización de la nueva producción, el consumo, transporte y cambio de productos.

Es indudable que un problema tan colosal como la creación - sobre lo destruido - de una nueva agricultura, de una nueva industria, de un nuevo intercambio, transporte, comercio, etc., pueden únicamente realizarlo las masas rurales y ciudadanas bien organizadas y estrechamente ligadas entre sí.

Y es, finalmente, claro que el fondo de todo este proceso no puede ser otra cosa más que una aspiración tenaz, profundamente real y consciente y el principio / - p. 13 - de la creación de la convivencia libre, sin autoridad, económicamente igualitaria y libremente organizada.

Si ahora intentáramos hacer un esbozo de la comuna anarquista y de su composición, resultaría que este cuadro estaría en concordancia con todo lo que hemos expuesto hasta aquí. Y quedaría en claro para nosotros, que todo el proceso que veníamos exponiendo y su resultado directo - que venía creciendo a medida del desarrollo del, mismo proceso - no es otra cosa que la construcción inmediata de la comuna anarquista y la comuna anarquista misma.

En realidad, ¿qué es en el fondo la construcción de una ciudad-comuna sino la creación correspondiente de una red potente de organizaciones económico-sociales (de trabajo, de producción y de consumo), las cuales, creciendo, ampliándose e integrándose, buscan de unirse, en los principios de la unión igualitaria y sin autoridad, toda la población de la ciudad, tomando bajo su administración y asegurándole los medios de subsistancia? ¿Qué es la misma ciudad-comuna sino un gran mecanismo administrativo, puesto en movimiento por la libre e incesante actividad creadora de la población, unida sin imposición en innumerables uniones económicas, que posee en común todas las herramientas del trabajo, que produce, consume y exporta al exterior - los materiales sobrantes?

No cuesta más ver que también la aldea - en el mismo proceso de la revolución social - se verá en la necesidad ineludible de abocarse a la construcción (o la libre asociación comunal sin autoridad o sea, de la comuna anarquista, que poseerá la tierra y los útiles de labranza, de acuerdo a los principios comunistas y que organizará su trabajo sobre bases comunistas. El análisis más superficial nos muestra que sin estas condiciones no puede la pobreza campesina ni trabajar como es debido la nueva tierra, ni sacar de ella todo lo necesario, ni encauzar un intercambio regular de productos con la ciudad-comuna. En este proceso de comunización de la aldea será rápidamente absorbida la parte más rica de los campesinos, ya sea quitándoles la tierra y las herramientas comunales, como también por su adhesión voluntaria; convirtiéndose, de esta manera, también la / - p. 14 - aldea, directamente y en corto espacio de tiempo (durante el proceso de la revolución social) en aldea-comuna.

La necesidad efectiva de un ligamiento estrecho y de un intercambio mutuo de mercaderías no tardará en crear uniones sólidas de aldeas-comunas con las ciudades-comunas, o sea, nada menos que la libre federación de las comunas de ciudades y aldeas.

Resumiendo: el mismo proceso de la revolución social - destructivo, por cuanto destruye las viejas y mentirosas formas de organización -, aparece, en su parte creadora, desde un principio, anarcocomunista por su contenido, no pudiendo ser de otra manera. La revolución social es ya de por sí el proceso de construcción de la comuna anarquista. Su principio es el principio de esta construcción, el principio de la formación de la comuna anarquista.

La conclusión que sacamos es clara: no cabe discusión alguna sobre "periodo transitorio" alguno entre el "capitalismo destruido" y el "régimen anarquista". En realidad no hay tal periodo transitorio. No bien empezamos a representarnos la construcción de la comuna anarquista, cuando ante nosotros se levanta el lado creador de la misma revolución social, no habiendo donde meter esta pretendida época intermedia entre el final de la revolución social y el principio del régimen anarquista. El paso desde el momento del derrumbamiento del régimen capitalista burgués al comunismo anárquico no es el "estado transitorio", sino el principio inmediato de la construcción de la misma comuna anarquista El dominio temporal del partido político no puede en manera alguna considerarse "estado transitorio" y entra correlativamente en el trabajo de los anarquistas. Esto no es aún la revolución social. En realidad es continuación y remate de la revolución política, la cual, o hará sucumbir toda la revolución, o será desechada y suplantada por la revolución social. La tempestad aun no amaina. Tranquilidad no hay, no pudiéndose hablar de ningún periodo transitorio. Si el bolchevismo sale vencedor en la lucha, se iniciará pronto la revolución social (o sea, la anarquista comunista), la impotencia creadora del bolcheviquismo (del parti / - p. 15 - do) hará que las masas lo abandonen. La actividad propia creadora de las masas que prosiguen la revolución integral las sacará del camino amplio de la construcción anarquista comunista. [Por supuesto aquí aparece un error. El texto ruso es "La actividad creadora continua de las masas sin dañar a la revolución, las conducirá por la amplia vía de edificación del anarcocomunismo. "]

La revolución social puede no realizarse. Pero en la revolución social (dado el caso que se produzca) no hay lugar para el "período transitorio".

La adaptación de este axioma es la primera condición indispensable para que las corrientes anarquistas antagónicas puedan, al fin, darse la mano y laborar en conjunto.

Pues, siendo anarcocomunista por su contenido, deberá ser, como hemos visto, la revolución social, por el principio de organización que germina dentro de ella, eminentemente "sindicalista" (partiendo del principio de la organización de las masas) por su método de organización. Únicamente la masa organizada, mediante la creación, afianzamiento y conjunción de sus organizaciones de clase, es capaz de resolver el gran problema creador de la revolución social, la construcción de la comuna anarquista.

Precisamente como método de organización es como hay que interpretar la palabra sindicalismo, del anarcosindicalismo ruso, y reconocer que sin la acción conjunta de las organizaciones de las masas (las cuales, durante la revolución social, se convertirán inevitablemente en revolucionarias), es imposible resolver el problema de la revolución social, es imposible socializar, organizar y asegurar el nuevo aparato económico.

El reconocimiento de esta particularidad es la segunda condición de la posibilidad del trabajo de los anarquistas en conjunto.

[Observemos de paso, que todo lo expuesto antes permite afirmar con fuerza otras dos posturas, reconocidas hace tiempo por todos los pensadores anarquistas :

1) La revolución social y la construcción de la comuna anarquista son un trabajo organizacional y creador, y en una gran medida constructivo, y no un proceso espontáneo insurreccional.

2) La revolución social no podrá ser llevada a cabo sino por las masas trabajadoras y no por anarquistas (o partidos). El reconocimiento de estas posturas permitirá también un acercamiento de todos los anarquistas.

Por fin, es indispensable prestar una gran atención a la siguiente condición, el “yo ” individual nunca podrá florecer en el marco de un proceso únicamente material.

La revolución social en sí, como proceso liberador de la vida social de todo lo que obstaculiza su camino y como transformación en unión de comunas libertarias, dará un estímulo poderoso al espíritu de liberación y desarrollo de cada personalidad. La individualidad libre, viviente y creadora, aparecerá y empezará distintamente a plantear sus peticiones, sus intereses y sus aspiraciones. Cada individuo se convencerá enseguida del objetivo prioritario que seguir : la participación activa en la edificación de la nueva sociedad, para orientarla hacia las posibilidades individuales más grandes, para incorporarle la libertad bajo todos sus aspectos; para conseguir de la sociedad que respete cada vez más el tesoro que representa el desarrollo amplio, libre y creador de cada individuo. Y conforme satisfagan las condiciones materiales a todos los miembros de la sociedad, habrá por otra parte la respuesta a todas las necesidades individuales, y por otra (para todos de modo igual) la liberación individual será cada vez más exigida, como meta. Su libre desarrollo es, en efecto, el sentido real de cualquier proceso de la organización social (y su misma existencia).

Sobre la base de todo lo expuesto anteriormente, llegamos a la conclusion de que para el anarquista no hay razón alguna de descartar, en teoría o provisionalmente, el individualismo del comunismo, o el comunismo del sindicalismo. Estimamos que es hora, en definitiva, para todos los verdaderos anarquistas de aceptar y reconocer esta orientación, verdad completamente acabada.

Estos tres elementos (el sindicalismo, el comunismo, y el individualismo) son tres aspectos de un único y mismo proceso la construcción, por el método de la organización de clase de los trabajadores (el sindicalismo), de la sociedad anarcocomunista que no es más que la base material necesaria a la plenitud completa del individuo libre. Estos tres elementos coinciden cronológicamente, y se manifiestan con fuerza desde el inicio de la revolución social.

A esta triple orientación, cualquier anarquista debe estar siempre él mismo preparado en todas las fases, y preparar a los demás.

Por eso afirmamos que el tipo de anarquista, real, completo y fuerte, no debe ser ni particularmente “sindicalista”, ni precisamente “comunista” o específicamente “individualista”. Tiene que ser los tres a la vez. Tiene que ser simple y solamente anarquista. Debe jugar con todos los rayos que representa el sol de la anarquía. Debe crear y actuar con estos tres elementos del anarquismo completo. Debe ser anarco-comunista, aceptando el anarcocomunismo como inmediato, sin ninguna “etapa transitoria”, como base mate-rial organizacional de la nueva sociedad que se construye con el proceso de la revolución social. Y debe ser anarcosindicalista, en el sentido de la aceptación de la organización sin partidos de las masas, porque es la palanca de la edificación de la revolución social. Y debe ser anarcoindividualista, reconociendo que sólo el interés del desarrollo espiritual completo de la individualidad libre justifica este proceso material.

Pensamos que así, hasta los representantes de ciertas categorías del anarcoindividualismo (sino todas) hallaron su lugar en los rangos de los trabajadores anarquistas.

La revolución social puede suceder o no. Pero si ocurre efectivamente, no plantea ninguna duda para nosotros que será anarcocomunista por su forma organizacional, sindicalista por el método, e individualista en sus aspiraciones espirituales. Por ello los anarquistas - que son los apóstoles y los iniciadores de la revolución- se esfuerzan desde hace mucho, en lugar de un inútil distanciamiento recíproco sobre profundas razones, en encontrar un lenguaje común, darse la mano y unirse por un trabajo colectivo a partir de una plateforma de anarquismo único y completo. (adoptado por unanimidad)

[Resoluciones adoptadas en la primera Conferencia de organizaciones anarquistas de Ucrania, a iniciativa del grupo de anarquistas ucranianos Nabat, que tuvo lugar los 12 - 16 de noviembre de 1918

I informe de las delegaciones

Tras escuchar los informes de los delegados de grupos locales, la primera Conferencia de Organizaciones Anarquistas de Ucrania constata :

1) Que grandes masas de la población de Ucrania, bastante decepcionadas durante el momento del régimen estatal y político del partido bolchevique, sienten simpatía y muestran un gran interés por la propaganda anarquista y existe una aceptación extraordinaria de la militancia anarquista;

2) Que el Grupo de Iniciativas de Anarquistas de Ucrania Nabat, poco tiempo después de su formación, echó las bases de un trabajo organizacional para los anarquistas en Ucrania, y que las tareas inmediatas consisten en continuar ampliando y ahondando este trabajo, al participar activamente en el movimiento insurgente en Ucrania contra los enemigos de la revolución;

3) Que ante ciertos aspectos negativos inherentes al movimiento anarquista que se abordan más lejos en las resoluciones sobre la organización, sobre el empleo abusivo de la palabra anarquismo, y sobre las expropiaciones, los mayores obstáculos a la realización de las tareas indispensables indicadas son en la actualidad: la ausencia entre los trabajadores de una concepción clara de las orientaciones anarquistas positivas y creadoras, asicomo la de medios materiales impresicindibles para amplias aplicaciones a largo plazo, y por fin la presencia de conceptos erróneos entre los trabajadores.]

Constatando este déficit considerable en el movimiento anarquista en Ucrania en el momento actual, considera la Conferencia absolutamente indispensable dirigir los más enérgicos esfuerzos para hacer desaparecer paulatinamente los obstáculos indicados y expresar la esperanza en la actividad fecunda en esta dirección del grupo iniciador y las demás organizaciones anarquistas de Ucrania. (Aceptada por unanimidad). / - p. 16 -

II. Apreciación de la situación creada: internacional, rusa en general y ucraniana

Constatando que la mayoría aplastadora de los anarquistas se puso, desde el principio de la guerra mundial, en el punto de vista de la revolución internacional y conceptuaba la guerra como prólogo a la inevitable revolución mundial y posiblemente social; constatando, más adelante, que la extensión de la revolución más allá de Rusia aparece ahora, con el principio de la revolución en Alemania y en otras partes, como un hecho realizado, la Conferencia aprecia la situación creada de la siguiente manera: -1-

a) Una vez pasados los límites de Rusia y empezando a desenvolverse en el plano internacional, tiene la revolución grandes probabilidades de abarcar, en un futuro más o menos próximo, todos los paises, volviéndose, de esta manera, universal, o sea, firme y definitivamente victoriosa.

b) La probable victoria definitiva de la revolución universal - cualesquiera que sean las formas primarias que adopte en los diversos países - asegurará su inevitable transformación ulterior en Revolución social internacional.

c) Una vez iniciada en el plano internacional, tendrá la revolución social grandes probabilidades - no deteniéndose en el funesto callejón sin salida del impotente para la creación, policiaco-estatal socialista-comunista, en implantación por el partido político extremo (bolchevique) - de volver del falso camino del partido polííico y salirse del atolladero al amplio camino creador de la revolución verdaderamente social, impartidista y antiautoritaria, económica y de clase, o sea, revolución anarquistacomunista. [- 2 -]

Colocándose en este punto de vista, considera la Conferencía que el camino recorrido hasta ahora por la revolución rusa, es la primera etapa, el primer salto de la gran revolución, que tiene grandes probabilidades de convertirse en universal, social, y, al final de cuentas, en anarquista.

La Conferencia, cree, que transitoriamente rematada / - p. 17 - por la victoria del partido político-autoritario estatal, quedó la revolución rusa por un tiempo encerrada en un callejón sin salida; quedó parada en un punto muerto. La primera etapa de la gran revolución ha, de esta manera, pasado. Experimentándose esta parálisis temporal, han tenido las masas trabajadoras de Rusia que sentir inevitablemente (y ya lo sienten y reconocen) toda la impotencia para la creación y organización de la revolución autoritaria, politico-partidista y estatal. Y si este debilitamiento de la revolución no la hace, a pesar de todo, volver atrás, es solamente porque están presentes grandes fuerzas objetivo-materiales, que la sostienen temporariamente en este punto muerto y aseguran su ulterior movimiento de avance.

Las revoluciones que actualmente se llevan a cabo en Alemania y otros países centrales (Austria-Hungría, Bulgaria, etc) las considera la Conferencia como la segunda etapa, el segundo salto de la revolución, que tiende a convertirse en universal, social y anarquista.

La Conferencia cree, que aunque esta segunda etapa dará un poderoso impulso al desarrollo ulterior de la revolución internacional, no la sacará sin embargo del atolladero de la revolución politico-estatal, partidista y autoritaria. Antes al contrario: la victoria de la revolución en los países centrales fortalecerá y afianzará momentáneamente el triunfo del partido político extremo (bolchevique).

Recién cuando en la arena de la revolución salgan Francia, Inglaterra, Italia y España, - o sea países con un aparato de partido débilmente desarrollado y en cambio con un fuertemente desenvuelto movimiento impartidista, obrero, de clases y anarquista - iniciaráse la tercera y última etapa fundamental, el tercer salto de la revolución. Únicamente este salto podrá dar a la revolución internacional el vivificante empuje final en dirección a la revolución verdaderamente social y anarquista. Solamente este salto indicará a Rusia, Alemania y otros países, la salida del atolladero creado por la revolución del partido político.

La Conferencia cree que la revolución en Francia, Inglaterra, Italía, España (y después en América y así sucesivamente) se presenta, a pesar de todos los obs / - p. 18 - táculos que pueda oponérsele, inevitable, no siendo más que cuestión de más o menos tiempo.

En lo que se refiere a Ucrania, cree la Conferencia que aquí, en fuerza de condiciones absolutamente excepcionales, es el terreno para la revolución social anarquista extraordinariamente favorable ahora mismo. En Ucrania se presenta la nueva, segunda revolución, después de la enseñanza y experimento de la primera, después de hacer la prueba del régimen del partido político bolchevique. En fuerza a estas condiciones - ya estalle la revolución ucraniana ahora mismo o se desenvuelva después de la lucha con el imperialismo aliado - tendrá esta revolución grandes probabilidades de convertirse rápidamente en verdaderamente social y anarquista e influir, por su parte, de un modo decisivo, en el desarrollo ulterior de la revolución, tanto en Rusia como en el resto del mundo.

Y finalmente, tocante al temor que abrigan algunos compañeros respecto de América, Japón y China, cree la Conferencia : aún en el caso, harto improbable, de la no adhesión inmediata de estas partes del mundo a la revolución internacional y tentativas de ataque á la última, apenas podrán oponerse al proceso de la revolución universal, siendo lo más probable, que tarde o temprano se verán, a su vez absorbidos por el proceso revolucionario.

[- 3 -]

Atendiendo lo antedicho, e incluyendo toda una serie de deducciones teóricas de carácter general, llega la Conferencia a la conclusión siguiente :

Aunque las probabilidades de la contrarrevolución universal, y especialmente las probabilidades de la perversión político-estatal de la revolución, son bastante grandes, son no obstante, extraordinariamente grandes también las probabilidades de la victoria integral y definitiva de la revolución universal, que posee enormes fuerzas objetivas, y su transformación ulterior en revolución auténticamente social y anarquista.

Razón por la cual invitamos á todos los anarquistas rusos y a sus organizadores a que dirijan el máximum de sus emergías sobre los siguientes problemas prácticos más inmediatos:

a) Reanudación inmediata e intensificación de las / - p. 19 - relaciones con los anarquistas de otros países, especialmente con anarquistas, organizaciones anarquistas y obreros de Alemania, Francia e Inglaterra y la más pronta implantación de la agitación anarquista en el plano internacional:

b) Organización inmediata del trabajó anarquista, único y regular en Rusia en la más amplia escala,

y c) La participación más activa en el movimiento de sublevación y revolución en Ucrania, con el fin de fundir la obra puramente de sublevación con el movimiento revolucionario en general de las amplias masas de la población y encauzar uno y otro en el lecho común de la revolución y organización verdaderamente social, anarquista comunista. (Aceptado por unanimidad).

III. SOBRE EL MOVIMIENTO DE SUBLEVACIÓN

Atendiendo:

a) la necesidad de la lucha más activa contra las fuerzas contrarrevolucionarias de toda especie que se enseñorearon en Ucrania y la utilizan como punto de apoyo;

b) la necesidad de introducir, lo más posible, en esta lucha el espiritu anarquista, encauzando, de esta manera, en dirección anarquista la victoria próxima y la organización de las fuerzas de la revolución, reconoce la Conferencia la necesidad de una participación amplia y activa de los anarquistas en el movimiento de sublevación en Ucrania.

Atendiendo la inutilidad o hasta el significado negativo de los batallones puramente anarquistas, de mostrado por la experiencia, reconoce la Conferencia la inutilidad de los mismos.

Tocante a la participación de los anarquistas en toda clase de batallones de sublevados y organizaciones no anarquistas, la Conferencia reconoce:

1) Indispensabilidad de la participación de los anarquistas en los batallones de sublevados de toda especie y, particularmente, en los batallones de sublevados (obreros, campesinos) impartidarios, organizados por los anarquistas; 2) Es posible la participación de los anarquistas en toda clase de organizacion de sublevados (comités re / - p. 20 - volucionarios de guerra, estados mayores, etc.), en las siguientes indicaciones:

a) Los comités revolucionarios de guerra y otras organizaciones similares pueden ser interpretados por los anarquistas únicamente como órganos técnico-ejecutivos (que aparecen como directores dentro de las actividades de operaciones puramente militares), pero bajo ningún punto de vista como órganos administrativos o díspositivos, que plantean - en cualquier forma que sea - el problema de la autoridad o la toman en sus manos;

b) En las organizaciones (comités revol. de guerra, estados mayores, etc.), que llevan carácter de instituciones de partidos políticos y autoritarios, no pueden tomar parte los anarquistas. En las partes donde existieren deben los anarquistas hacer todo lo posible para crear organizaciones análogas impartidarias;

c) Los anarquistas pueden colaborar en organizaciones que no tienen carácter político-partidario ni autoritario. Pero, en el caso de transformación de las organizaciones en las que ellos tomen parte en organizaciones partidario-políticas, deberán los anarquistas abandonarlas y tratar de crear organizaciones análogas impartidarias por separado;

d) Los anarquistas organizarán comités revolucionarios de guerra allá, donde no hubiere ninguno.

Nota. En casos excepcionales - como por ejemplo, en momentos críticos de la lucha, cuando la revolución es decisiva para su salvación - es permitida la participación provisoria de los anarquistas en las organizaciones revolucionario-militares que llevan el carácter de partido político, pero únicamente con fines puramente informativos.

La Conferencia llama la atención especial de los compañeros sobre la necesidad ineludible de:

1) no contentarse, encontrándose en los batallones de organizaciones revolucionario-militares, con ser simple combatiente; sino que consagrar todo su tiempo disponible a la actividad de propaganda, tratando de desarrollar y fortalecer en los miembros de los batallones y organizaciones ideas y hábitos de carácter anarquista; despertar el espíritu de iniciativa y actividad propia, inculcar / - p. 21 - ciertos principios morales y culturales y tratar, finalmente, de ayudar a que se apropien los principios fundamentales del anarquismo y

2) no encerrarse en el círculo estrecho del batallón o de la organización, síno que siempre tender a ligar la vida y la actividad del batallón y de la organización con la vida de la población, tratando por la palabra y el hecho excitar y fortalecer en la población la simpatía a los sublevados, desarrollar en la población una dedicación consciente a ¡a obra de la sublevación, atraer la población al apoyo efectivo de los sublevados y - sobre todo - despertar en la población una simpatía consciente a la idea y organización anarquista,

Esta actividad de los compañeros es sumamente importante, a los fines de preparación de la población trabajadora a utilizar la próxima revolución en el sentido anarquista.

Sobre el terror político y económico En el momento actual de la lucha ilegal y armada de la revolución contra sus violadores en Ucrania, reconoce la Conferencia la necesidad de la aplicación más amplia del terror tanto en el terreno politico como - y especialmente - en el económico, con las miras a ampliarlo hasta las proporciones del terror de las masas. Llama, en esto, la atención de los compañeros sobre la necesidad de observar una conducta extremadamente cuidadosa para con el patriotismo popular.

Sobre la ayuda a los anarquistas perjudicados Atendiendo, que en la lucha ilegal y armada que se está llevando a cabo en Ucrania hay y habrá más vlctimas de esta lucha, recomienda la Conferencia a todas las organizaciones anarquistas en Ucrania destinar fondos especiales para la ayuda de los compañeros perjudicados y a sus familias. (Aceptado por unanimidad).

IV. SOBRE EL MOVIMIENTO ANARQUISTA (Condiciones del trabajo de los anarquistas en conjunto. - Fines y medios del movimiento anarquista. - Régimen transitorio). Véase la declaración correspondiente. / - p. 22 -

V. NUESTRA RELACIÓN PARA CON LAS ORGANIZACIONES ECONÓMICAS POLÍTICAS EXISTENTES (Soviets y el poder de los mismos. - Comités de fábricas y usinas. - Uniones profesionales e Industriales, cooperativas. - Comunas campesinas de labor).

Basándose en las consideraciones generales, expresadas en la declaración, encuentra la Conferencia:

Es totalmente deseable la participación de los anarquistas en toda clase de organizaciones económicas impartidarias, - de ciudades y aldeas - aún desfiguradas, alteradas y debilitadas por la revolución política-partidaria, pero que a pesar de ello, siguen aparentemente el camino inequívoco de la construcción de nuevas formas de vida y que se unen entre sí de abajo arriba, desde las pequeñas organizaciones que germinan en las poblaciones hasta los grandes consejos regionales de organización que abarcan, todas las empresas. Entre estas organizaciones pueden, en el momento actual, ser incluidas las siguientes: Comités de fábricas y usinas y otras organizaciones de fábricas, usinas, ferrocarriles, etc., y sus anexos; los comités de pobreza, comunas campesinas de trabajo y otras organizaciones campesinas y sus anexos. Es sumamente deseable la creación de consejos comunes de las organizaciones económicas de obreros y campesinos.

En lo que se refiere a las cooperativas, es completamente permitido a los anarquistas participar en las mismas; pero, atendiendo su carácter semi-burgués en los momentos actuales la Conferencia recomienda tratarlas con precaución. Las uniones profesionales son consideradas por la Conferencia como una forma envejecida de la organización obrera, incapaz por su propia naturaleza, de desarrollar una acción revolucionaria y crear algo vivo, que no responde a las exigencias de la época y que no merecen, por consiguiente, especial atención.

La unificación de las empresas por industria (uniones industriales) como parte integral con los propuestos consejos de las organizaciones obreras de las empresas / - p. 23 - del esquema común de la construcción económica, de nuevas formas de vida, cree la Conferencia ser bastante adecuada.

Tocante a los consejos de diputados actuales, están tan lejos del tipo del soviet regular, que une a las organizaciones revolucionarias sociales y están tan impregnadas del espíritu del partido, político, burócrata y autoritario, que la Conferencia niega la posibilidad (a excepción, quizás, de algunos - bien pocos - soviets, donde las tendencias autoritarias no son tan evidentes) de la participación en ellos de anarquistas.

La Conferencia llama especialmente la atención de los compañeros sobre los siguientes puntos importantes:

1) En unas o en otras organizaciones, debe el anarquista dirigir continuamente sus esfuerzos para desarrollar en ellas hábitos y principios anarquistas, espíritu anarquista y, dentro de lo posible, conciencia y acción anarquista.

2) En caso de transformación total de organizaciones semejantes en perdidamente partidistas y autoritarias, lo mejor que pueden hacer es abandonarlas.

3) Encontrándose en toda clase de organizaciones, no debe el anarquista unir su voz a ningún lema y salida autoritaria de estas organizaciones, explicando lo más claramente posible, en estos casos, la razón de su negativa.

4) El anarquista debe agitar tenaz y constantemente por la creación, en lugar de los consejos de diputados actuales, de consejos verdaderos de las organizaciones de obreros y campesinos, impartidistas y antiautoritarias, que unan enverdad las organizaciones de las poblaciones por empresas y aldeas, y efectivamente capaces de traer a la realidad la organización del nuevo régimen social. (Aceptado por unanimidad).

VI. SOBRE LA ORGANIZACIÓN INTERIOR ANARQUISTA

Considerando, que una de las razones principales del fracaso del movimiento anarquista en la revolución actual, fue la ausencia de organizaciones anarquistas, li / - p. 24 - gadas entre sí, debido a lo cual no dejó el trabajo anarquista huella demasiado profunda en las masas obreras, la primer Conferencia de las organizaciones anarquistas de Ucrania cree que es de una necesidad ineludible la unificación de los anarquistas mediante la creación de un armonioso movimiento anarquista. Llamando la atención de los compañeros sobre el hecho que, viviente, y fecunda puede ser tan sólo aquella organización en la que la unificación no lleva un carácter de formalidad, sino en la que sus mismos miembros están unidos por la comunidad del objeto y unidad de los medios de su consecuclón, adopta la Conferencia el siguiente esquema de organización:

1. OBJETO DE LA ORGANIZACIÓN La organización de los ánarquistas tiene por objeto fundamentar el trabajo del ideal anarquista entre las masas laboriosas. La organización de los anarquists en ningún momento pretende jugar el papel de los partidos políticos, que prometen la liberación de las masas oprimidas mediante el apoderamiento de la autoridad por el partido político, ya que los anarquistas están firmemente convencidos de que la emancipación de los obreros será obra de los obreros mismos.

2. COMPOSICION DE LA ORGANIZACIÓN Todo compañero, que conoce la doctrina anarquista, que participa de sus conclusiones fundamentales y se coloca en el punto de vista de la primer Conferencia de los- anarquistas de Ucrania, puede ser miembro de la organización anarquista.

Las condiciones de recepción de nuevos miembros son elaboradas por cada grupo.

Los simpatizantes del anarquismo se organizan en grupos y círculos de simpatizantes y, por la ilustración de la enseñanza anarquista, puede, por recomendación de miembro del grupo, ser aceptado en las organizaciones anarquistas. / - p. 25 -

3. FORMA DE ORGANIZACIÓN Los partidarios del anarquismo se organizan en grupos en sus poblaciones respectivas. Los grupos se unen en federaciones de ciudades o regionales. Las federaciones se unen en la Confederación.

Cada grupo elige entre sí un secretario, que administra sus asuntos y mantiene las relaciones con otras organizaciones. Las federaciones de ciudades y regionales organizan un secretariado, que es elegido en la.asamblea general de los miembros de las federaciones y delegados de los grupos. El secretariado cuida de abastecer a los grupos de literatura, agitadores, lectores y propagandistas; administra, en general, los asuntos de la federación.

Los delegados de los grupos forman el consejo federal el cual discute todos los asuntos correspondientes al movimiento anarquista de la ciudad o región. Las resoluciones del consejo federal son llevadas a la práctica por el secretariado general.

El secretariado de la Confederación es elegido en el congreso de las organizaciones anarquistas y conserva sus atribuciones hasta el nuevo congreso. Es obligación del secretariado de la Confederación: la edición del órgano impreso, edición de libros, organización de escuelas de propagandistas, distribución de los miembros activos por las organizaciones, convocación de congresos, relaciones con las organizaciones anarquistas de otros países.

Nota: Luchando con todas sus fuerzas contra la centralización y presentando la completa autonomia a las organizaciones adheridas, cree sin embargo conveniente la Conferencia que las partes editora y financiera de nuestro movimiento sean, dentro de lo posible, concentradas en manos del secretariado de la Confederación, para que las organizaciones, libres de estas preocupaciones, puedan dedicarse en absoluto al trabajo entre las masas.

4. DISCIPLINA Entrando en la organización, todo compañero tiene / - p. 26 - la obligación moral de tratar de aplicar en la vida los principios y problemas de la organización. La obligación de los que se encargan de algunas diligencias es cumplirla. Todas las acciones en nombre del grupo tienen que ser consideradas en la reunión general de los miembros del grupo. Los que salen en nombre del grupo, tienen que ser suficientemente autorizados por el grupo. Los compañeros darán cuenta del cumplimiento de lo que se les ha encargado.

5. DESTACAMENTO DE COMBATE La Conferencia propone a las organizaciones de las poblaciones la creación de destacamentos de combate por compañeros aptos para la actividad guerrera, para el cumplimiento de diversos problemas de carácter militar.

6. NOMBRE DE LA ORGANIZACIÓN Nuestras organizaciones sé llamarán: grupos y federaciones anarquistas Nabat. La Confederación se llamará: Confederación de organizaciones anarquistas de Ucrania, Nabat. (Aceptado por unanimidad).

VII. SOBRE LA AGITACIÓN Y PROPAGANDA Reconociendo toda la gran importancia de la propaganda y agitación anarquista planteada metódica y regularmente, indica la Conferencia en esta parte los próximos pasos a seguir.

1) Encarga al recientemente elegido secretariado de la Confederación de las organizaciones anarquistas de Ucrania, Nabat, organizar, anexo al mismo, la sección editora para la edición en breve de una serie de folletos y libros sobre los problemas teóricos y prácticos, [Una línea en blanco, falta “ del anarquismo. Por eso se propone al secretariado preparar”] esta edición de tal manera que llegue a interesar en ella a las grandes masas obreras y campesinas;

2) Encarga al secretariado continuar y ampliar, la obra empezada por el grupo iniciador de la edición del periódico (Nabat), haciendo todos los esfuerzos, para / - p. 27 - que este órgano sea lo más pronto posible semanal, y si las circunstancias lo permiten, diario. El periódico Nabat es reconocido hasta ahora como el órgano de la Confederación de organizaciones anarquistas de Ucrania.

3) Encarga al secretariado iniciar, lo más antes posible, la edición de la revista teórica periódica, bajo el título Put k Anarji [Camino hacia la anarquía] ;

4) Encarga al secretariado organizar, lo antes posible, la escuela de propagandistas;

5) Encarga al secretariado regularizar debidamente la distribución de periódicos y literatura en general por las fábricas, aldeas, etc.;

6) Recomienda al secretariado, como a las organizaciones de poblaciones, mantener un cierto control sobre la agitación y propaganda que se hagan en nombre dei anarquismo, y que muchas veces nada tienen que ver con el mismo;

7) Recomienda a las organizaciones de las poblaciones crear células propias de agitación y propaganda, dirigiéndose - toda vez que lo necesite - al secretariado en demanda de fuerzas, apoyo, consejo, etc.;

8) Encarga al secretariado que organice, en la primera oportunidad, una serie de conferencias públicas sobre el anarquismo.

La Conferencia cree que sería conveniente que la Confederación editaran [sic] un solo órgano común, para no desmenuzar las fuerzas y medios por los pequeños órganos de grupos. (Aceptado por unanimidad).

VIII. SOBRE LOS MEDIOS (Cuotas de miembros, subsidios, expropiaciones)

Expropiaciones No encerrando el problema sobre expropiaciones en la estrechez de los principios, y considerando, que la práctica de todo el movimiento anarquista pasado demostró lo inadecuado, perjudicial y funesto de este sistema, rechaza la Conferencia las expropiaciones por completo.

Atendiendo, sin embargo, las condiciones excepcional / - p. 28 - mente difíciles del trabajo ilegal en Ucrania y la necesaria ayuda de medios materiales para la favorable prosecución de esa obra, admite la Conferencia - en el útimo extremo - la realización de expropiaciones, pero con la condición única de que se realice con el conocimiento y control del secretariado y en el nombre de la Confederación; debiendo cada uno de estos casos ser publicados en el órgano de la Confederación.

Subsidio Atendiendo el.compromiso que se contrae al recibir subsidios, la Conferencia rechaza toda clase de subsidios por parte de partidos, instituciones u organizaciones no anarquistas.

Cuota de miembros Uno de los medios de obtención para los grupos, federaciones y Confederación de medios materiales necesarios para el trabajo de los mismos, puede servir - fuera de las donaciones - las regulares y voluntarias cuotas de los miembros. (Aceptado por unanimidad)

IX SOBRE LA ORGANIZACIÓN DEL MOVIMIENTO ANARQUISTA RUSO EN GENERAL

Considerando indispensable la unificación del movimiento anarquista de todos los países, encarga la Conferencia al secretariado de la Confederación tomar las medidas correspondientes para instaurar relaciones con organizaciones anarquistas del exterior. El primer paso en esta dirección, además de la propaganda de la idea de un anarquismo único en la prensa periódica y en la edición de folletos que se dediquen a agotar este tema, debe ser incluido en la orden del día del segundo congreso anarco-sindicalista de toda Rusia, a realizarse el 25 de noviembre, en Moscú, y en caso de su resolución definitiva, convocar, por los esfuerzos unidos, a un congreso de unificación de las organizaciones anarquistas de toda Rusia. La Conferencia encarga al secretariado de la Confederación preparar un informe sobre este problema, y presentarlo al congreso de los anarcosindicalistas, delegando, a este efecto, algunos de los miembros. (Aceptado por unanimidad) / - p. 29 -

X. LUCHA CONTRA EL ABUSO DEL NOMBRE ANARQUlSMO

1) Creyendo que, siendo la creación de grupos anarquistas en los principios que informa la resolución sobre este asunto, y la resolución de la Conferencia sobre las expropiaciones; motivada por diversos casos de abuso del nombre anarquismo, una garantía suficiente contra la intromisión en las organizaciones anarquistas de elementos no deseables, recomienda la Conferencia a los grupos de las poblaciones, tener presente todos estos hechos y darles la mayor publicidad posible, tanto oral como escrita.

2) La Conferencia considera que en manera alguna, en ningún caso pueden los anarquistas ocupar puestos en las comisiones extraordinarias (cheka), en la milicia civil y crimínal, tribunales, cárceles, comisiones investigadoras y otras instituciones similares. 3) Los anarquistas no pueden ser directores u ocupar puestos de responsabilidad en instituciones legislativas y otras que tengan un carácter burocrático y autoritario.

Negando el método de apoderamiento (de viviendas, materiales, etc.) por las organizaciones anarquistas la Conferencia lo justifica únicamente en el caso de la más extrema necesidad, no de otra manera que por la resolución de la reunión general de la organización, bajo su control y en las condiciones de utilizar lo tomado en el trabajo puramente de idea; debiendo, además, cada caso de expropiación, ser dado a la más amplia publicidad con la explicación de las causas que motivaron la necesidad de ella. (Aceptado por unanimidad) / - p. 30 -

viernes, 21 de enero de 2011

Discurso de la servidumbre voluntaria x Étienne de La Boétie


Según Homero, Ulises dijo públicamente que "No es bueno tener varios amos; tengamos sólo uno. Que sólo uno sea el amo, que sólo uno sea el rey". Habría bastado con que se hubiera limitado a decir "no es bueno tener varios amos". Pero en vez de deducir que la dominación de varios no puede ser buena, ya que el poder de sólo uno, una vez que adopta ese título de amo, ya es de por sí duro y no razonable, añade, por el contrario, que "tengamos sólo un amo".

Quiza haya que excusar a Ulises por tal lenguaje, que le servía para amainar la rebelión del ejército. Yo creo que no adaptaba su discurso a la verdad sino, más bien, a las circunstancias. Pero, a la luz de la reflexión, resulta desgracia extrema el estar sometido a un amo, de cuya bondad nunca se puede estar seguro y que posee el poder de ser cruel siempre que así lo quiera. En cuanto a la obediencia ante varios amos, multiplicará esa extremada desgracia tantas veces como amos haya.

No quiero debatir aquí la cuestión, tantas veces discutida, de "si otros tipos de república son mejores que la monarquía". Si tuviera que hacerlo, antes de ponerme a buscar el lugar que la monarquía debe ocupar entre los diversos modos de gobernar la cosa pública, preguntaría primero si se le debe conceder algún lugar, pues resulta difícil creer que haya nada de público en ese gobierno en el que todo es de uno solo. Pero dejemos para otro momento esta cuestión que bien merecería otro tratado dedicado a ella y que provocaría todo tipo de disputas políticas.

Por el momento, querría solamente comprender cómo puede ser que tantos hombres, burgos, ciudades y naciones soporten a veces a un único tirano que no tiene más poder que el que ellos le dan, que sólo puede perjudicarles porque ellos lo aguantan, que no podría hacerles ningún mal si no prefiriesen sufrirle a contradecirle.

Resulta cosa verdaderamente sorprendente, aunque sea tan común que más cabe gemir que asombrarse, ver a un millón de hombres miserablemente esclavizados, con la cabeza bajo el yugo, no porque estén sometidos por una fuerza mayor sino porque han sido fascinados, embrujados podríamos decir, por el nombre de uno solo, al que no deberían temer, ya que sólo es uno, ni amar, ya que es inhumano y cruel con ellos. Sin embargo, esta es la debilidad de los hombres: forzados a la obediencia, obligados a contemporizar, no siempre pueden ser los más fuertes. Por tanto, si una nación, coaccionada por la fuerza de las armas, se ve sometida al poder de uno sólo, como la ciudad de Atenas se vio sometida a la dominación de los treinta tiranos, no hay que extrañarse de que actue como sierva, sino, más bien, deplorarlo. O, más bien, no extrañarse ni compadecerse de ello, sino soportar la desgracia con paciencia y reservarse para un futuro mejor.

Estamos hechos de tal modo que los deberes comunes de la amistad absorven buena parte de nuestra vida. Es razonable amar la virtud, estimar las buenas acciones, agradecer los favores recibidos y, con frecuencia, reducir nuestro propio bienestar para poder acrecentar el honor y provecho de aquellos a quienes amamos y merecen ser amados. Si, por tanto, los habitantes de un país encuentran entre ellos a uno de esos escasos hombres que les haya dado pruebas de una gran previsión para salvaguardarles, de un gran coraje para defenderles, de una gran prudencia para gobernarles y si, a la larga, se acostumbran a obedecerle y a confiar en él hasta el punto de otorgarle cierta supremacía, no sé si sería sensato quitarle de allá donde lo hacía bien para colocarle donde podría hacerlo mal. Parece, en efecto, natural ser atentos con quien nos ha hecho el bien y no temer que nos depare un mal.

Pero, por Dios, ¿qué es esto? ¿Cómo denominar a esta desgracia? ¿Cuál es este vicio, este vicio horrible, por el que un número infinito de hombres no sólo obeceden, sino que sirven, no sólo son gobernados, sino tiranizados, de forma que no les pertenecen ni sus bienes, ni sus parientes, ni sus hijos ni su vida misma? Se les ve sufrir las rapiñas, las arbitrariedades y las crueldades que les son inflingidas, no por un ejército ni por una bárbara bandería frente a los que cada uno debería defender su sangre y suvida, ¡sino por un solo hombre! No un Hércules o un Sansón, sino un hombrecillo que frecuentemente es el más ruin y pusilánime de la nación, que nunca ha olido el polvo de las batallas ni apenas pisado la arena de los torneos. Un hombrecito que no sólo carece de actitudes para dirigir a los hombres, sino incluso para satisfacer a cualquier pequeña mujer.

¿Daremos nombre a esta villanía? ¿Llamaremos viles y cobardes a estos hombres sometidos? Si fuesen dos, tres o cuatro quienes cediesen ante un solo hombre, resultaría raro, pero no obstante posible; quizá se podría decir con razón: les falta corazón. Pero si se trata de cien o de mil que sufren la opresión de uno, ¿se dirá que no se atreven a atacarle o que no quieren? ¿será cobardía o desprecio y desdén?

¿Y cómo calificar el estado de cosas en el que no cien ni mil hombres, sino cien países, mil ciudades o un millón de hombres renuncian a asaltar a aquel que les trata como siervos y esclavos? ¿Es cobardía? Pero todos los vicios tienen límites que no pueden sobrepasar. Dos hombres, incluso diez, pueden temer a uno; pero que mil o un millón de hombres, o mil ciudades, no se defiendan contra un solo hombre, eso no es cobardía, pues ésta no llega hasta tal punto, de la misma forma que el coraje no exige que un solo hombre escale una fortaleza, ataque a un ejército o conquiste un reino. ¿Qué vicio monstruoso es, pues, éste, que ni siquiera merece el título de cobardía, que no encuentra nombre lo bastante sucio y al que la naturaleza condena y al que la lengua no quiere nombrar?...

Póngase frente a frente a cincuenta mil hombres armados; lánceseles a la batalla y que choquen en pelea. Los unos, libres, combaten por su libertad, los otros combaten para arrebatársela. ¿Para quién será la victoria? ¿Quiénes acudiran al combate con más coraje, los que esperan tener como recompensa el mantenimiento de su propia libertad o los que, como salario por los golpes que dan y reciben, no esperan recibir más recompensa que la servidumbre de otro?
Los primeros tienen siempre ante sus ojos la felicidad de su vida pasada y la espera de un bienestar similar en el futuro. Piensan menos en lo que deben soportar durante la batalla que en lo que, vencidos, tendrían que soportar ellos, sus hijos y todos sus descendientes.

A los segundos, por el contrario, apenas les azuza un poco de codicia, que se atenúa repentinamente al hacer frente al peligro y cuyo ardor se extingue ante la sangre de la primera herida.

En las tan renombradas batallas de Milciades, Leónidas o Temístocles, que datan de hace dos mil años y que aún hoy viven frescas en la memoria de los libros y de los hombres, tal y como si hubiesen sido libradas ayer, en Grecia, por el bien de los griegos y del mundo entero, ¿qué dio a un número tan pequeño de griegos, no el poder, sino el coraje para soportar la fuerza de navíos en número tan grande que la propia mar se desbordaba, para vencer a naciones tan numerosas que ni siquiera todos los soldados griegos habrían sido suficientes para abastecer de capitanes a sus ejércitos enemigos? En esas jornadas gloriosas lo que estaba en juego no era tanto la batalla entre griegos y persas, sino la victoria de la libertad sobre la dominación, de la liberación sobre la codicia.

Son, en verdad, extraordinarios los relatos que se refieren a la valentía que la libertad pone en el corazón de quienes la defienden. Sin embargo, en todos los lugares y todos los días ocurre que un solo hombre oprime a cien mil y les priva de su libertad. ¿Quién podría creerlo si se lo contasen pero no lo viese con sus propios ojos? Si esto sólo ocurriese en países extraños y tierras lejanas, ¿quién no creería que tal relato era pura invención?

No obstante, a tal tirano único no es preciso combatirle ni abatirle. Se descompondría por sí mismo, a condición de que el país no consienta en servirle. No se trata de quitarle nada, sino de no darle nada. No sería necesario que el país haga nada por sí mismo, a condición de no hacer nada en su propia contra. Son pues los pueblos los que se dejan, o, mejor dicho, se hacen maltratar, ya que para librarse de ello bastaría con que dejasen de servir. Es el pueblo quien se esclaviza y se degüella a sí mismo; quien, pudiendo escoger entre estar sometido o ser libre, rechaza la libertad y admite el yugo; quien consiente su propio mal, o, más bien, lo busca... Si recobrar su libertad le costase algo, yo no le urgiría a ello. Aunque lo primero que debiera tener en su corazón es recuperar sus derechos naturales y, por así decirlo, dejar de ser bestia para volver a ser hombre, no espero de él tanta audacia. Admito que prefiera la seguridad de vivir miserablemente que una dudosa esperanza de vivir a su manera.

Ahora bien, si para tener libertad basta con desearla y con un simple quererla, ¿habrá una nación en el mundo que crea que la paga demasiado cara si la adquiere con un simple deseo? ¿Quién lamentaria tener la voluntad de recobrar un bien que se debería rescatar incluso pagando sangre por ello, un bien cuya pérdida hace que para todo hombre de honor la vida sea amarga y la muerte un beneficio?

Es cierto que, al igual que el fuego de una pequeña chispa crece y se refuerza, haciéndose más devorador cuanta más madera encuentra para quemar, pero al final se consume y termina extinguiéndose por sí mismo en cuenta deja de ser alimentado, también los tiranos cuanto más roban, más exigen, y cuanto más arruinan y destruyen, más obtienen y más servidumbre obtienen. Se hacen tanto más fuertes, tanto más descarados y dispuestos a asolar y destruir todo. Pero si no se les da nada, si no se les obedece, aunque no se les combata ni golpee, quedan desnudos y derrotados. Ya nada son, como la rama se seca y muere cuando su raíz queda sin jugo y alimento.

Para adquirir el bien al que aspira, el hombre audaz no teme ningún peligro y el hombre prudente no se desanima ante ninguna fatiga. Los cobartes y aletargados son los únicos que no saben ni aguantar el mal ni recobrar el bien que ellos se limitan a codiciar. La energía para pretender tal bien les es arrebatada por su propia cobardía y sólo les queda el deseo natural de poseerle. Este deseo, esa voluntad común a los sabios y a los imprudentes, a los valerosos y a los cobardes, les hace desear toda las cosas cuya posesión les haría más felices y contentos. Sólo hay una cosa para la que los hombres, ignoro el motivo, no tienen la fuerza necesaria para desearla: ¡la libertad, bien tan grande y dulce! Una vez perdida la libertad, todos los males llegan uno tras otro, y sin ella todos los demás bienes, corrompidos por la servidumbre, pierden todo su gusto y sabor.

Parece que los hombres sólo desdeñan la libertad porque, si la deseasen, la tendrían; da la impresión de que rehusan alcanzar tan preciosa adquisición por ser demasiado fácil de conseguir.

¡Pobres gentes miserables, pueblos insensatos, naciones que os acomodáis a vuestro mal y os cegáis ante vuestro bien! Os dejáis arrebatar ante vuestros ojos lo más bello y luminoso de vuestras rentas, dejáis que saqueen vuestros campos y que roben y despojen vuestras casas de los viejos muebles legados por vuestros antepasados. Tal y cómo vivís, ya no tenéis nada vuestro. Parece que seríais felices si sólo quedase a vuestra disposición la mitad de vuestros bienes, de vuestras familias, de vuestras vidas. Y tales estragos, tales desgracias y tal runina no os llegan de mano de los enemigos, sino del enemigo, de aquel al que vosotros habéis convertido en lo que es, aquel para el que marcháis valerosamente hacia la guerra y por cuya grandeza no rechazáis echaros en brazos de la muerte. Y, sin embargo, ese amo sólo tiene dos ojos, dos manos, un cuerpo, nada que no tenga el último de los habitantes de nuestras ciudades. Él sólo tiene de más aquello que vosotros le dais para que os destruya.¿De dónde saca todos esos ojos que os espían, sino de vosotros mismos? ¿Cómo tendría todas esas manos que os golpean, sino os las tomase en préstamo? Los pies con que pisotea vuestras ciudades, ¿no son vuestros? ¿Qué poder tiene sobre vosotros, salvo a vosotros mismos? ¿Cómo se atrevería a agrediros si no fuese porque lo hace de acuerdo con vosotros? ¿Qué mal podría haceros si no fueseis los encubridores del ladrón que os roba, los cómplices del asesino que os mata, los traidores de vosotros mismos?

Sembráis vuestros campos para que él los devaste, amuebláis y acondicionáis vuestra casa para proveer su pillaje, educáis a vuestras hijas para entregarlas a su lujuria, alimentáis a vuestros hijos para que, en el mejor de los casos, les convierta en soldados, para que los lleve a la guerra y a la masacre, para que los haga ministros de sus codicias y ejecutores de sus venganzas.

Os acostumbráis a la pena para que él pueda regalarse todas sus delicias y repantigarse en sus sucios placeres. Os debilitáis para que él sea más fuerte y pueda teneros agarrados por la brida con mayor rudeza. Tantas y tantas indignidades que las propias bestias se negarían a soportar si las sintiesen, y de las que podríais liberaros si intentáseis, no ya lograr vuestra liberación, sino solamente quererla.
Tomad la resolución de no servir y seréis libres. No os pido que le empujéis y le hagáis tambalear, sino sólo que no le sostengáis. Entonces veríais como un gran coloso, al que se le ha roto su base, se derrumba por su propio peso y se destruye.
Los médicos, precisamente, aconsejan no intentar sanar las plagas incurables, y quizá yo haya cometido un error al querer exhortar de esta manera a un pueblo que parece haber perdido, desde hace mucho tiempo, todo conocimiento sobre su mal, lo que demuestra que su enfermedad es mortal. Busquemos pues comprender, si es posible, como esta obstinada voluntad de servidumbre se ha enraizado de forma tan profunda que podríamos creer que el propio amor a la libertad no es tan natural como pensamos.

Creo que está fuera de duda que si viviésemos con los derechos que poseemos según la naturaleza y siguiendo los preceptos que ella nos enseña, nos someteríamos de buen grado a nuestro padre y a nuestra madre, subditos de la razón sin ser esclavos de nadie. Cada uno de nosotros reconoce, de manera natural, el impulso de obediencia hacia su padre y su madre.

En cuanto a saber si la razón nos es innata, tema muy debatido por las academias y discutido por todas las escuelas filosóficas, no creo equivocarme si digo que hay en nuestro alma un germen natural de razón, un germen que, desarrollado por los buenos consejos y los buenos ejemplos, puede desarrollarse de forma virtuosa, pero que también puede abortar, como frecuentemente ocurrre, ahogado por los vicios sobrevenidos. Lo que es claro y evidente, de manera que nadie puede ignorarlo, es que la naturaleza, ministro de Dios, gobernante de los hombres, en cierto modo nos ha creado y vertido en el mismo molde, para mostrarnos que todos somos iguales o, mejor dicho, hermanos. Y si en la distribución que ha hecho de sus dones ha otorgado ciertas ventajas corporales o espirituales a algunos, no por ello ha querido colocarnos en este mundo como si nos encontrásemos en un campo de batalla, ni ha enviado aquí a los más fuertes o diestros para que actúen como bandoleros armados ocultos en un bosque para maltratar a los más débiles.

Más bien creemos que al repartir lotes más grandes a unos, más pequeños a otros, ha querido hacer nacer un afecto fraternal e impulsarnos a practicarlo, ya que unos disponen del poder de socorrer mientras que otros necesitan ser socorridos. Por lo tanto, ya que esa buena madre nos ha dado a todos la tierra por residencia; ya que nos ha alojado a todos en la misma casa; ya que nos ha formado siguiendo el mismo modelo para que cada uno pueda mirarse y reconocerse en el otro como en un espejo; ya que nos ha dado a todos el bello regalo de la voz y la palabra para que nos reencontremos y fraternicemos, y para que se produzca, a través de la comunicación y el intercambio de nuestros pensamientos, la comunicación de nuestras voluntades; ya que ha buscado por todos los medios hacer y estrechar el nudo de nuestra alienza, de nuestra sociedad; ya que ha demostrado a través de todas las cosas que no sólo nos quería unidos sino que fuésemos como un sólo ser... ¿cómo dudar entonces de que somos libres por naturaleza, ya que somos todos iguales? Nadie puede pensar que la naturaleza haya colocado a nadie en situación de servidumbre, pues nos ha puesto a todos en compañía.

A decir verdad, es muy inútil preguntarse si la libertad es natural, ya que a nadie puede mantenérsele en servidumbre sin dañarle: nada hay en el mundo más contrario a la naturaleza, completamente razonable, que la injusticia. La libertad es, por tanto, natural. Por ello, en mi opinión, no sólo hemos nacido con la libertad, sino también con la pasión de defenderla.

Y si por casualidad aún encontramos a quienes dudan de ello, embrutecidos hasta el punto de no reconocer sus dones ni sus pasiones originales, será preciso que les rinda los honores que se merecen y eleve, por así decirlo, a los animales hasta la tarima de la cátedra, para enseñarles su naturaleza y condición. Los animales, Dios me ayude, gritan "Viva la libertad" a los hombres, si quieres escucharles. Varias de estas bestias muerten rápidamente una vez que son capturadas. Como el pez que pierde la vida fuera del agua, se dejan morir para no seguir viviendo una vez perdida su libertad natural. Si entre los animales hubiera jerarquías, de tal libertad harían su nobleza. Otras bestias, grandes o pequeñas, al ser capturadas muestran tan grande resistencia, con sus garras, cuernos, picos y patas, que demuestran claramente el precio que asignan a aquello que pierden.

Una vez capturadas, dan tantos evidentes signos de que conocen su desgracia que resulta bello verles languidecer más que vivir, gemir por su felicidad perdida más que disfrutar en servidumbre. Cuando el elefante, ya a punto de ser capturado y sin esperanza tras haberse defendido hasta el último aliento, clava sus mandíbulas y rompe sus dientes contra los árboles, ¿no quiere acaso decir así que su gran deseo de permanecer libre le ha dotado del espíritu y la astucia del mercader frente a los cazadores, a los que trata de comprar pagando con sus propios dientes y su marfil como precio de su libertad?

Al caballo le acariciamos desde su nacimiento para acostumbrarle a servir. Pero nuestras caricias no impiden que cuando se le quiere domar muerda su freno y cocee al sufrir la espuela. Creo que de esa forma quiere dar testimonio de que, si sirve, no lo hace de buen grado, sino forzado. ¿Qué decir entonces?

"Hasta los bueyes gimen bajo el yugo, y los pájaros se quejan en la jaula", he dicho ya en verso en otra ocasión.

Así pues, ya que todo ser provisto de sentimientos siente la desgracia de la opresión y corre hacia la libertad; ya que las bestias, incluso aquellas destinadas al servicio del hombre, sólo se someten tras protestar y expresar un deseo contrario, ¿qué desgracia puede haber desnaturalizado al hombre -único ser que verdaderamente ha nacido para ser libre- hasta el punto de hacerle perder el recuerdo de su primer estado y el deseo de recuperarlo?

Hay tres tipos de tiranos.

Unos, reinan por elección del pueblo, otros por la fuerza de las armas, y los del tercer tipo reinan por sucesión de casta.

Aquellos que han adquirido el poder por el derecho de guerra, a ello ajustan su comportamiento, sabiéndolo y proclamándolo como en país conquistado.
Aquellos que nacen reyes no son, en general, mucho mejores. Nacidos y alimentados en el seno de la tiranía, desde su lactancia maman todo aquello que es propio del tirano y ven a los pueblos que les están sometidos como si fuesen sus siervos hereditarios. Según su tendencia dominante -ávaros o pródigos-, usan del reino como de su herencia.

En cuanto a aquel que ha recibido su poder del pueblo, parece que debería ser más soportable; y creo que lo sería si una vez alzado por encima de todos los demás, animado por eso que suele denominarse como "grandeza", aunque yo no sé bien qué es, tomase la decisión de no cambiar por ello. Pero, casi siempre, el que a tal situación llega considera que debe transmitir el poder a sus hijos. Y una vez que han adoptado tal opinión, sorprende ver cómo superan en vicios y crueldades a todos los demás tiranos. No encuentran mejor medio de asegurar su nueva tiranía que el reforzamiento de la servidumbre, arrancando las ideas de libertad del espíritu de sus súbditos con tanta eficacia que, por reciente que sea el recuerdo de ellas, queden pronto borradas de su memoria. A decir verdad, entre estos tiranos veo algunas diferencias, pero ninguna cualitativa, pues, aunque llegan al trono por medios diversos, su manera de gobernar es siempre más o menos la misma. Los que son elegidos por el pueblo, le tratan como toro a domar; los conquistadores, como si fuese su presa; y los que llegan al trono por sucesión, como a rebaño de esclavos que les pertenece por naturaleza.

Yo haría esta pregunta: si por azar naciesen hoy en día algunas personas totalmente nuevas, que no estén acostumbradas a la sumisión ni hayan conocido el dulce sabor de la libertad, ignorando incluso el nombre de una y otra condición, ¿qué eligirían si se les propusiese escoger entre estar sometidos o vivir libres? Sin ninguna duda, preferirían obeceder solamente a la razón en vez de servir a un hombre, a menos que sean como aquellas gentes de Israel que, sin estar sometidas a necesidad o imposición, se dieron un tirano. Nunca leo su historia sin experimentar un despecho tan profundo que casi me lleva al borde de sentirme inhumano y alegrarme de todos los males que les ocurrieron. Pues para que los hombres, en tanto que son hombres, se dejen someter es preciso que sean obligados a ello o que sean engañados. Obligados por los ejércitos extranjeros, como lo fueron Esparta y Atenas por los ejércitos de Alejandro, o engañados por tal o cual facción, como lo fue el gobierno de Atenas, caído antes en manos de Pisistrato.

Con frecuencia, los hombres pierden su libertad por ser engañados, pero engañados por sí mismos con más frecuencia que seducidos por otro. Así, el pueblo de Siracusa, capital de Sicilia, presionado por las guerras y tomando en cuenta solamente el peligro inmediato, eligió a Dionisio I y le dio el mando de su ejército, sin darse cuenta de que le había hecho tan poderoso que cuando este malvado retornó, triunfal como si hubiera vencido a sus conciudadanos más que a sus enemigos, se proclamó primero general, luego rey y finalmente rey tirano. Resulta increíble ver como el pueblo, una vez que se encuentra sometido, cae frecuentemente en un olvido tan profundo de su libertad que le resulta imposible despertar para reconquistarla. Sirve tan bien y tan voluntariamente que se diría que no sólo ha perdido su libertad sino que ha ganado su servidumbre.

Es verdad que al comienzo sirve forzado a ello y vencido por la fuerza. Pero los sucesores sirven sin lamentarlo y hacen de buen grado lo que sus antecesores habían hecho bajo coacción. Los hombres nacidos bajo el yugo, y por tanto alimentados y educados en la servidumbre sin ningún otro horizonte, se contentan con vivir tal y cómo han nacido y no piensan en tener más bienes o derechos que aquellos con los que se han encontrado. Consideran que la condición en que han nacido es su condición por naturaleza.

Sin embargo, no hay heredero, por pródigo o indolente que sea, que no dirija en algún momento su mirada sobre los archivos de su padre para ver si dispone de todos los derechos de sucesión y comprobar que nada se ha hecho en contra suya o de su predecesor. Pero la costumbre, que ejece en todos los ámbitos tan gran poder sobre nosotros, tiene, ante todo, el poder de enseñarnos a servir y, como se dice de Mitriades, que terminó por acostumbrarse al veneno, el poder de enseñarnos a tragar el veneno de la servidumbre sin encontrarlo amargo. No cabe duda de que la naturaleza nos dirige hacia donde ella quiere, tanto si nos ha favorecido como si nos ha desfavorecido, pero hay que confesar que tiene menos poder sobre nosotros que la costumbre. Por bueno que sea nuestro natural, se pierde si no es alimentado, y la costumbre nos modela siempre a su manera, pese a la naturaleza. Las semillas de bien que la naturaleza pone en nosotros son tan pequeñas y frágiles que no pueden resistir el más mínimo choque con una costumbre de signo contrario. A tales semillas les resulta mucho más difícil alimentarse que envilecerse y degenerar, como esos árboles frutales que conservan los caracteres de su especie si se les deja crecer, pero que, según el injerto que se les haga, los pierden y dan frutos diferentes a los que les son propios.

También las hierbas tienen cada una de ellas sus propias propiedades, su natural, su singularidad; sin embargo, su tiempo de vida, las intemperies, el sol o la mano del jardinero aumentan o disminuyen en gran medida sus virtudes. La planta vista en un país resulta con frecuencia irreconocible en otro.

Aquel que viese a los venecianos, un puñado de gentes viviendo tan libremente que ni siquera el más miserable de ellos querría ser rey, nacidos y educados de manera que no conocen más ambición que la de conservar su libertad, educados y formados desde la cuna de tal forma que no cambiarían una brizna de su libertad a cambio de todas las demás felicidades de la tierra; aquel, digo, que viese a esas personas y después se fuese al dominio de algún "gran señor", en el que encontrase personas que sólo han nacido para servir a éste y que para mantenerle abandonan su propia vida, ¿pensaría que estos dos pueblos tienen la misma naturaleza? ¿No creería más bien que ha salido de una ciudad humana para entrar en un zoológico?

Se cuenta que Licurgo, el legislador de Esparta, había criado a dos perros, hermanos y alimentados con la misma leche. Uno de ellos estaba siempre en la cocina, mientras que el otro solía correr por los campos al son de la trompa y el cuerno. Queriendo demostrar a los lacedemonios que los hombres son tales como la cultura los ha hecho, exhibio a ambos perros públicamente y puso entre ellos una sopa y una liebre. Uno, corrió hacia el plato, el otro hacia la liebre. Y sin embargo, dijo, ¡son hermanos!

Licurgo, con sus leyes y su arte político, educó y formó tan adecuadamente a los lacedemonios que cada uno de ellos prefería sufrir mil muertes antes que someterse a más amo que la ley y la razón.

Me place recordar ahora una anécdota referida a uno de los favoritos de Jerjes, gran rey de Persia, y a dos espartanos. Cuando Jerjes preparaba su guerra para la conquista de toda Grecia, envío embajadores a varias ciudades del país para pedirles agua y tierra, que era la manera utilizada por los persas para reclamar la rendición de las ciudades. Pero se guardó mucho de enviarles a Esparta o a Atenas, pues antes lo había hecho su padre Dario y los espartanos y atenienses habían arrojado a algunos de sus enviados a los fosos y a los restantes a los pozos, diciéndoles "Ahí están, tomad agua y tierra y llevadlas a vuestro príncipe".
Estas gentes no podían sufrir que se atentase contra su libertad, ni siquiera a través de la menor de las palabras. Los espartanos reconocieron que al actuar así habían ofendido a los dioses, sobre todo a Taltibio, dios de los mensajeros. Para apaciguarles decidieron enviar a Jerjes dos de sus conciudadanos para que dispusiese de ellos como quisiera y pudiese vengar así el asesinato de los embajadores de su padre.

Dos espartanos, Espertias y Bulis, se ofrecieron voluntariamente como víctimas y partieron. Una vez llegados al palacio de un persa llamado Hidarnos, delegado del rey para todas las ciudades costeras de Asia, éste les acogió con muchos honores, les dedicó grandes atenciones y, poco a poco, les preguntó por qué motivo rechazaban tan tajantemente la amistad del rey, diciéndoles: "Espartanos, por mi ejemplo podéis ver como el Rey sabe honrar a quienes lo merecen. Si estuvieseis a su servicio y os hubiese conocido, seríais gobernadores de alguna ciudad griega". Los lacedemonios respondieron: "En esto no puedes darnos buen consejo, ya que, si bien has probado la felicidad que nos prometes, tú desconoces completamente aquella de la que nosotros disfrutamos. Has experimentado el favor del rey, pero no conoces el delicioso gusto de la libertad. Si la hubieras probado, nos aconsejarías defenderla, no sólo con la lanza y el escudo, sino también con uñas y dientes". La verdad sólo estaba en boca de los espartanos, pero cada cual estaba hablando según la educación recibida. Al persa le era tan imposible añorar la libertad, que nunca había disfrutado, como a los lacedemonios, que la habían saboreado, aceptar la esclavitud.

Catón de Utica, aún niño y bajo el tutelaje de su maestro, visitaba con frecuencia al dictador Sila, a cuya casa tenía acceso a causa del rango de su familia y de sus vínculos de parentesco. En estas visitas iba siempre acompañado por su preceptor, siguiendo la costumbre romana para los hijos de los nobles. Un día observó que en la propia residencia de Sila, en su presencia o por orden suya, se hacia prisioneros a los unos, se condenaba a los otros, se desterraba a éste o se estrangulaba a aquel. Uno pedía la confiscación de los bienes de un ciudadano, otro pedía su cabeza. En resumen, lo que allí ocurría no era propio de la casa de un magistrado de la ciudad, sino de la de un tirano sobre el pueblo. No era el santuario de la justicia sino la caverna de la tiranía.

Ese joven muchacho dijo a su preceptor: "¿Por qué no me dais un puñal? Lo ocultaría bajo mi ropa. Con frecuencia entro en la habitación de Sila antes de que se haya levantado. Mi brazo es lo suficientemente fuerte para liberar de él a la ciudad". Esa es, en verdad, la palabra de un Catón. Tal inicio de una vida era digno de lo que fue su muerte. Callad el nombre y el país, contad solamente el hecho tal y como ocurrió, que hablará por sí mismo. Se dirá de inmediato: "Ese niño era romano, nacido en Roma cuando era libre".

¿Por qué digo esto? No es mi intención decir que el país y el suelo lo decidan todo, ya que en cualquier lugar la esclavitud resulta amarga a los hombres y la libertad les es querida. Pero me parece que se debe sentir piedad hacia aquellos que ya al nacer se encuentran sometidos bajo el yugo, y que se les debe perdonar si, no habiendo visto nunca ni una sombra de la libertad ni habiendo oído hablar de ella, no sienten la desgracia de ser esclavos.

En aquellos países en los que, como atribuía Homero al país de los cimerios, el Sol se manifiesta de forma muy diferente que a nosotros, ya que en ellos tras seis meses consecutivos de claridad vienen otros seis meses de oscuridad, ¿sería de extrañar que quienes nacen durante el largo periodo nocturno y nunca han oido hablar de la claridad ni visto el día se acostumbren a las tinieblas en las que han nacido y no deseen la luz?

No se siente la pérdida de aquello que nunca se ha tenido. La tristeza llega siempre después del placer, y al conocimiento de la desgracia se suma el recuerdo de alguna alegría pasada. La naturaleza del hombre es ser libre y querer ser libre, pero fácilmente se acomoda a otra condición cuando la educación le prepara para ello.

Digamos pues que si todas las cosas le parecen naturales al hombre que se ha acostumbrado a ellas, sólo perseverá en su naturaleza aquel que sólo desea las cosas simples e inalteradas. Así que la primera razón de la servidumbre voluntaria es la costumbre. Eso mismo les ocurre a los más briosos caballos, que primero muerden el freno y después se entretienen jugueteando con él; antes respingaban ante la silla de montar, pero ahora ellos mismos facilitan que les pongan los arneses y se pavonean orgullosos bajo la barda.

Dicen algunos que ellos siempre han estado sometidos, que sus padres también han vivido así. Piensan que están hechos para soportar el mal y se persuaden de ello por medio de ejemplos, consolidando ellos mismos, con el paso del tiempo, la posesión de aquellos que les tiranizan.

Pero el paso de los años no otorga el derecho a actuar mal. Por el contrario, acrecenta la injuria. En verdad, hay algunos que, mejor nacidos que otros, sienten el peso del yugo y no pueden evitar intentar sacudírselo, ni se adaptan nunca al sometimiento, y que, al igual que Ulises buscaba por tierra y mar volver a ver el humo de su casa, no han olvidado sus derechos naturales, sus orígenes, su estado primero, y aprovechan cualquier ocasión para reivindicarlos. Dado que tienen el entendimiento limpio y el espíritu clarividente, ellos no se contentan, como los ignorantes, en ver lo que está bajo sus pies sin mirar hacia atrás ni hacia adelante. Rememoran las cosas pasadas para juzgar el presente y prever el porvenir. Disponiendo de una cabeza bien colocada, la han afinado aún más con el estudio y el saber. Son aquellos que, incluso cuando la libertad estuviese perdida enteramente y prohíbida en este mundo, la imaginan y la sienten en su espíritu, y la saborean. La servidumbre les desagrada, por muy ridículamente que se la disfrace.

El gran Turco [Solimán] ha comprendido bien que los libros y el pensamiento, más que cualquier otra cosa, dan a los hombres sentimiento de su dignidad y odio a la tiranía. Comprendo que en su país no hay casi sabios ni demanda de ellos. El celo y la pasión de aquellos que, pese a las circunstancias, se han mantenidos devotos a la libertad queda habitualmente incapacitados de provocar efectos, sea cual sea su número, porque no pueden hacerse oír. Los tiranos les arrebatan toda libertad de acción, de expresión e incluso de pensamiento, por lo que quedan aislados en sus sueños.

Momo (dios de la mitología griega) no bromeaba demasiado cuando decía que había que rehacer al hombre forjado por Hefesto, ya que carecía de puertas en sus pechos a través de las que poder ver sus pensamientos.

Se dice que Bruto y Casio, cuando se propusieron liberar Roma (es decir, el mundo entero) no quisieron que Cicerón, el gran vigilante del bien público, estuviese al tanto de la operación, juzgando que su corazón era demasiado débil para un hecho tan elevado. Creían ensu voluntad, pero no en su coraje. Quien quiera recordar los tiempos pasados y repasar los viejos anales se convencerá de que casi todos aquellos que, viendo a su país maltratado y en malas manos, se forjaron el propósito de liberarlo con una buena, recta y decidida intención, consiguieron fácilmente su objetivo: para poder manifestarse ella misma, la libertad vino siempre en su ayuda. Harmodio, Aristogitón, Trasibulo, Bruto el Viejo, Valerio y Dión, que concibieron un proyecto tan virtuoso, lo llevaron a cabo con éxito. En tales casos, un firme deseo garantiza casi siempre el triunfo.

Bruto el Joven y Casio lograron quebrar la servidumbre; sólo perecieron cuando intentaron restablecer la libertad, no de una forma miserable, pues nadie osaría encontrar nada miserable en su vida o en su muerte, pero sí de forma muy lamentable, para la perpetua desgracia y la completa ruina de la república, la que, a mi entender, fue enterrada con ellos.Los intentos posteriores contra los emperadores romanos sólo fueron conjuras de ambiciosos cuyo fracaso y mal final no deben ser lamentados, ya que no deseaban derrocar el trono sino sólo sacudir la corona con el objetivo de echar al tirano para mantener la tiranía. Me habría enojado que estos últimos hubieran triunfado y me alegra que, con su ejemplo, hayan demostrado que no debe abusarse del santo nombre de la libertad para llevar a cabo una mala acción.

Pero volveré a mi tema, que casi había olvidado. La primera razón por la que los hombres sirven voluntariamente es que nacen siervos y son educados como siervos. De esa razón se deriva otra: bajo los tiranos, las personas se hacen rápidamente cobardes y pusilánimes. Agradezco al gran Hipócrates, padre de la medicina, haberlo resaltado tan claramente en su libro Las enfermedades. Era un hombre de buen corazón, y lo demostró cuando el rey de Persia quiso atraerle hacia él con grandes ofrendas y presentes. Hipócrates le respondió francamente, diciéndole que violaría su conciencia dedicarse a curar a los bárbaros que querían matar a los griegos y el servir con su arte a aquel que quería someter su país a la servidumbre. La carta que le escribió figura aún junto a sus otras obras, y siempre dará testimonio de su coraje y nobleza.

Con la libertad se pierde también la bravura. Las gentes sometidas carecen de ardor y de combatividad en la lucha, a la que van aturdidos y aletargados, asumiendo sin ganas una obligación. No bulle en su corazón ese ardor de la libertad que hace despreciar el peligro y anima a ganar, junto a los compañeros, el honor y la gloria, incluso al precio de una bella muerte. Entre los hombres libres, ocurre todo lo contrario, cada uno para todos y para sí mismo. Saben que todos recogeran partes igual del mal de la derrota o del bien de la victoria. Pero las personas sometidas, carentes de coraje y vivacidad, llevan bajeza y flojedad en el corazón, lo que les hace incapaces de cualquier gran acción. Los tiranos lo saben muy bien y hacen todo lo posible para apoltronarles aún más.

El historiador Jenofonte, uno de los más serios y estimados entre los griegos, escribió un pequeño libro en el que establecía un diálogo entre Simonides e Hierón, tirano de Siracusa, sobre las miserias del tirano. Este libro está lleno de buenas e importantes lecciones, expuestas con una gracia infinita. Quisiera Dios que todos los tiranos que han existido hubiesen tomado este libro como espejo. En él habrían reconocido sus taras y se habrían avergonzado de sus faltas. Este tratado habla de la pena que cae sobre los tiranos, ya que, al hacer mal a todos, a todos han de temer. Dice, entre otras cosas, que los malos reyes toman a su servicio mercenarios extranjeros, porque no se atreven a dar armas a sus súbditos, a los que han maltratado. En Francia, incluso, más en otros épocas que en ésta, algunos buenos reyes han tenido a sueldo tropas extranjeras, pero era más bien para salvaguardar a sus súbditos, sin reparar en gastos a la hora de proteger a los hombres.

Esa era también, creo yo, la opinión del gran Escipión el Africano, que prefería haber salvado la vida de un ciudadano que haber destruido a cien enemigos. Pero lo cierto es que el tirano sólo cree tener asegurado su poder si ha conseguido que sus súbditos sean hombres sin valor. Se le podría decir lo que, según Terencio, Trasón dijo al coronel de los elefantes: "¿haces tanto de bravo porque tienes mando sobre las bestias?".

Esa astucia de los tiranos para embrutecer a sus súbditos no ha sido nunca más evidente que en la conducta de Ciro hacia los lidios, una vez que ya se había apoderado de su capital y cautivado a Creso, ese tan rico rey. Le llegó la noticia de que los habitantes de Sardes se habían rebelado. Pronto los redujo a la obediencia, pero no queriendo arrasar una ciudad tan bella ni verse obligado a mantener un ejército para dominarla, recurrió al admirable expediente de crear burdeles, tabernas y juegos públicos, publicando una ordenanza que obligaba a los ciudadanos a acudir a ellos. A partir de ese momento, ya no tuvo que usar la espada contra los lidios. Esos miserables se divertían inventando todo tipo de juegos, y lo hicieron tan bien que los latinos utilizaron el nombre de los lidios para formar la palabra con la que designaron lo que nosotros llamamos pasatiempos y ellos denominaron "Ludi" a partir de una deformación de la palabra "Lydi".
Cierto es que no todos los tiranos han manifestado de forma tan explícita su propósito de pusilanimizar a sus súbditos; pero lo que ese tirano ordenó formalmente, la mayor parte de los otros lo han hecho bajo cuerda. La tendencia natural del pueblo ignorante, que suele ser el más numeroso en las ciudades, es desconfiar de quien le ama y confiar en quien le engaña. No hay pájaro que más fácilmente acuda hacia el reclamo de caza ni pez que, atraido por el gusano, muerda antes el anzuelo que todos esos pueblos que se dejan seducir por la servidumbre al menor caramelo que se les deje probar. Parece cosa maravillosa que tan pronto cedan al menor cosquilleo. El teatro, los juegos, las farsas, los espectáculos, los gladiadores, los animales extraños, las medallas, las pinturas y otras drogas de esa especie eran para los pueblos antiguos los incentivos de su servidumbre, el precio de su libertad arrebatada, las herramientas de la tiranía. Esos medios, esas prácticas, esas tentaciones, eran empleados por los antiguos tiranos para adormecer a sus súbditos bajo el jugo. Así, los pueblos embrutecidos, que encontraban bellos todos estos pasatiempos, entretenidos en un vano placer que les deslumbraba, se acostumbraban a servir con aún mayor torpeza que esos niños que sólo aprenden a leer con brillantes imágenes.

Los tiranos romanos sobrepasaban estos medios. Hacían que las decurías empinasen el codo con frecuencia, cebaban a esa canalla atraída por los placeres de la boca más que por cualquier otra cosa. Así, ni el más despierto entre ellos habría dejado su escudilla sopera para reencontrar la libertad de la República de Platón. Los tiranos distribuían con largueza el cuarto de trigo, el medio de vino, los sestercios, y entonces era habitual oír gritar "¡Viva el rey!". Semejantes zopencos no se daban cuenta de que apenas recobraban una parte de lo que era suyo, una parte que el tirano no podría haberles dado si antes no se la hubiese quitado. Uno echaba hoy el guante al sestercio, y aquel otro se cebaba en el banquete público bendiciendo a Tiberio y Nerón por su liberalidad, pero cuando llegado el día de mañana era obligado a ceder sus bienes ante la avidez, sus hijos ante la lujuria, su sangre incluso ante la crueldad de estos "magníficos" emperadores, entonces no decía ni palabra, como si una piedra fuese, y no reaccionaba más que pudiera hacerlo un tronco. El pueblo ignorante siempre ha sido así: para el placer que no puede obtenerse de forma honesta, siempre está dispuesto; pero se muestra insensible ante el daño y el dolor sufrido con honestidad.

Hoy en día no veo a nadie que, al oir hablar de Nerón, no tiemble ante el nombre de este vil monstruo, esa sucia peste. Sin embargo, hay que decir que tras la muerte, tan desagradable como su vida, de ese incendiario, de ese verdugo, de esa bestia salvaje, el famoso pueblo romano experimentó tanto disgusto, recordando sus juegos y festines, que llegó a rendirle duelo. Eso, al menos, es lo que escribe Tácito, excelente autor y uno de los historiadores más fiables. Y esto no resultará extraño si se toma en cuenta lo que ese mismo pueblo había hecho a la muerte de Julio César, que había secuestrado las leyes y la libertad romanas. Tengo entendido que de este personaje se alababa, ante todo, su "humanidad"; sin embargo, ella fue más funesta para su país que la mayor crueldad del tirano más salvaje que nunca haya vivido, pues, en verdad, esa venenosa dulzura edulcoró para el pueblo romano el brevaje de la servidumbre. Tras su muerte, ese pueblo, que aún sentía en su boca el sabor de los banquetes y recordaba sus prodigalidades, amontonó los bancos de la plaza pública para prender una gran hoguera en su honor; después, le alzó una columna como "padre del pueblo" (incripción que figuraba en su capitel) y rindió más honores a este muerto que los que debería haber hecho a un vivo, comenzando por aquellos que le habían matado.

Los emperadores romanos no se olvidaban de tomar el título de "Tribuno del pueblo", oficio tenido por santo y sagrado; creado para la defensa y protección del pueblo, gozaba de alto prestigio en el Estado. Se aseguraban así de que el pueblo se fiase más de ellos, como si bastante con escuchar ese nombre y pudiese prescindirse de sentir sus efectos. Pero no se comportan mejor los que hoy, antes de cometer los peores crímenes, los preceden siempre de algunos bonitos discursos sobre el bien público y el alivio de los desgraciados. Son bien conocidas las fórmulas de las que hacen uso con tanta finura; ¿pero puede hablar de sutileza allá donde hay tanta impudicia?

Los reyes de Asiria, y más tarde los reyes medos, aparecían en público lo más raramente posible, para que el pueblo supusiese que tenían algo de sobrehumano y para dejar soñar a aquellos que fantasean sobre aquello que no pueden ver. Así, muchas naciones que estuvieron largo tiempo sometidas al imperio de estos misterios reyes se acostumbraron a servirles, y lo hacían aún más voluntariamente por ignorar quien era su amo o incluso por desconocer si tenían amo. De modo que vivían atemorizados por un ser al que nunca habían visto.

Los primeros reyes de Egipto casi nunca se mostraban sin llevar sobre su cabeza una rama o un fuego. Se enmascaraban y se portaban como titiriteros, inspirando con tales extrañas formas el respeto y la admiración de sus súbditos, que más bien habrían debido mofarse y reirse de ellos si no hubieran sido tan estúpidos o estado tan sometidos. Es verdaderamente lamentable descubrir todo lo que hacían los tiranos de tiempos pasados para fundamentar su tiranía, y ver que para ello les bastaban medios muy pequeños, ya que siempre encontraban a la población tan bien dispuesta hacia ellos que para pescarla les bastaba echar la red. Tanto más se mofaban de ella, tanto más fácil les resultaba engañarla y tanto mejor eran servidos.

¿Qué decir de otro de los camelos creídos a pies juntillas por los pueblos antiguos? Creyeron firmemente que uno de los dedos del pie de Pirro, rey de Epiro, hacia milagros y curaba a los enfermos del bazo. Adornaron este cuento diciendo que, cuando el cadáver de ese rey fue incinerado, ese dedo fue encontrado intacto entre las cenizas, inmune al fuego. El propio pueblo ha creado siempre los engaños, a los que añadía una estúpida fe. Muchos autores han informado de tales engaños. Puede verse fácilmente que los han recogido entre los chismes de los pueblos y las fábulas de los ignorantes.

Póngamos como ejemplo las maravillas atribuidas a Vespasiano, a su vuelta de Asiria con destino a Roma, pasando por Alejandría: devolvía el andar a los cojos y la vista a los ciegos, y miles de cosas similares que, a mi entender, sólo podrían ser creídas por aquellos que fuesen más ciegos que aquellos a los que Vespasiano sanaba.

Hasta los mismos tiranos se extrañaban de que los hombre soportasen que otro les maltratase, por lo que con gusto se cubrían con el manto de la religión y se disfrazaban con los oropeles de la divinidad para garantizar su malvada vida. Así, Salmoneo, por haberse mofado del pueblo intentando hacerse pasar por Júpiter, terminó finalmente en el fondo del infierno, según los versos de Virgilio, que allí le habría visto:

"Allí vi a los dos hijos de Aloeis, enormes gigantes, que intentaron quebrantar con sus manos el inmenso cielo y expusrar a Júpiter de su excelso trono; vi también a Salmoneo, padeciendo horribles castigos por haber querido imitar los rayos de Júpiter y los truenos del Olimpo. Tirado por un carro de cuatro caballos y blandiendo teas, iba ufano por los pueblos de Grecia y cruzaba su ciudad de Elix, reclamando para sí los honores debidos a los dioses. ¡Insensato, que creía simular con el bronce batido por los cascos de sus caballos el crujido de las tempestades y del inimitable rayo!, pero Júpiter, sin teas ni humeantes llamas, le disparó entre densas nubes un dardo de fuego y le precipitó en el profundo abismo" (La Eneida).

Si así fue tratado allá abajo quien sólo hizo el idiota, creo que aquellos que han abusado de la religión para hacer el mal serán allí alistados bajo mejor enseña.
Nuestros tiranos también han sembrado en Francia todo tipo de cosas del mismo género: sapos en los blasones, flores de lis, la Santa Ampolla y la oriflama. Cosas que, por mi parte y por más que así lo sea, no quiero creer que sólo sean desatinos, ya que nuestros ancestros en ellos creyeron y en nuestro tiempo no hemos tenido ocasión de sospechar que tal cosa sean. Pues hemos tenido algunos reyes tan buenos en la paz y tan valientes en la guerra que, aunque hayan nacido reyes, parece que la naturaleza no les haya hecho como a los demás y que el dios todopoderoso les haya escogido antes de su nacimiento para confiarles el gobierno y la protección de este reino. Y aún cuando esto no fuese así, no querría entrar en liza para debatir la verdad de nuestras historias ni espulgarlas libremente, evitando así el secuestro de tan bello tema en el que podrá empeñarse nuestra poesía francesa, esa poesía que no sólo ha sido embellecida sino que, por así decir, ha sido creada de nuevo por Ronsard, Baïf et Bellay, quienes hacen progresar tanto nuestra lengua que me atrevo a esperar que pronto nada tendremos que envidiar a griegos o latinos, salvo el derecho de progenitura.

En verdad, yo haría gran daño a nuestra rima (uso intencionadamente ese término, que me agrada, pues, aunque muchos la hayan convertido en mera mecánica, otros hay capaces de darle nobleza y devolverle su original lustre). Le haría, sí, gran daño robándole los bonitos cuentos sobre el rey Clovis, en los que se anima con tanto ingenio y conveniencia el verbo de nuestro Ronsard, en su Francíada. Conozco la capacidad, el fino espíritu y la gracia de ese hombre, que hará de la oriflama su tema, como hacían los romanos con sus vestales y con esos "escudos caídos del cielo" de los que habla Virgilio. De nuestra Santa Ampolla sacará tan buen partido como los atenienses sacaron de la cesta de Eresictón. Habla de nuestros escudos de armas tan bien como ellos hablaron de su olivo, cuya existencia aún presumen en la torre de Minerva. Sí, sería temerario pretender desmentir a nuestros libros invadiendo el terreno de nuestros poetas. Pero para volver a mi tema, del que me he alejado sin darme cuenta, ¿no está claro que los tiranos, para afirmar su poder, se han esforzado en acostumbrar al pueblo, no sólo a la obediencia y a la servidumbre, sino también a prestarles devoción? Todo lo que yo he dicho hasta aquí sobre los medios empleados por los tiranos para imponer la servidumbre sólo es ejercido sobre la gente ignorante.

Llego así a un punto que es, a mi entender, el resorte y el secreto de la dominación, el sosten y fundamento de toda tiranía. Se equivocaría mucho quien pensase que las alabardas, los guardas y los vigilantes son protección suficiente para los tiranos. De ellos se sirven, más bien, como forma y como espantajo, pero sin confiarse a su mera protección. Los arqueros pueden impedir el acceso al palacio de los incapaces sin medios para hacer daño, pero no a personas audaces y bien armadas. El número de emperadores romanos que escaparon del peligro gracias a sus arqueros es menor al de aquellos emperadores que murieron a manos de sus propios arqueros. Quienes defienden a un tirano no son los hombres de caballería o infantería, ni las armas, sino cuatro o cinco hombres que le sostienen y someten ante él a todo el país. Puede ser difícil de creer, pero es la exacta verdad. Siempre ha sido así: cinco o seis hombres a los que el tirano escucha, llegados hasta él por su propia voluntad o porque él los ha llamado, para ser los cómplices de sus crueldades, los compañeros de sus placeres, los rufianes de sus voluptuosidades y los beneficiarios de sus rapiñas.

Esa media docena de hombres moldean tan bien a su jefe que la maldad de éste hacia la sociedad ya no es sólo la suya propia, sino también la de los suyos. Esos seis hombres tienen debajo a seiscientos, a los que corrompen al igual que corrompieron al tirano. Y de esos seiscientos dependen seis mil, a los que promueven, otorgándoles el gobierno de las provincias o el manejo de los dineros para tenerles atrapados por su codicia o su crueldad, de manera que las ejerzan por delegación y hagan tanto mal que no puedan quedar en la sombra y que sólo gracias a su protección puedan escapar a las leyes y al castigo.

Grande es también el número de los que siguen a éstos. Quien quiera devanar el ovillo verá que no son seis mil, sino cien mil o incluso millones, quienes sostienen al tirano por medio de esta ininterrumpida cadena que les ata y liga a él, como Horacio pone en boca de Jupíter, que se jacta de que, tirando de una cadena semejante, arrastraría todos los dioses. De ahí procede el incremento del poder del Senado bajo Julio César, el establecimiento de nuevas funciones y la institución de nuevos cargos, no para reorganizar la justicia sino para dar nuevos apoyos a la tiranía.

En resumen, los beneficios y favores recibidos del tirano hacen que se llegué a un punto en el que hay casi tantas personas a las que la tiranía beneficia como personas a las que placería la libertad.

Según los médicos, desde que se manifiesta un tumor en algún lugar de nuestro cuerpo, aunque nada parezca haber cambiado en éste, todos los humores se dirigen hacia esa parte carcomida. Igualmente, una vez que un rey se declara tirano, todo lo malo del reino, todas sus heces, y no me refiero con ello a unos cuantos pícaros y bribones que no pueden causar bien ni mal a un país, sino a aquellos que están poseídos por una ardiente ambición y una notable codicia, se agrupa en torno a dicho rey y le sostiene para tener parte en el botín y para ser, bajo el gran tirano, otros tantos pequeños tiranos.

Así son los grandes ladrones y los famosos corsarios. Unos recorren el país, otros persiguen a los viajeros. Unos preparan emboscadas, otros están al acecho. Unos masacran, otros despojan, y aunque entre ellos haya jerarquías, siendo unos criados y otros jefes en la banda, al fin y al cabo todos ellos se aprovechan del botín, bien del principal, bien de sus migajas.

Se dijo que los piratas cicilianos se unieron en tan gran número que fue preciso enviar contra ellos al gran Pompeyo, y que atrajeron a su alianza a varias bellas y grandes ciudades, en cuyas abras, al volver de sus correrías, se refugiaban, entregando a cambio una parte del fruto de sus pillajes.

De esa forma, el tirano somete a sus súbditos utilizando a unos contra otros. Es protegido por aquellos de los que debería protegerse, si es que algún valor tuviesen. Pero como bien ha sido dicho, para hendir la madera se usan cuñas de madera; eso son, precisamente, sus arqueros, sus guardias, sus alabarderos. No es que éstos no sufran, pero esos miserables abandonados por Dios y por los hombres se contentan con sobrellevar su mal y causárselo, no a quien se lo causa a ellos, sino a los que, como ellos, también lo sobrellevan y no tienen ninguna culpa. Cuando pienso en esa gente que halaga al tirano para aprovecharse de su tiranía y de la servidumbre del pueblo, me siento casi tan sorprendido por su maldad como compadecido por su estupidez.

Pues, a decir verdad, aproximarse al tirano es alejarse de su propia libertad y abrazar y saludar aparatosamente a su propia servidumbre. Si dejasen de lado durante un momento su ambición, si se distanciasen algo de su codicia, y después se mirasen y se tomasen en consideración, verían claramente que esos aldeanos, esos campesinos que ellos pisotean y a los que tratan como a forzados o esclavos, son, pese a estar tan maltratados, más felices que ellos y, de alguna forma, más libres. El labrador y el artesano, por avasallados que estén, pasan desapercibidos si obedecen; pero el tirano ve como aquellos que le rodean mendigan su favor. No basta con que cumplan sus órdenes, sino que también se requiere que piensen lo que él quiere que piensen y, con frecuencia, que, para satisfacerle, prevean sus deseos. No basta con obedecerle, hay que complacerle. Deben romperse, atormentarse, matarse en aras de sus intereses, y, dado que sólo deben encontrar placer en el placer de él, deben sacrificar sus gustos ante los suyos, forzar su temperamento y despojarse de su naturaleza. Deben estar atentos a sus palabras, a su voz, a su mirada, a sus gestos, mientras que sus propios ojos, pies y manos deben estar continuamente dedicados a indagar los deseos y adivinar los pensamientos del tirano.
¿Es eso vivir feliz? ¿Es, incluso, vivir? Nada hay más insoprotable en el mundo, no sólo para todo hombre valeroso, sino para cualquiera que tenga sentido común o mero aspecto humano. ¿Qué condición puede ser más miserable que la de vivir de esa manera, sin nada propio y poniendo a disposición de otro su comodidad, su libertad, su cuerpo y su vida?

Pero quieren servir para amasar riquezas. ¡Cómo si pudiesen ganar nada que sea suyo, cuando no siquiera pueden decir que ellos son de sí mismos! Cómo si bajo un tirano alguien pudiese tener algo verdaderamente suyo, pretenden convertirse en poseedores de riquezas, olvidando que ellos mismos dan al tirano la fuerza para arrebatar todo a todos, sin dejar a nadie nada de lo que pueda decirse que pertenece a su persona. Sin embargo, pueden ver que precisamente esas riquezas hacen que los hombres dependan de la crueldad del tirano; que para éste no hay crimen más digno de muerte que el beneficio de otro; que sólo ama las riquezas y que no vacila en atacar a los ricos. Estos, pese a todo, se presentan ante él como corderos ante el matarife, ahítos y cebados como si quisieran darle envidia. No deberían acordase tanto de aquellos que han ganado mucho cerca de los tiranos y deberían acordarse más de aquellos que, habiendo podido llenarse hasta el hartazgo durante algún tiempo, han terminado poco después perdiendo todos sus bienes e incluso la vida. Deberían pensar menos en el gran número de los que así han adquirido riquezas y deberían pensar más en el pequeño número de los que han podido conservarlas.

Si repasamos todas las antiguas historias y si evocamos todas aquellas que recordamos, veremos cuan numerosos son aquellos que, habiendo llegado a influir sobre los príncipes con malas artes, halagando sus malas tendencias o abusando de su ingenuidad, fueron finalmente aplastados por esos mismos príncipes, que empeñaron tanta soltura a la hora de encumbrarles como inconstancia a la hora de defenderles. Entre aquellos que han estado cercanos a los malos reyes, pocos hay, casi ninguno, que no haya sufrido finalmente la misma crueldad del tirano que ellos habían atizado contra otros. Con frecuencia, los que, a la sombra del favor del tirano, se habían enriquecido con los despojos arrebatados a otros, terminaron enriqueciendo al tirano con sus propios despojos.

Por mucho que reluzcan en ellas la virtud y la integridad (que, vistas de cerca, inspiran cierto respeto a los mezquinos), tampoco lograrán mantener la consideración del tirano las personas de bien, a las que en algunas ocasiones el tirano llega a amar. También ellas experimentarán el mal común y padecerán la tiranía. Así, por ejmplo, un Séneca, un Burro, un Traceas, tres personas de bien. Las dos primeras tuvieron la desgracia de estar próximas a un tirano del que eran muy queridas y que les confió la gestión de sus asuntos. Pues bien, aunque uno de ellos hubiera educado al tirano y tuviese como garantía de su amistad los cuidados que le prestó durante la infancia, los tres tuvieron una muerte muy cruel. ¿No basta esto como ejemplo de la poca confianza que se debe depositar en un amo malvado? En verdad, ¿qué amistad puede esperarse de aquel que tiene el corazón lo bastante duro como para odiar a todo un reino que se limita a obedecerle?, ¿qué amistad cabe esperar de un ser que, incapaz de amar, se empobrece a sí mismo y destruye su propio imperio?

No obstante, alguien podría decir que esos tres hombres padecieron tal desgracia precisamente por ser personas excesivamente buenas. Pero eso puede desmentirse si nos fijamos con atención en el entorno de Nerón, donde veremos que tampoco tuvieron un final mejor todos aquellos que contaron con su gracia y que estuvieron cercanos a él por medio de su propia maldad.

¿Alguien ha oido hablar de un amor tan desenfrenado, de un cariño tan impetuoso, de un hombre tan obstinadamente apegado a una mujer como en el caso de Nerón respecto a Popea? Sin embargo, él mismo la envenenó. Para colocarle en el trono, su madre, Agripina, había matado a su propio marido Claudio; para favorecerle, todo hizo y todo sufrió. No obstante, fue su hijo, su bebé, al que había convertido en emperador, quien le arrebató la vida tras haberla maltratado frecuentemente. Nadie hubiera negado que fue un castigo merecido... si lo hubiese ejecutado cualquier otro. ¿Quien hubo más fácil de manejar, más simple e inocente que el emperador Claudio? ¿Quién estuvo más chiflado de una mujer que él de Mesalina? Mas la entregó al verdugo. Las bestias tiránicas siguen siendo bestias y son incapaces de hacer nunca el bien, pero, ignoro cómo, finalmente el poco espíritu que les queda se despierta para ser utilizado cruelmente contra aquellos que les son más cercanos. Es conocida la historia de aquel que, habiendo destapado la garganta de su mujer, aquella a la que más amaba y sin la que parecía no poder vivir, le dirigió este bonito cumplido: "este bello cuello será cortado inmediatamente si lo ordeno". Esa es la razón por la que la mayor parte de los tiranos han sido asesinados por sus favoritos, ya que, conociendo la naturaleza de la tiranía, les intranquilizaba cuál sería la voluntad del tirano y desconfiaban de su poder. Domitiano fue matado por Estefano, Cómodo por una de sus amantes, Caracalla por el centurión Marcial, alentado por Macrín, etcétera.

En verdad, el tirano nunca ama ni es amado. La amistad es una palabra sagrada, algo santo. Sólo existe entre personas de bien. Nace de una mutua estima y se mantiene mucho más por la honestidad que por las ventajas obtenidas con ella. Un amigo está seguro de otro porque conoce su integridad y tiene como garantía su buen natural, su lealtad, su constancia. Donde hay crueldad, deslealtad e injusticia no puede haber amistad. Si se juntan los malvados, lo que se forma es un complot, no una sociedad. No se aman, pero se temen. No son amigos, sino cómplices.

Incluso aunque esto no fuese así, sería difícil encontrar en un tirano un amor seguro, ya que, al estar por encima de todos, sin que nadie sea su par, se encuentra más allá de los límites de la amistad, pues ésta florece en la igualdad, en la que se marcha al compás. Por ese motivo, por ser todos pares y compañeros, existe una especie de buena fe entre los ladrones cuando se reparten el botín. Si no se aman, al menos se temen. No quieren debilitar su fuerza desuniéndose.

Pero los favoritos de un tirano no pueden contar nunca con él, porque ellos mismo le han enseñado que es omnipotente, que ningún derecho o deber le obliga, que no tiene que dar más razón que su voluntad, que nadie es igual a él y que es el amo de todos. ¿No resulta deporable que, pese a tantos llamativos ejemplos y teniento el peligro tan presente, nadie quiera aprender las lecciones de las miserias ajenas y que sean tantas las gentes que aún se acercan voluntariamente al tirano? ¿Que no haya uno que tenga la prudencia y el coraje de decirle, como el zorro de la fábula al león que se hacía pasar por enfermo, "iría con gusto a visitarte a tu cubil, pero veo muchas huellas de los animales que entran en ella, pero ninguna de los que salen".

Estos miserables ven como relucen los tesoros del tirano; admiran, sorprendidos, los destellos de su magnificencia. Atraídos por su resplandor, se acercan sin darse cuenta de que se aproximan a una llama que les devorará, como el imprudente sátiro de la fábula, que, viendo brillar el fuego robado por Prometeo, le pareció tan bello que fue a besarlo y ardió. Así, la mariposa que, esperando disfrutar de algún placer, se lanza contra el brillante fuego, pronto experimenta que éste también tiene el poder de quemar, como decía Lucano.

Cuando estos validos logran escapar de las manos de aquel al que sirven, no se salvarán de las de su sucesor. Pues, si es bueno, tendrán que rendir cuentas y someterse a la razón, y si es malo, como su predecesor, tendrá sus propios favoritos que, habitualmente, no se contentarán con quitarles su puesto sino que también querrán quitarles sus bienes y su vida. ¿Cómo es entonces que haya alguno que, ante tal peligro y con tan pocas garantías, quiera ocupar una posición tan peligrosa y servir con tantos sufrimientos a un amo tan peligroso?

¡Qué pena, qué martirio, Dios mio! Pasarse día y noche placiendo a un hombre y desconfiando de él más que de cualquier otro. Estar siempre ojo avizor, con los oídos bien abiertos, tratando de saber de dónde vendrá el golpe, de descubrir emboscadas, de escudriñar el semblante de los competidores y adivinar dónde está el traidor. Sonreír a cada uno y desconfiar de todos, no tener enemigo abiertamente proclamado ni amigo seguro. Mostrar siempre un rostro sonriente aunque el corazón esté helado. No poder ser feliz ni poder atreverse a estar triste.

Resulta gracioso considerar que es lo que obtienen a cambio de ese gran tormento, de esa fatiga y de su vida miserable: el pueblo no acusa al tirano de los males que sufre, sino a ellos, los que le gobiernan. De ellos, conocen sus nombres y narran sus vicios los pueblos, las naciones, todos a porfía, incluyendo a los campesinos y labradores. Acumulan sobre ellos ultrajes, insultos y juramentos. Todas las oraciones y maldiciones se dirigen contra ellos. se les atribuye todas las desgracias, pestes y hambrunas. Y si a veces se finge rendirles homenaje, a la vez se les maldice desde el fondo del corazón y se les tiene más horror que a las bestias salvajes.

Ese es el honor y la gloria que, por sus servicios, recogen entre personas que no quedarían satisfechas ni medio consoladas por su sufrimiento si cada una pudiese tener un trozo de su cuerpo. Incluso tras su muerte, el nombre de estos "tragapueblos" será oscurecido por la tinta de mil plumas y su reputación desgarrada en mil libros. Hasta sus huesos son arrojados al fango para toda la posteridad, como si se quisiera castigarles después de muertos por su malvada vida.

Aprendamos pues a actuar bien. Alcemos nuestros ojos hacia el cielo por nuestro honor o por honor a la verdad, o mejor aún por los de Dios todopoderoso, fiel testigo de nuestros actos y juez de nuestras faltas. Yo pienso, y creo no equivocarme, que, dado que nada es más contrario a un Dios bueno y liberal que la tiranía, él reservará a los tiranos y a sus cómplices algun particular castigo en los infiernos.