domingo, 29 de noviembre de 2009

¿Una segunda ola situacionista? x Garvin Grindon

El año pasado, con motivo del 50º aniversario de los acontecimientos de 1968, pudimos presenciar, al menos aquí en Londres, un sinfín de actos conmemorativos; escuchamos, saliendo de todos los rincones, a muchos expertos contar sus experiencias y, en algún caso, sus rencores extraídos de aquél año en el que una multitud de movimientos, de maneras muy distintas, reclamaron y, en ocasiones, arrebataron de las fauces del capitalismo el terreno de la vida cotidiana.
Todas estas narraciones mencionaban a menudo a la Internacional Situacionista y a todos aquellos grupos –no pocos- cuyas ideas se encuentran, si no directamente relacionadas, sí muy cercanas a ellos.
La lista de estos grupos que intentaron fusionar arte y vida cotidiana como rechazo al capitalismo, y que crearon espacios autónomos para tales fines, seguramente le será familiar a muchos de los lectores de esta revista. En Nueva York, The Yippies y The Black Mask, en California The Diggers, en Chicago the Rebel Worker Group, en el Reino Unido King Mob, en Amsterdam the Provos… Sin embargo, algo que se ha echado en falta en todos estos relatos sobre el “Mayo del 68” ha sido la importancia que, precisamente ese año, tuvo semejante movimiento respecto a las prácticas político-artísticas del presente; poco o nada hemos escuchado acerca de la herencia y relevancia que todos aquellos grupos trasladaron a los movimientos sociales de nuestros días.
El próximo verano también tendrá lugar otro acontecimiento: el décimo aniversario del 18-J, el primer carnaval mundial contra el capital. Ese día, en el distrito financiero londinense, miles de fiesteros disfrazados con máscaras de carnaval invadieron la bolsa de valores logrando anular su actividad habitual y convirtiéndola, una vez parado el corazón financiero de la ciudad, en un vibrante torbellino de relaciones sociales y humanas reales. Esta “táctica carnavalesca” (que, por supuesto, le debe mucho a los situacionistas y a otros grupos de la década de 1960) sirvió de inspiración -y, quizá, consecuencia directa- de la movilización acontecida en Seattle poco más tarde durante ese mismo año. Podría decirse que El 18-J inauguró la idea de una resistencia definida por la fiesta y la creatividad, idea y resientencia, por otra parte, muy influyentes en el ciclo de luchas anticapitalistas surgido a partir de entonces y conocido como “movimiento antiglobalización”.

El tiempo ha pasado y desde entonces hasta ahora parece que hemos tendido a alejarnos de la planificación de todas aquellas explosiones sociales tan creativas (las contracumbres) para acercarnos, cada vez más, a una serie de tácticas micropolíticas comprometidas con la vida cotidiana (aunque, en muchos casos, echen una ojeada a la posibilidad de componer movimientos más amplios).
Todas estas tácticas llevan incorporado en su seno algo de la estética y del lenguaje político de 1968. Durante los últimos nueve años varios movimientos en Europa han empleado y recombinado tácticas procedentes de diferentes experiencias autónomas de los movimientos europeos de los años 1980 y 1990, desde la autonomía italiana hasta Reclaim the Streets en el Reino Unido. Muchos de estos grupos han basado su acción, por ejemplo, en las técnicas de “auto-rédito” (negativa a pagar productos excesivamente caros, o la apropiación masiva de bienes y mercancías para uso social) introducidas por los movimientos autónomos anteriores.

En Barcelona, España, la marca Yomango (una marca dedicada a mangar bienes de las multinacionales) ha ofrecido gratuitamente a los transeúntes de las calles más definidamente comerciales de muchas ciudades consultas y asesoramiento (gratuito, claro está) para una moda y un estilo de vida “Yomango” (sin dinero ni tarjetas). En una de sus primeras acciones este grupo, delante de la prensa y de todo el mundo que se encontraba en esos momentos comprando, y tras haberle tomado las medidas a un consumidor voluntario irrumpieron en una de las sucursales de Bershka y liberaron, por arte de Yomango, una nueva indumentaria sin gastarse ni un duro. En otra ocasión, el 20 de diciembre de 2002, durante el aniversario de la rebelión popular argentina, esta marca llevó a cabo su acción “Yomango-Tango”. Unas cuantas parejas elegantemente vestidas (con vestuario cortesía de Yomango) comenzaron a bailar el tango, o mejor dicho, el Yomango-Tango, en una sucursal de la cadena de comercios Carrefour en pleno período de las compras navideñas. Con cada estilizado movimiento, los bailarines liberaban de las estanterías botellas de champán y las sacaban de la tienda. Algunos medios de comunicación y video-activistas filmaban la escena que se proyectaba a tiempo real sobre una pantalla improvisada en plena calle. Al día siguiente, se descorchó el champán (un buen número de botellas) en una de las sucursales del banco Santander, otra de las empresas responsables de la crisis argentina.
Mientras tanto, en Hamburgo (Alemania), el 28 de abril de 2006 un grupo de superhéroes ataviados con trajes multicolor y respondiendo a nombres inspirados en las condiciones de trabajo precario (Supermum, Multiflex y Operaistorix), actuó en el supermercado de lujo Frische Paradis, llenando varios carros con productos de alta calidad tales como jamón Serrano (¡en Alemania!) o chocolate Valrhona, y desapareciendo sin dejar rastro. El periódico The Guardian entrevistó al encargado de la tienda todavía consternado por lo sucedido: “¡Se han llevado una bandeja de carne australiana de la marca Wagyu Kobe que cuesta 108 €!, ¡esas vacas han recibido masajes especiales, ¿sabe?!; tenemos un queso muy fino y carísimo elaborado por Philippe Olivier, uno de los más reconocidos fabricantes de queso, y… ¡no han dejado ni uno!”
Antes de esfumarse, los Superhéroes dejaron una flor a la cajera (una trabajadora precaria), quien posó con ellos junto al botín. Un helicóptero y 14 coches de policía aparecieron en la escena diez minutos más tarde, pero, tras una ardua investigación, lo único que obtuvieron fue una bolsa de plástico vacía. Ésta fue la primera de una serie de acciones llevadas a cabo por estos superhéroes afines a la MayDay Alemana, así como a la red de grupos autónomos Umsonst (Gratis) que se dedican, entre otras cosas, a la distribución gratuita entre los pasantes de los productos liberados de las multinaciones, prestando especial atención a los trabajadores precarios que – de ahí su acción- tienen que convertirse en superhéroes todos los días de la semana para poder sobrevivir a la precariedad de las condiciones de trabajo actuales. Además de su sofisticado y astuto uso de los medios de comunicación para narrar sus propias historias, las acciones de grupos como Yomango o Los superhéroes precarios son destacables por su capacidad de transformar los valores comerciales y económicos en valores estéticos y sociales.

Otros grupos se han acercado a la politización de la vida entendiendo los afectos y las emociones como agentes activos en la acción política.
The Clandestine Insurgent Rebel Clown Army (C.I.R.C.A.) apareció en el Reino Unido en 2005 como respuesta a la Cumbre del G8 celebrada allí. Frente a la disciplina policial ellos contraatacan con diversión, risas y muestra de vulnerabilidad.
Transportan el papel del payaso a situaciones de acción directa no-violenta. El hecho de presentarse a sí mismos como sujetos vulnerables y ridículos hace que el propio comportamiento policial parezca ridículo; de esta forma consiguen, en muchos casos, deshacer por completo tanto la función disciplinaria de la policía como el papel habitual de los activistas en este tipo de acciones.
Al adoptar ellos mismos el rol de policías (torpes y absurdos) proyectan sobre la policía auténtica esas mismas connotaciones. Esta politización del teatro del absurdo que C.I.R.C.A. lleva a cabo ha logrado, en no pocas ocasiones, conceder la posibilidad de llevar a cabo acciones eficaces, consiguiendo, además, modificar alguno de los comportamientos y relaciones establecidos en el mundo militante, así como romper las barreras psicológicas que los cuerpos policiales construyen entre ellos y los activistas.
Por ejemplo, cuando son empujados por la policía, el ejército de payasos rueda por el suelo como si de peonzas se tratasen. Más allá de la dificultad que conlleva mantener a raya a una multitud de gente carcajeándose, ninguno de los agentes policiales desea ser fotografiado, ni visto por sus compañeros deteniendo repetidas veces a un payaso.

En Londres, en el año 2007, coincidiendo con la feria internacional de armas conocida como The Excel Arms Trade Fair, que se celebra anualmente en el área de los Docklands, un grupo denominado the Space Hijackers decidió pasar a la acción y no resignarse a ser hostigados y aislados por la policía como el resto de manifestantes. Lo primero que hicieron fue hacerse con un tanque y, a continuación, convocar una rueda de prensa donde trasladar su intención de conducirlo hasta la feria y subastarlo al mejor postor. Si una vez cerrada la transacción nuestro cliente –añadían- decide conducir el tanque arrasando la línea policial, que nadie nos exija responsabilidad alguna, nosotros estamos aquí únicamente por una cuestión de negocios, como el resto de los asistentes.
Por desgracia, anunciar que un grupo con tendencias anarquistas dispone de un tanque y que tiene intención de usarlo, suele llamar la atención de la policía. Esto provocó algunos inconvenientes a la hora de llevar a cabo la acción, el grupo fue objeto de una fuerte vigilancia policial, controlaron sus llamadas telefónicas, y el tanque fue retenido a unas cuantas millas del recito ferial. Llegados a este punto, un miembro de los Space Hijackers se subió al techo del tanque con un altavoz, y tras “informar” a la policía de que esa retención era ilegal (por si no lo sabían), anunció que disponían de un montón de bicicletas gratis para que todos los allí presentes pudieran continuar su camino hasta la feria de armas donde, ¡atención!, un segundo (y secreto) tanque les estaba esperando. Lamentablemente no quedó registrada para la posteridad la cara que se le quedó a los agentes de policía ante esta reacción inesperada de los manifestantes, pero al menos sí que disponemos de una persecución en clave de comedia durante la cual un sinnúmero de vehículos policiales tratan de pillar a una multitud de bicis multicolor.
Una vez llegados a la feria se procedió a la subasta del segundo tanque con la ayuda de un nuevo equipo de sonido (el otro estaba retenido) y toda una tropa de saltimbanquis surgidos de repente mostrando al público todos los encantos de aquél artefacto compuesto por esas torretas y esos cañones tan bonitos y eficaces.

El pasado verano, similares formas creativas de organización política aparecieron mientras tenía lugar el tercer campamento contra el cambio climático celebrado alrededor de la central energética de Kingsnorth (Kent). Miles de personas acamparon allí durante una semana de fiesta y protesta formando un poblado ecológico regido por los principios del consenso y la democracia directa. En el día elegido para la acción directa en masa, algunos marcharon a pie hacia la estación mientras otros, al mismo tiempo, anunciaron sus intenciones de invadir el lugar por aire y por mar. El ataque aéreo (top secret) provocó el pánico entre los agentes del orden, quienes movilizaron todos sus recursos para derribar un centenar de cometas que amenazaban seriamente la seguridad del lugar. Por su parte, el escuadrón marino entregó unos cuantos mapas del tesoro a una treintena de embarcaciones piratas proclives a la causa y cuyos tripulantes andaban desde hacía un par de días escondidos en los bosques y campos de alrededor de la central para, una vez hecha la señal, lanzarse al abordaje en río Medway con botes inflables, balsas caseras y catalejos. Esta regata de barcazas rebeldes puso las cosas difíciles a los pesados barcos de la policía, que se las vieron y se las desearon para cortarles el paso; finalmente, algo así como una versión anarquista del juego del castillo Takeshi logró alcanzar la central e interrumpir las operaciones diarias de la estación.
Esta acción provocó que se agotasen las botellas de ron en muchos kilómetros a la redonda, además de demostrar la eficacia política de la acción basada en el arte y el activismo a partes iguales. La naturaleza lúdica y simbólica de este tipo de acciones también funciona como una táctica mediática. Las representaciones habituales de los medios de comunicación, esas que tienden a hacer hincapié en los comportamientos violentos de los manifestantes, se ven alteradas con las imágenes producidas por este tipo de acciones. Tras el campamento contra el cambio climático de Kingsnorth, el periódico The Guardian destacó: “Las fuerzas del orden desplegadas en Kingsnorth sufrieron ayer siete bajas, seis de ellas provocadas por picaduras de mosquitos y otra más por un dolor de muelas”.

Aislar estas historias de los movimientos de los que forman parte pudiera hacerles parecer meras acrobacias creativas divorciadas de cualquier compromiso político más amplio, pero situados en el curso de la historia, entendidos como una tendencia cada vez más pronunciada dentro del espectro de las prácticas anticapitalistas, puede hacernos ver todas estas experiencias estéticas como un resultado posible de aquello que se denominaba “fuerza de trabajo liberada”. Este rechazo al trabajo como mano de obra -es decir, rechazo a la apropiación capitalista de nuestra creatividad- conecta con aquella búsqueda de autonomía mediante la creación de una vida cotidiana basada en otros valores, con aquél el empleo de la actividad humana para otros fines.
“Arte” ha sido, históricamente, el concepto que las sociedades occidentales han empleado para canalizar la creatividad autónoma, de la misma manera que una fiesta ha sido el lugar doméstico donde afectividad y creatividad se han fusionado de maneras no habituales. Por lo tanto, no es de extrañar que los movimientos sociales, conforme se han ido haciendo más y más autónomos (o sea, conforme se han ido reapropiando de la vida social como un fin en sí mismo, en vez de intentar “despertar” ideológicamente a la sociedad), hayan tendido a ver la liberación de su propia fuerza de trabajo en términos de experimentación artística. Si esto ha sido así, quizá sea útil –históricamente útil- pensar ahora algunos de estos aspectos artísticos que definen a los movimientos del presente como una reconstrucción, en términos micropolíticos, de las críticas expresadas por la Internacional Situacionista, aquellas compuestas por el deseo y los afectos a partes iguales y que se encuentran actuando tácticamente en el terreno de los medios de comunicación. En este sentido, todas estas prácticas representarían algo así como una segunda ola situacionista que estaría en deuda tanto con 1968 como con 1999.

Publicación original en The Fifth Estate, http://www.fifthestate.org/FE380.html

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