martes, 24 de noviembre de 2009

Insurreccionalismo sensorial: conspiratio amoris x comuna poetica

Hace algunos días una pléyade de académicos nos comentó que la Comuna era un grupo de epicúreos que pretenden llenar la ciudad de Jardines, un grupo de ?sabios? que, enarbolando principios hedonistas, desea vivir al margen de una sociedad descompuesta. Nuestros ojos comienzan a desorbitarse; se nos derraman las copas de vino; nuestros esqueletos caen en un temblequeo desenfrenado.
Hipnosis. Hipnosis.
Y aquel niño, llamado Epicuro, no entendía de dónde había nacido el Caos de Hesíodo ??Al principio de todo hubo el Caos...?-. Sus maestros no supieron explicarle aquello y, por tanto, emprendió un largo viaje en busca del saber. Pero las garras delirantes del atomismo democriteo y uno que otro patético residuo peripatético, se adueñaron de los sueños de aquel bello jovencillo, llevándolo a originar un hedonismo moderado...
Así que estamos los poetas comuneros en el Jardín. Atenas es bonito, aunque las paredes están muy limpias. Junto a nosotros hay discípulos, esclavos, mujeres y heteras; frontalmente está ese viejo barbudo diciendo: ?Yo exhorto a placer continuos y no a esas virtudes vanas y necias que comportan embrolladoras ilusiones de frutos futuros?. Un cínico, envuelto en un tabardo de estameña, pasa cerca de nosotros, mostrando su puño cerrado del cual solamente se yergue el dedo medio. Nos saca la lengua como mofándose, y se va. Le preguntamos al viejo ?a quien todos llaman Maestro- que si tiene por allí un poquito de vino. Él responde que no, pues con pan y agua podemos satisfacer nuestros placeres. Nos encolerizamos y, decepcionados, nos vamos del Jardín, gritándoles cuán bochornoso es su placer reformista.
Comienza la travesía.
Dos cuerpos -vasijas de sensaciones-, empujados por una seducción extraña, se juntan: melodía carnal invulnerable, espasmos de piel incontenible, choque celeste misterioso. Epicuro, desconcertado, deteriorado tal vez por los radicales libres, empieza a balbucear cosas sobre los átomos. Las sensaciones, percibidas de diferentes formas, pero intransigentes ante cualquier esquema que intente darles coherencia. Y Epicuro insiste en que éstas requieren una confirmación (epimartyresis), con el propósito de llenar una expectativa científica -a esta grosería le llaman empirismo-. De este modo, Occidente -perdiendo el tiempo cual reloj- busca con ansias ?la Verdad?, mientras toda su civilización se zambulle en un mar de veneno y gusanos irritados.
Y nosotros decimos: toda sensación es verídica. Quien intenta confirmar una sensación no hace más que negarla, pues éstas, las sensaciones, no aceptan categorizaciones ni estructuras racionalizantes. Son caóticas, álogos por sí mismas. Si algún antropólogo cultural o filólogo pretende hacer una genealogía de esto, pierde su tiempo. Es imposible demostrar a través del logos la carencia de logos de las sensaciones. Fines y medios son uno solo.
Los cuerpos siguen embriagados. Por un momento, el placer y el dolor se toman de la mano y, desde una gran cumbre, se lanzan al vacío: una sima que esconde tras la bruma un valle inmenso. Se pierden entre los árboles. La palabra se trastoca. El aire se torna húmedo. La nada hace presencia más ausente que nunca. Caos sonríe. Hakim Bey se hurga la nariz.(Stefan George estuvo por aquí, pero le temblaron los cojones al ver que él era una sombra de sí mismo, y terminó como el mayor detractor de la nada -?No existe la cosa allí donde la palabra falta?-).
Entonces un instinto nos inclina a la búsqueda del placer. En un abrir y cerrar de ojos, el dolor se despluma, tarareando una temible canción que compara la Fortuna con la luna. Encabezan en nuestras cabezas algunas representaciones mentales (phantasíai) y, entre tanto, comprendemos que la única manera de perpetuar el placer es a través de la creación (crear, poiesis, poesía). Caos nos dice que a esto le llamemos pasión: sensaciones creando poesía, poesía creando sensaciones. Lo corpóreo e incorpóreo vagando en una misma estela. Y la palabra se embriaga tanto como el cuerpo.
A lo lejos, vislumbramos un niño: Eros quiere jugar...
¡Aguarda! Los negadores de la pasión querrán que te conviertas en un fantoche insensible. Querrán que razones, analices, argumentes y cuentes números hasta que dejes de sentir y lleves una vida de aburrimiento y desolación; te impondrán el tripalium, el trabajo, con el fin de que ni siquiera puedas sentirte a ti mismo; intentarán suprimir tu caos interior obnubilando tu conciencia y así ponerte al servicio de un líder que pedirá ser aplaudido, o un dios impío que dirá: ?Alábame y calla. Yo soy el todopoderoso? -nseguida serás un esclavo de la Mentira, vigilado continuamente por perros feroces contagiados por la rabia-. Por este mismo motivo, los epicúreos mitigaron sus placeres, para que los negadores de la pasión, bajo el manto de la Ley, el Orden y la Autoridad, no los pudieran incomodar. Hasta el mismo Nietzsche admiraba eso de ellos, denominándole "artificios calmantes".
¡Insurrección! ¡No más placeres reformistas ni "artificios calmantes"! ¡Insurreccionalimo sensorial!
Si el placer puede valerse de la creación para reafirmarse, la insurrección puede valerse de la recreación para afirmarse. Llámale a esta lucha re/creación. Siente, y no permitas que los negadores de la pasión te intimiden. Ellos te dirán que los sentidos mienten, que los poetas mienten y que todo el mundo miente salvo ellos. Incluso los anarquistas -con quienes la Comuna Poética tiene más contacto- posiblemente quieran aniquilar tu pasión, obstaculizando tus deseos para encaminarte en una moral cristiana del sacrificio, o al menos te exigirán placeres moderados, como los epicúreos. Porque como pudo ver H. Marcuse, el epicureísmo propone un hedonismo negativo (evitar el dolor), mientras que el nuestro siempre ha de ser positivo (procurar el placer). De hecho, Epicuro, mediante su atomismo, dijo que la muerte nada es para nosotros ?quien muere no siente y quien siente no ha muerto-, pero dejó de lado el ser consciente, brotando a la sazón el temor a la existencia no realizada.
Únicamente eliminando la estructura ?Ley, Orden, Autoridad- podremos vencer a la muerte, tal como lo previó A. Cappelletti. No hay nada de qué temer: el
placer desea el comunalismo del silencio.
...Un cuerpo es una revolución; dos, una utopía...
No abstraigas tu lucha (tú ya eres el gobierno absoluto de ti mismo); siente, siente; evitar debates y discursos ?no hay nada menos placentero que disertar sobre el placer-. Es más: si alguien te llegase a criticar, tendrá la razón ?y que se quede con ella-.
Hipnosis. Hipnosis.
Despertamos. Yacemos en el piso y, desde allí, vemos a una pléyade de académicos carcajeando sardónicamente. Todos, en su mentira, gritan: ?¡Miren, a los poetas comuneros no les asentó bien el vino! ¡Los epicúreos se han embriagado!?.


Comuna Poética
Caos nunca murió

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