domingo, 8 de julio de 2012

UN MUNDO SIN DINERO x Les Amis de 4 Millions de Jeunes Travailleur

El comunismo niega al capitalismo, y lo niega en un movimiento que es producido por el propio desarrollo del modo de producción capitalista, desarrollo que terminará echando abajo este sistema, dando paso a un nuevo tipo de sociedad. En lugar de un mundo basado en el sistema salarial y las mercancías, surgirá un mundo en que la actividad humana nunca volverá a adoptar la forma de trabajo asalariado y donde los productos de esa actividad ya no serán objeto de comercio.

El comunismo no suprime al capital para devolver las mercancías a su estado original. El intercambio mercantil es un vínculo y un logro, pero es un vínculo entre partes antagonistas. Su desaparición no supondrá un retorno al trueque, esa forma primitiva de intercambio. La humanidad ya no estará dividida en grupos opuestos o en empresas. Se organizará a sí misma para planificar y su usar su herencia común y para compartir obligaciones y disfrutes. La lógica del compartir reemplazará a la lógica del intercambio.

El dinero no es un instrumento neutral de medida, sino la mercancía en la que se reflejan todas las demás mercancías. El dinero va a desaparecer. El oro, la plata y los diamantes ya no tendrán más valor que el que provenga de su propia utilidad. El oro podrá destinarse, tal como deseaba Lenin, a la construcción de urinarios públicos.

Marx y Engels


Marx y Engels se impusieron la tarea de comprender el desarrollo de la sociedad capitalista. No les preocupaba mucho describir el mundo del futuro, esfuerzo que ya habían pretendido monopolizar los socialistas utópicos. Sin embargo, la crítica del capitalismo es inseparable de la búsqueda del comunismo. El papel histórico del dinero y del estado sólo se puede entender desde el punto de vista de su abolición.

Que Marx y Engels no se hayan referido más a menudo a la sociedad comunista se debe, paradójicamente, a que en su tiempo dicha sociedad estaba menos al alcance que ahora y por lo tanto era más difícil de avisorar; aunque al mismo tiempo estaba más presente en las mentes de los revolucionarios. Cuando en el Manifiesto Comunista hablaban de abolir el sistema salarial, sus palabras eran comprendidas por aquellos a quienes iban dirigidas. Hoy es mucho más difícil prever un mundo liberado del estado y de las mercancías porque éstos se han vuelto omnipresentes. Pero asimismo, al hacerse omnipresentes, han perdido su justificación histórica.

Marx y Engels quizás no llegaron a comprender tan bien como un Fourier la naturaleza del comunismo como liberación y armonización de las pasiones. Fourier, sin embargo, nunca fue más allá del sistema salarial, ya que entre otras cosas seguía deseando que los doctores sean bien pagados, aún cuando esa paga corresponda más a la salud de la comunidad que a las enfermedades de sus pacientes.

Marx y Engels, no obstante, fueron lo bastante precisos para que los liberemos de responsabilidad por el sistema burocrático y financiero de los países llamados “comunistas”, que suele atribuírseles. Según Marx, en el comunismo el dinero simplemente desaparece y los productores dejan de intercambiar sus productos, mientras que Engels por su parte hace coincidir la instauración del socialismo con el fin de la producción de mercancías. Que nadie nos venga a hablar de “errores de juventud”, como suelen hacer los marxólogos: estamos hablando de la Crítica del Programa de Gotha y del Anti-Duhring.

El Fin De La Propiedad


¿Qué es la propiedad? No es una pregunta tan fácil de responder. Fijémonos en la controversia entre Marx y Proudhon. Éste último había propuesto que “la propiedad es un robo”, asumiendo con buena razón que la propiedad no tiene su origen en la naturaleza, sino que es producida por una sociedad regida por relaciones de poder, de violencia y de apropiación privada del trabajo de otros. Decir que la propiedad es un robo, mientras que el robo sólo se puede definir en relación a la propiedad, no es más que dar vueltas en círculos.

Las cosas se complican más cuando pasamos del problema de la propiedad al de la abolición de la propiedad. ¿Hay que abolir toda propiedad, tanto la de medios de producción como la de posesiones personales? ¿Hay que hacerlo selectivamente? ¿Debiera ocurrir una ruptura radical con toda forma de propiedad y cualquier cosa que se le parezca?

El comunismo apuesta por la última alternativa. No se trata de transferir títulos de propiedad sino de hacer desaparecer la propiedad. En la sociedad revolucionaria nadie podrá “usar y abusar” de un bien por ser su dueño. No habrá excepciones a la regla. Edificios, alfileres, lotes de tierra… ya no pertenecerán a nadie, o si se prefiere, pertenecerán a todos. En poco tiempo la idea misma de propiedad será considerada absurda.

¿Entonces todo pertenecerá a todos por igual? ¿Significa esto que el primero que llegue podrá sacarme de mi casa, arrebatarme mis ropas o quitarme el pan de la boca sólo porque ya no seré dueño de mi casa, mis ropas y mi comida? Por supuesto que no; al contrario, la seguridad material y emocional de todas las personas se verá fortalecida. Es simplemente que al reclamar protección, las personas no invocarán ningún derecho de propiedad, sino directamente su interés en el asunto. Todos podrán saciar su hambre, disponer de una vivienda y de abrigo de acuerdo a su conveniencia. Todos podrán vivir en paz.

De la Escasez a la Abundancia


En la sociedad comunista el derecho y el sentimiento de la propiedad se extinguirán porque se habrá puesto fin a la escasez. La gente ya no tendrá que aferrarse a un objeto por miedo a no perderlo si se descuidan por un instante.

¿Mediante qué artilugio mágico pretendemos instaurar una tal era de abundancia?, preguntan con ironía los burgueses. No hay nada mágico en ello. Haremos aparecer la abundancia porque ya está aquí bajo nuestros pies. El problema no es crearla sino simplemente liberarla. Es justamente el capital el que ha abierto la posibilidad de la abundancia, mediante la subyugación de la gente y de la naturaleza a lo largo de siglos. No es que el comunismo súbitamente vaya a producir abundancia: es que el capitalismo mantiene artificialmente la escasez.

En las sociedades comunistas los bienes estarán disponibles libremente y sin cobro alguno. Toda la organización de la sociedad, hasta sus cimientos, tendrá lugar sin mediación del dinero.

¿Cómo evitar que la riqueza sea apropiada por unos pocos a costa de los demás? ¿No sucederá que nuestra sociedad, tras un momento de euforia en que la gente se contente con los recursos disponibles, caerá en el caos y la desigualdad para finalmente hundirse en el desorden y el terror?

En la sociedad comunista desarrollada las fuerzas productivas serán suficientes para satisfacer las necesidades existentes. El ansia desenfrenada y neurótica por consumir y acumular desaparecerá. Resultará absurdo querer acumular cosas: ya no habrá dinero que ahorrar ni asalariados que emplear. ¿Para qué va uno a acumular latas de conservas o artefactos eléctricos que no usará?
En este mundo nuevo la gente no tendrá que estar siempre pagando y ajustando cuentas para alimentarse, viajar o divertirse. Rápidamente perderán el hábito de hacerlo. De ello nacerá un sentimiento de ser realmente libres. La gente se sentirá en casa en todas partes. Al no estar constantemente bajo vigilancia, no sentirán la tentación de engañar. ¿Para qué mentir o acumular en secreto si uno tiene la seguridad de obtener lo que necesita?

Poco a poco el sentimiento de la propiedad irá desapareciendo, y nos parecerá en retrospectiva algo mezquino y vergonzoso. ¿Por qué aferrarte a un objeto o a una persona cuando el mundo entero es tuyo?

Esta nueva gente se parecerá a sus ancestros cazadores y recolectores que confiaban en una naturaleza que les daba gratuitamente y a menudo en abundancia todo lo que necesitaban para vivir, y que no conocían la preocupación por el mañana, sobre el que de todos modos no tenían ningún control. Para la gente del futuro la naturaleza será el mundo que ellos mismos habrán forjado, y la abundancia la crearán con sus propias manos. Se sentirán seguros de sí mismos porque confiarán en su propia fuerza y conocerán sus limitaciones. No estarán preocupados porque sabrán que el mañana les pertenece. ¿La muerte? Existe. Pero no tiene sentido llorar por lo que es inevitable. La cuestión es estar en posición de poder disfrutar del momento presente.

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