sobre el marxista comunista de consejos Anton Pannekoek ir aqui
I
El término "capitalismo de Estado" se usa frecuentemente de dos
maneras diferentes: la primera, como una forma económica en la que el Estado
realiza el papel del empresario capitalista, explotando a los trabajadores en
interés del Estado. El sistema federal de correos o un ferrocarril de propiedad
estatal son ejemplos de este tipo de capitalismo de Estado. En Rusia, esta forma
de capitalismo de Estado predomina en la industria: el trabajo es planificado,
financiado y gestionado por el Estado; los directores de industria son
designados por el Estado y los beneficios se consideran la renta del Estado. La
segunda, encontramos que se define como capitalismo de Estado (o socialismo de
Estado) aquella situación en la que las empresas capitalistas son controladas
por el Estado. Esta definición está, no obstante, desencaminada, en tanto bajo
estas condiciones existe todavía la forma de la propiedad privada aunque el
propietario de una empresa ya no sea el único amo, estando su poder restringido
mientras se acepta cierto sistema de seguridad social para los trabajadores.
Ahora bien, depende del grado de ingerencia del Estado en las
empresas privadas. Si el Estado aprueba ciertas leyes que afectan a las
condiciones de empleo, tales como la contratación y el despido de los
trabajadores, si las empresas son financiadas por un sistema bancario federal, o
se conceden subvenciones para apoyar el comercio exportador, o si se fija por
ley la limitación de los dividendos de las grandes corporaciones, entonces se
llegará a una situación en la que el control estatal regulará la vida económica
entera. Esto variará en ciertos grados del estricto capitalismo de Estado.
Considerado la situación económica actual en Alemania, podríamos
considerar que allí prevalece una suerte de capitalismo de Estado. Los
gobernantes de la gran industria en Alemania no son sujetos subordinados al
Estado, sino que son el poder gobernante en Alemania a través de los
funcionarios fascistas en las oficinas gubernamentales. El Partido
Nacional-Socialista se desarrolló como una herramienta de estos gobernantes. En
Rusia, por el contrario, la burguesía fue destruida por la Revolución de octubre
y ha desaparecido completamente como poder gobernante. La burocracia del
gobierno ruso tomó el mando de la creciente industria. El capitalismo de Estado
ruso pudo desarrollarse en tanto que allí no había una burguesía poderosa. En
Alemania, como en Europa occidental y en América, la burguesía tiene el poder
total, es la propietaria del capital y de los medios de producción. Esto es
esencial para el carácter del capitalismo. El factor decisivo es el carácter de
la clase que es propietaria, con pleno control, del capital, no la forma interna
de la administración, ni el grado de ingerencia del Estado en la vida económica
de la población. Aun si esta clase considera una necesidad someterse a una
regulación más estricta --paso que también haría a los capitalistas privados más
pequeños ser más dependientes de la voluntad de los grandes capitalistas--
todavía permanecería el carácter del capitalismo privado. Debemos, por
consiguiente, apreciar la diferencia entre el capitalismo de Estado y ese
capitalismo privado que puede regularse hasta el más alto grado por medio del
Estado.
Las regulaciones estrictas no han de verse simplemente como un
intento por encontrar una salida a la crisis. Las consideraciones políticas
también toman parte. Los ejemplos de regulación estatal apuntan a un objetivo
general: la preparación para la guerra. La industria de guerra se regula, lo
mismo que la producción de comida de los granjeros, para estar preparados para
la guerra. Empobrecida por los resultados de la última guerra, privada de
provincias, materias primas, colonias, capital, la burguesía alemana debe
intentar rehabilitar las fuerzas que le quedan mediante una rigurosa
concentración. Previendo la guerra como recurso final, pone tantos recursos como
sea necesario en manos del control estatal.
Una vez encarados al objetivo común de un nuevo poder mundial,
los intereses privados de las diversas secciones de la burguesía quedan en
segundo plano. Todos los poderes capitalistas están confrontados con esta
cuestión: ¿en que medida al Estado, como representante de los intereses comunes
de la burguesía nacional, se le deberían confiar poderes sobre las personas, las
finanzas y la industria en la lucha internacional por el poder? Esto explica por
qué en esas naciones de una población pobre, pero rápidamente en aumento, sin
ninguna o con pocas colonias (tal como Italia, Alemania, Japón), el Estado ha
asumido el mayor poder.
Uno puede plantearse la pregunta: ¿no es el capitalismo de Estado
la única "salida" para la burguesía? Obviamente, el capitalismo de Estado sería
factible únicamente si todo el poceso productivo pudiese ser gestionado y
planificado centralmente desde arriba, para satisfacer las necesidades de la
población y eliminar las crisis. Si tales condiciones se produjesen, la
burguesía dejaría entonces de ser una burguesía auténtica. En la sociedad
burguesa no sólo existe la explotación de la clase obrera, sino que también debe
existir la lucha constante de las diversas secciones de la clase capitalista por
los mercados y por fuentes para la inversión de capital. Esta lucha entre los
capitalistas es totalmente distinta de la vieja libre competición en el mercado.
Bajo la cobertura de la cooperación del capital dentro de la nación, existe allí
una lucha continua entre enormes monopolios. Los capitalistas no pueden actuar
como meros recolectores de dividendos, dejando la iniciativa a funcionarios
estatales para atender a la explotación de la clase obrera. Los capitalistas
luchan entre ellos por los beneficios y por el control del Estado para proteger
sus intereses sectoriales, y su campo de acción se extiende más allá de los
límites del Estado. Aunque durante la crisis actual tuvo lugar una fuerte
concentración dentro de cada nación capitalista, todavía persisten allí los
poderosos entrelazamientos internacionales (del gran capital). En la forma de
una lucha entre naciones, la lucha de los capitalistas continúa, con lo cual una
crisis política severa a causa de la guerra y la derrota tiene el efecto de una
crisis económica.
Cuando, por consiguiente, surge la cuestión de si el capitalismo
de Estado --en el sentido en que ha sido usado arriba-- es una fase intermedia
necesaria, antes de que el proletariado tome el poder, de si sería la forma más
elevada y última de capitalismo establecida por la burguesía, la respuesta es
no. Por otro lado, si por capitalismo de Estado uno quiere decir el control
y la regulación estrictas del capital privado por el Estado, la respuesta es
sí, variando el grado de control estatal dentro de un país de acuerdo con la
época y las condiciones, llevandose a cabo de diferentes modos la preservación y
el incremento de los beneficios, dependiento de las condiciones históricas y
políticas y de la relación entre las clases.
II
Sin embargo, es posible y bastante probable que el capitalismo de
Estado sea una fase intermedia, hasta que el proletariado tenga éxito en
establecer el comunismo. Esto, no obstante, no podría ocurrir por razones
económicas sino políticas. El capitalismo de Estado no sería el resultado de las
crisis económicas, sino de la lucha de clases. En la fase final del capitalismo,
la lucha de clases es la fuerza más importante que determina las acciones de la
burguesía y amolda la economía estatal.
Ha de esperarse que, como resultado de la gran tensión y conficto
económicos, la lucha de clase del proletariado futuro se inflamará hasta llegar
a la acción de masas. Sea esta acción de masas el resultado de conflictos
salariales, guerras o crisis económicas, y tome la forma de huelgas de masas,
disturbios callejeros o lucha armada, el proletariado establecerá
organizaciones-de-consejos[1*] --órganos de autodeterminación y ejecución
uniforme de la acción--. Esté será particularmente el caso en Alemania. Allí los
viejos órganos políticos de la lucha de clases han sido destruidos; los
trabajadores están codo con codo como individuos, sin ninguna otra fidelidad que
a su clase. Si van a desarrollarse movimientos políticos de largo alcance en
Alemania, los trabajadores sólo podrían funcionar como clase, luchar como clase,
cuando opongan, al principio capitalista de la dictadura unipersonal, el
principio proletario de la autodeterminación de las masas. En otros países
parlamentarios, por otra parte, los trabajadores son severamente estorbados en
su desarrollo como clase independiente por las actividades de los partidos
políticos. Estos partidos prometen a la clase obrera métodos de lucha más
seguros, imponen su dirección a los trabajadores y con la ayuda de su maquinaria
de propaganda hacen de la mayoría de la población sus seguidores descerebrados.
En Alemania estos impedimentos son una tradición moribunda.
Tales luchas de masas primarias son sólo el principio de un
periodo de desarrollo revolucionario. Permítasenos tomar una situación favorable
al proletariado, en la que esa acción proletaria es tan poderosa como para
paralizar y derrocar al Estado burgués. A pesar de la acción unánime a este
respeto, el grado de madurez de las masas puede variar. Una concepción clara de
los objetivos, los modos y los medios sólo se adquirirá durante el proceso de la
revolución, y después de la primera victoria se afirmarán las diferencias acerca
de la táctica ulterior. Entonces los portavoces de los partidos socialista o
comunista aparecen; no están muertos, por lo menos sus ideas están vivas entre
el sector "moderado" de los trabajadores. Ahora ha llegado el momento de poner
en práctica su programa de "socialismo de Estado".
Los trabajadores más progresivos, cuyo objetivo debe ser poner la
dirección de la lucha bajo el control de la clase obrera, por medio de la
organización-de-consejos, (debilitando así el poder enemigo de la fuerza
estatal) se encontrarán con la propaganda "socialista", en la que se enfatizará
la necesidad de construir aceleradamente el orden socialista por medio de un
gobierno "socialista". Se lanzarán advertencias contra las demandas extremas, se
harán apelaciones a la timidez de aquellos individuos para los que el
pensamiento del comunismo proletario es todavía inconcebible; se aconsejarán los
compromisos con los reformistas burgueses, así como la compra de la burguesía,
en lugar de forzarla a una resistencia amarga por medio de la expropiación. Se
harán intentos de retraer a los trabajadores de los objetivos revolucionarios,
de la lucha de clase determinada. Alrededor de este tipo de propaganda se
agruparán aquellos que se sientan llamados a estar a la cabeza del partido o a
asumir la dirección entre los trabajadores. Entre estos líderes estará
una gran porción de la intelectualidad --que fácilmente se adapta al "socialismo
de Estado", pero no al comunismo de consejos-- y otras secciones de la burguesía
que ven en las luchas obreras una nueva posición de clase, desde la cual pueden
combatir con éxito el comunismo. "El socialismo contra la anarquía", tal
será el grito de guerra de aquellos que querrán salvar del capitalismo lo que
pueda salvarse.
El resultado de esta lucha depende de la madurez de la clase
obrera revolucionaria. Aquéllos que ahora creen que todo lo que uno tiene que
hacer es esperar la acción revolucionaria, porque entonces la necesidad
económica enseñará a los trabajadores cómo actuar correctamente, son víctimas de
una ilusión. Ciertamente, los trabajadores aprenderán rápidamente y actuarán
enérgicamente en tiempos revolucionarios. Mientras tanto, probablemente se
experimentarán duras derrotas, que resultarán en la pérdida de innumerables
víctimas. Cuanto más cabal sea la obra de esclarecimiento del proletariado, más
firme será el ataque de las masas contra el intento de los "líderes" de dirigir
sus acciones hacia los cauces del socialismo estatal. Considerado las
dificultades con que se encuentra ahora la tarea de esclarecimiento, parece
improbable que quede allí abierto para los trabajadores un camino a la libertad
sin retrocesos. En esta situación se encontrarán las posibilidades del
capitalismo de Estado como fase intermedia antes de la llegada del comunismo.
Así, la clase capitalista no adoptará el capitalismo de Estado
por el devenir de sus propias dificultades económicas. El capitalismo
monopolista, particularmente cuando usa al Estado como una dictadura fascista,
puede asegurarse la mayoría de las ventajas de una organización única sin
abandonar su propia dominación sobre la producción. Se dará una situación
distinta, sin embargo, cuando la burguesía se sienta tan presionada por la clase
obrera que la forma vieja del capitalismo privado ya no pueda salvarse. Entonces
el capitalismo de Estado será la salida: la preservación de la explotación en la
forma de una sociedad "socialista", donde los "líderes más capaces", los
"mejores cerebros", y los "grandes hombres de acción" dirigirán la producción y
las masas trabajarán obedientemente bajo su mando. Si a este estado se le llama
capitalismo de Estado o socialismo de Estado da lo mismo en
principio. Si uno se refiere al primer término "capitalismo de Estado" como
siendo una burocracia estatal dominante y explotadora, o al segundo término,
"socialismo de Estado", como a un cuerpo de funcionarios necesarios que, como
servidores respetuosos y obedientes de la comunidad, comparten el trabajo con
los trabajadores, la diferencia en último análisis reside en la suma de los
salarios y la medida cualitativa de su influencia en las conexiones de partido.
Tal forma de sociedad no puede ser estable, es una forma
regresiva contra la cual la clase obrera se levantará de nuevo. Bajo ella puede
producirse orden en cierta medida, pero la producción sigue restringida. El
desarrollo social sigue obstaculizado. Rusia fue capaz, a través de esta forma
de organización, de cambiar del semi-barbarismo a un capitalismo desarrollado,
de superar incluso los logros del capitalismo privado de los países
occidentales. En este proceso figura el manifiesto entusiasmo entre las clases
burguesas "advenedizas", dondequiera que el capitalismo empieza su curso. Pero
tal capitalismo de Estado no puede progresar. En Europa occidental y en América
la misma forma de organización económica no sería progresiva, dado que impediría
la llegada del comunismo. Obstruiría la revolución necesaria en la producción;
es decir, sería reaccionaria en su carácter y asumiría la forma política de una
dictadura.
III
Algunos marxistas mantienen que Marx y Engels previeron este
desarrollo de la sociedad hacia el capitalismo de Estado. Pero nosotros no
conocemos ninguna declaración de Marx acerca del capitalismo de Estado de la
cual pudiésemos deducir que considerase que el Estado, cuando éste asume el
papel de capitalista único, fuese la última fase de la sociedad capitalista. Él
vio en el Estado el órgano de opresión que la sociedad burguesa usa contra la
clase obrera. Para Engels: "El proletariado toma el poder del Estado y
entonces transforma la propiedad de los medios de producción en propiedad del
Estado".
Esto significa que la transformación de la propiedad en propiedad
estatal no ocurrirá previamente. Cualquier esfuerzo por hacer responsable a esta
sentencia de Engels de la teoría del capitalismo de Estado, lleva a Engels a
contradicción consigo mismo. Tampoco hay ninguna confirmación de esto que se
pueda encontrar en los acontecimientos reales. Los ferrocarriles en los países
capitalistas altamente desarrollados, como Inglaterra y América, todavía son la
posesión privada de corporaciones capitalistas. Sólo los servicios postales y
telegráficos son poseídos por los Estados en la mayoría de los países, pero por
razones distintas que su alto estado de desarrollo. Los ferrocarriles alemanes
fueron apropiados por el Estado mayormente por razones militares. El único
capitalismo de Estado que fue capaz de transformar los medios de producción en
propiedad del Estado es el ruso, pero no a cuenta de su elevado estado de
desarrollo, sino al revés, a cuenta de su bajo estado de desarrollo. No hay
nada, sin embargo, que pueda encontrarse en Engels que pudiera aplicarse a las
condiciones existentes en Alemania e Italia hoy, que consisten en la fuerte
regulación supervisora y la limitación de la libertad del capitalismo privado
mediante un Estado todopoderoso.
Esto es totalmente natural, ya que Engels no era un profeta; era
sólo un científico que era bien consciente del proceso del desarrollo social. Lo
que él expone son las tendencias fundamentales en este desarrollo y su
significación. Las teorías del desarrollo se expresan mejor cuando se exponen en
conexión con el futuro; no es, por tanto, dañino expresarlas con cautela. Cuanto
menos cauta es la expresión, como es a menudo el caso de Engels, esto no
disminuye en lo más mínimo el valor de los prognósticos, aunque los
acontecimientos no correspondan exactamente a las predicciones. Un hombre de su
calibre tiene derecho a esperar que incluso sus suposiciones sean tratadas con
cuidado, cuanto que se ha llegado a ellas bajo ciertas condiciones definidas. La
obra de deducir las tendencias del capitalismo y su desarrollo, y darles forma
en teorías coherentes y comprehensivas, asegura a Marx y Engels una posición
prominente entre los pensadores más excelentes y científicos del siglo
diecinueve; pero la descripción exacta, en todos sus detalles, de la estructura
social de la mitad siglo por delante, era una imposibilidad incluso para ellos.
Las dictaduras, como las de Italia y Alemania, se hicieron
necesarias como medios de coerción para imponer a la masa reacia de pequeños
capitalistas el nuevo orden y las limitaciones reguladoras. Por esta razón, tal
dictadura es considerada a menudo la forma política futura de la sociedad en un
capitalismo desarrollado a nivel mundial.
Durante cuarenta años, la prensa socialista señaló que la
monarquía militar era la forma política de la sociedad perteneciente a una
sociedad capitalista concentrada. Pues el burgués tiene la necesidad de un
Kaiser, de los Junkers y del ejército para la defensa contra una clase obrera
revolucionaria por un lado, y contra los países vecinos por el otro. Durante
diez años prevaleció la creencia de que la república era la verdadera forma de
gobierno en un capitalismo desarrollado, porque bajo esta forma de Estado los
burgueses serían los amos. Ahora se considera que la dictadura es la forma de
gobierno necesaria. Cualquiera que pueda ser la forma, siempre se encuentran las
razones más adecuadas para ella. Mientras, al mismo tiempo países como
Inglaterra, Francia, América y Bélgica, con un capitalismo altamente concentrado
y desarrollado, retienen la misma forma de gobierno parlamentario, sea éste bajo
una república o un reino. Esto prueba que el capitalismo elige muchos caminos
que llevan al mismo destino, y también prueba que no se debe tener prisa en
deducir conclusiones de las experiencias de un país para aplicarlas al mundo en
general.
En cada país el gran capital cumple su dominación por medio de
las instituciones políticas existentes, desarrolladas a través de la historia y
las tradiciones, cuyas funciones son expresamente transformadas. Inglaterra
ofrece un ejemplo. Allí el sistema parlamentario, junto con un alto grado de
libertad y autonomía personales, tienen tanto éxito que no hay ninguna traza de
socialismo, comunismo o pensamiento revolucionario entre las clases
trabajadoras. Allí crece y se desarrolla también el capitalismo monopolista.
Allí, también, el capitalismo domina al gobierno. Allí, también, el gobierno
toma medidas para superar los resultados de la depresión; pero se las arreglan
perfectamente sin la ayuda de una dictadura. Esto no hace de Inglaterra una
democracia, porque ya hace medio siglo que dos camarillas aristocráticas de
políticos se apropian del gobierno alternativamente, y las mismas condiciones
prevalecen hoy. Pero están gobernando por medios diferentes; a la larga, estos
medios pueden ser más eficaces que la dictadura brutal. Comparado con Alemania,
el igual y poderoso gobierno del capitalismo inglés parece ser el más normal. En
Alemania, la presión de un gobierno policial forzó a los trabajadores a
movimientos radicales, como consecuencia de lo cual obtuvieron un poder político
externo; no lo obtuvieron a través del empeño de una gran fuerza interior dentro
de sí mismos, sino a través de la debacle militar de sus gobernantes y,
finalmente, vieron ese poder destruido por una dictadura afilada, el resultado
de una revolución pequeñoburguesa que fue financiada por el capital monopolista.
Esto no debe interpretarse en el sentido de que la forma inglesa de gobierno sea
realmente la normal, y la alemana la anormal; justamente como sería equivocado
asumir lo contrario. Cada caso debe juzgarse separadamente, cada país tiene el
tipo de gobierno que germinó a partir de su propio curso de desarrollo político.
Observando América, encontramos en esta tierra de la mayor
concentración de capital monopolista tan poco deseo de cambio a una dictadura
como lo encontramos en Inglaterra. Bajo la administración de Roosevelt se
efectuaron ciertas regulaciones y acciones para paliar los resultados de la
depresión, algunas de las cuales eran completas innovaciones. Entre éstas estaba
también el comienzo de una política social, que hasta ahora estaba completamente
ausente de la política americana. Pero el capital privado ya está rebelándose y
sintiéndose lo suficientemente fuerte para seguir su propio curso en la lucha
política por el poder. Vistas desde América, las dictaduras en diversos países
europeos aparecen como una armadura pesada, destructiva de la libertad, que las
estrechamente aprisionadas naciones de Europa deben llevar, debido a que peleas
heredadas las lanzan a la destrucción mútua; pero no se presentan como lo que
realmente son, resueltas formas de organización de un capitalismo altamente
desarrollado.
Los argumentos en favor de un nuevo movimiento obrero, que
nosotros designamos con el nombre de comunismo de consejos, no encuentran
su base en la dictadura capitalista de Estado o fascista. Este movimiento
representa una necesidad vital de las clases obreras y habrá de desarrollarse en
todas partes. Se convierte en una necesidad debido a la colosal elevación del
poder del capital, porque contra un poder de esta magnitud las viejas formas del
movimiento obrero se vuelven impotentes; en consecuencia, el trabajo debe
encontrar nuevos medios de combate. Por esta razón, los principios programáticos
para el nuevo movimiento obrero no pueden basarse ni en el capitalismo de
Estado, ni en el fascismo o en la dictadura como sus causas, sino solamente en
el poder constantemente creciente del capital y en la impotencia del viejo
movimiento obrero para enfrentarse a este poder.
Para las clases obreras en los países fascistas prevalecen ambas
condiciones, pues allí el poder incrementado del capital es el que sostiene en
el país la dictadura política al igual que la dictadura económica. Cuando allí
la propaganda por nuevas formas de acción conecta con la existencia de la
dictadura, es así como debe ser. Pero sería una estupidez basar un programa
internacional en tales principios, olvidando que las condiciones en otros países
difieren ampliamente de las de los países fascistas.
[1*] Traducimos "council organisation" por "organización-de-consejos",
debido a que éste término no sólo designa a los consejos obreros o soviets en
sentido estricto, sino también a las formas de organización inspiradas en ellos
o que les sirven de base, como fuera en caso de las Organizaciones de Fábrica
alemanas en los años 20 y su combinación en Uniones Obreras.
*Este artículo se publicó primeramente al parecer en Räte
Korrespondenz. Esta traducción fue publicada en International Council
Correspondence, vol. III, nº 1, enero de 1937.
Traducido y digitalizado por el Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques. Formato HTML para el
Marxists Internet Archive el Jonas Holmgren.