Desde finales de los años 80, tanto la postmodernidad como el postestructuralismo, han sido acogidos por varios círculos intelectuales. No obstante, la teoría anarquista ha sido un pretendiente precavido. De hecho, una refutación categórica a cualquier postura postmoderna/postestructuralista ha llegado a vincular, incluso, a algunos de sus más persistentes adversarios (cf. Zerzan 1991; Albert n.d.). Sin embargo, desde principios de esta década, ha aumentado notablemente el interés por la importancia que, para el pensamiento y la praxis anarquista, tienen la postmodernidad y el postestructuralismo. El propósito de este ensayo es, precisamente, el de investigar en qué consiste dicho interés, cómo se desarrolla y qué enfoque asume sin dejar de lado, claro está, sus promesas y defectos.
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