sábado, 21 de agosto de 2010

La sexualidad y el funcionamiento de la dominación x Casilda Rodigañez

"El jardin de las hesperides" de Frederic Leighton (1892)"

contraportada del libro

Hay dos conceptos para entender la sexualidad: la pulsión del deseo y la capacidad orgásmica del cuerpo humano. Sin deseo, la práctica del sexo no es sexualidad, sino como decía Juan Merelo Barberá, tecnosexología. Sin deseo, los cuerpos no pueden desarrollar su genuina capacidad orgásmica, necesaria para su autorregulación y para su funcionamiento normal. El deseo y el desarrollo de la capacidad orgásmica se producen espontáneamente, no necesitan 'educación'; sólo necesitan que se eliminen las prohibiciones, el Tabú del Sexo. La tecnosexología sí es objeto de educación porque es la practica del sexo sin deseo, o con el deseo inducido con técnicas artificiales; es la practica del sexo de los cuerpos acorazados, educados en la inhibición más o menos sistemática e inconsciente del deseo; las mujeres, en la inhibición del latido del útero, en la desconexión entre la conciencia y el útero.

En el estado de inhibición, las emociones se desconectan de las pulsiones corporales y se convierten en emociones erráticas que producen ansiedad. El conductismo pretende educarnos y 'alfabetizarnos' emocionalmente, sin cuestionar el estado de represión del deseo y el estancamiento de la capacidad orgásmica desde la etapa primal. Pero el 'analfabetismo emocional' no es innato, es precisamente el resultado directo del estado de represión en el que nos socializamos, y al permanente esfuerzo para adaptarnos a la norma de la institución del matrimonio o de la llamada 'pareja de hecho'.

Las emociones brotan del cuerpo para apoyar la implementación de las pulsiones (ya sean eróticas y sexuales, o de defensa, como la ira y la cólera…). Son tan sabias como las pulsiones, y su objeto es facilitar la autorregulación del cuerpo. En una sociedad de sexualidad espontánea, percibiríamos nítidamente el sentido de cada emoción en la autorregulación corporal, así como su conexión con su pulsión correspondiente. Las emociones serían el medio más importante para percibir lo que pasa en cada rincón de los cuerpos autorregulados.

En las sociedades patriarcales del Tabú del Sexo, el acorazamiento produce la pérdida de la transparencia y la desconexión entre la conciencia y las pulsiones, entre la epidermis y las vísceras… La desconexión es la otra cara de la moneda del acorazamiento. La desconexión juega un papel importantísimo para impedir que el deseo recorra el campo social (Deleuze y Guattari). Los seres humanos, además de producir deseos, estamos hechos para percibir y acoger el deseo del otro o de la otra; y para que cuando el deseo del otro o de la otra nos alcance, induzca la producción del nuestro.

La tecnosexología que hace funcionar a las parejas que ya no se desean, y la educación emocional que engaña a las personas sobre su desorden emocional, deben ser denunciadas. El matrimonio o la pareja es un pacto o convenio social que sólo se corresponde con el deseo corporal durante un tiempo limitado. Mientras que no se separe la sexualidad de la institución, la sexualidad seguirá estando corrompida.

Este es el origen social del malestar individual: el Tabú del Sexo asociado a la dominación y a los estados de sumisión, implementados de diversas maneras a lo largo de unos cuatro milenios de dominación patriarcal.

La corrupción de la sexualidad ha sido y es imprescindible para el establecimiento de las relaciones de dominación en general, y entre los sexos en particular: porque la verdadera sexualidad desarrollaría relaciones armónicas entre los sexos y entre las generaciones; porque el amor verdadero es complaciente y se opone a la dominación: nadie podría reprimir o infligir sufrimiento alguno al ser amado; de hecho, las relaciones entre amantes son relaciones de tú a tú (Amparo Moreno Sardá), nunca relaciones jerarquizadas de Autoridad.

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