La revolución no es obra de los partidos
Las revoluciones de tipo social no son efectuadas por “partidos”, grupos o cuadros: acaecen como el resultado de fuerzas historicas y contradicciones que ponen en actividad a amplios sectores de poblacion. Se traducen no solo -como afirma Trotsky- porque las “masas” hallan insoportable la sociedad existente, sino tambien a consecuencia de la tension entre lo actual y lo posible, entre “lo que es” y “lo que podia ser”. La miseria abyecta solamente no produce revoluciones. La mayor parte de las veces ocasiona una desmoralizacion inutil o, lo que es peor, la lucha privada y personal para sobrevivir.
La Revolucion Rusa de 1917 gravita en la conciencia de todos como una pesadilla, porque fue en gran parte la consecuencia de “insoportables condiciones” de una devastadora guerra imperialista. Los sueños en ella contenidos fueron pulverizados por una guerra civil aun mas sangrienta, por el hambre et la traición. Lo que emergio de la revolucion fue la ruina, no de una vieja sociedad, sino de las esperanzas de construir una nueva. La revolucion Rusa fallo lamentablemente al sustituir al zarismo por el capitalismo de Estado.
Los bolcheviques fueron las tragicas victimas de su ideologia y en gran numero pagaron con sus vidas durante las purgas de los años treinta. Intentar adquirir una sabiduria total de ese ensayo revolucionario es ridiculo. Lo que podemos aprender de las revoluciones del pasado es lo que todas ellas tienen en comun y sus profundas limitaciones, si se comparan con las enormes posibilidades que ahora se abren ante nosotros.
El rasgo mas sorprendente de las pasadas revoluciones es que se iniciaron espontaneamente. Tanto, si se examinan los prolegomenos de la revolucion Francesa de 1789, como si se etudia la de 1848, la Comuna de paris, la revolucion rusa de 1905, la caida del zarismo en 1917, la revolucion hungara de 1956, o la huelga general francesa de 1968, las fases iniciales son generalmente identicas: un periodo de fermentacion que se transforma espontaneamente en una insurreccion popular. Que esta triunfe o no depende de su resolucion o de si el estado puede emplear con eficacia su fuerza armada, es decir, si las tropas pueden ser lanzadas contra el pueblo.
El “glorioso partido”, alla donde existe, va casi invariablemente detras de los acontecimientos. En febrero de 1917 la organizacion bolchevique de Petrogrado se opuso a la declaracion de huelga, precisamente en el momento mismo en que la revolucion estaba destinada a expulsar al zar. Afortudamente, los trabajadores ignoraron la “direccion” bolchevique y proclamaron por doquier la huelga. En los acontecimientos que siguieron nadie se vio mas sorprendido por la revolucion que los partidos “revolucionarios”, incluyendo los bolcheviques.
Lo recuerda el lider bolchevique Kayurov con estas palabras: “No hubo en absoluto ninguna directriz del partido… el comite de Petrogrado habia sido detenido y el representante del Comite Central, camarada Shliapnikov, era incapaz de dar iniciativa alguna para el siguiente dia”. Lo cual acaso fue un hecho afortunado: antes de la detencion del comite de Petrogrado, la evaluacion que este hacia de la situacion y de su rol en ella era tan deplorable, que de seguir los trabajadores sus orientaciones es dudoso que la revolucion se hubiera producido cuando lo hizo.
(…)
Las revoluciones y rebeliones de alguna importancia, no solamente revelan una fase esplendidamente anarquica sino que tienden tambien, espontaneamente, a crear sus proprias formas de autogobierno revolucionario. Las secciones parisinas de 1793-94 fueron las mas notables formas de autogobierno creadas por cualquier revolucion social en la historia. Una forma mas conocida: los consejos, o “soviets” establecidos por los trabajadores de petrogrado en 1905. Aunque menos democraticos que las secciones, los consejos estaban destinados a reaparecer años mas tarde en algunas revoluciones. Sin embargo, otra forma de autogobierno, o autogestion revolucionaria lo fueron los comites de fabrica establecidos por los anarquistas en la Revolucion española de 1936.
Finalmente, las secciones reaparecieron en las asambleas de estudiates y en los comites de accion durante la revuelta y la huelga general de Paris, en mayo-junio de 1968 (Es sarcastico que la mayoria de los grupos marxistas-leninistas- trotskistas-maoistas se sieran a la tarea de maniobrar sin pudor alguno en las asambleas estudiantiles de la Sorbona, en un esfuerzo por controlarlas, e introdujeron en ellas elementos de discordia que acabaron por desmoralizar a todo el conjunto. Despues para completar el sarcasmo, todos esos grupos se pusieron a charlar acerca de la necesidad de una “direccion centralizada” cuando el movimiento colapso -un movimiento que se produjo muy a pesar de sus directrices y, en ocasiones, en oposicion a ellas).
LLegados a este punto debemos preguntar que rol desempeña el “partido revolucionario” en todos estos desarrollos. Para comenzar, hemos visto que tiende a tener una funcion inhibitoria, en modo alguno de “vanguardia”. alla donde existe o ejerce influencia tiende a refrenar el flujo de los acontecimientos, no a “coordinar” las fuerzas revolucionarias. Esto no es casual. El partido esta estructurado de acuerdo con las lineas jerarquicas que refleja la sociedad misma a la que pretende oponerse. Pese a sus pretensiones teoricas es un organismo burgues, un Estado en miniatura, con un aparato y un cuadro cuya funcion es tomar el poder, no disolverlo. Afincado en el periodo pre-revolucionario asimila todas las formas tecnicas y mentalidad de la burocracia.
Sus miembros estan educados en la obediencia, en los conceptos preformados de un dogma rigido, y enseñados a reverenciar el liderismo. Este liderismo o funcion dirigente del partido, a su vez, se basa en costumbres nacidas del mando, la autoridad, la manipulacion y hegemonia. Esta situacion empeora cuando el partido participa en elecciones parlamentarias. Debido a las exigencias de las campañas electorales, el partido acaba de modelarse a si mismo totalmente de acuerdo con las formas existentes e incluso adquiere los atavios externos del partido electoral. La situacion se deteriora aun mucho mas cuando el partido adquiere grandes medios de propaganda, costosos cuarteles generales, numerosos periodicos controlados rigidamente por la cuspide, y un “Aparato” pagado ; en resumen, una burocratia con intereses creados.
La jerarquía del mando
A medida que el partido crece la distancia entre la direccion y los hombres de base se acrecienta fatalmente. Los lideres no solamente se convierten en “personajes”, sino que pierden contacto con la situacion viva en las filas bajas. Los grupos locales, que conocen su situacion de cada momento mucho mejor que cualquier lider remoto, se ven obligados a subordinar su vision directa a las directrices de arriba. Los dirigentes que carecen de todo conocimiento directo de los problemas locales responden rutinaria y cautamente.
Si bien reclam una mayor amplitud de mras y justifica una mayor “competencia teorica” propia, la competencia del lider tiende a disminuir cuanto mas asciende en la jerarquia de mando. Cuando mas nos acercamos al nivel donde se toman las decisiones “reales”, mejor observamos el caracter conservador del proceso que elabora las decisiones, cuanto mas burocraticos y ajenos son los factores que entran en juego, tanto mas las consideraciones de prestigio y el atrincheramiento suplantan la creacion, la imaginacion y la dedicacion desinteresada a los objetivos revolucionarios.
El resultado es que el partido se hace menos eficiente desde un punto de vista revolucionario, cuanto mas busca la eficiencia en la jerarquia, los cuadros y la centralizacion. Aunque todos vayan al paso, las ordenes suelen ser en general equivocadas, sobre todo cuando los acontecimientos empiezan a fluir rapidos y a tomar giros inesperados, lo cual acaece en todas las revoluciones. El partido solamente es eficiente en un sentido: en el de moldear a la sociedad de acuerdo con su propria imagen jerarquica si la revolucion tiene exito. Crea la burocracia, la centralizacion y el Estado. Alienta las condiciones sociales que justifican este tipo de sociedad. De aqui que en vez de desaparecer progresivamente, el Estado controlado por el “glorioso partido” preserva las condiciones esenciales que “necesita” la existencia de un Estado, y de un partido para “guardarlo”.
(…)
Es un hecho y un claro desafió a la inteligencia de las gentes: diez o doce partidos de estirpe marxista-leninista o simplemente marxista, se disputan el titulo de partido de la clase obrera. En realidad no puede haber diez o doce partidos o partidillos de la clase obrera. Es como en religión: no puede haber diversos dioses verdaderos. Tal hecho lo descalifica globalmente y el simple observador del fenómeno concluye muy cuerdamente la falsedad de todos ellos.
La pluralidad de partidos que es auto atribuyen el titulo de “partidos de la clase obrera”, no hace sino demostrar por la simple prueba del sentido común que no hay ningún partido de la clase obrera. Esta es para tales grupos la coartada ideológica, pero en realidad, todos los partidos carismáticos desconfían profundamente de la clase obrera. Hay que tener en cuenta que la mayor parte de esos partidos fueron fundados por burgueses, o por individuos que vivían o pensaban como tales y por tanto despreciaban a la clase obrera.
Lenin y Trotsky, entre otros, reían sarcásticos cuando los anarquistas o consejitas querían confiar la gestión económica y el autogobierno político a las organizaciones naturales de la clase obrera: los sindicatos y consejos. ¿Como pueden ser revolucionarios y obreros los partidos que en nombre de la clase obrera estatifican la economía y marginan radicalmente a las masas obreras de su organización y control y le asignan el mero rol de fuerza del trabajo? Es asombroso considerar como los partidos “revolucionarios” de la clase obrera, lo primero que hacen al llegar al poder es separar a la clase obrera de la tarea auténticamente revolucionaria.
La clase obrera ha de ser dirigida y por tanto la función del dirigente es el atributo primero de esos partidos. Por ello permite afirmar a la critica libertaria no solo el carácter burgués de esos grupos, sino la concepción radicalmente primitiva de su filosofía política, basada en el autoritarismo. No olvidemos que la autoridad es vieja como el mundo, mientras el socialismo es una realidad comunitaria basada en la responsabilidad compartida.
De lo dicho se colige el carácter excluyente de todo partido :la lucha por el poder hace que se excluyan unos a otros, puesto que siendo cada uno de ellos el “partido” por antonomasia, solo a cada uno de ellos corresponde el control de aquel. De ahí la dictadura y el totalitarismo sobre los grupos descartados del poder y sobre la clase trabajadora.
(…)
La superioridad ideológica del anarquismo y del sindicalismo revolucionario es que no aspira al poder, sino a la liquidación del poder tal como lo conciben los demás partidos. Por tanto, no entra en la lucha hegemónica excluyente. El sindicalismo revolucionario, por ejemplo, ofrece a todos la posibilidad de una participación abierta, es en si mismo esta participación abierta a todos. El sindicalismo revolucionario no pide a los demás que abdiquen ante su poder, sino que contemplen la posibilidad de una reestructuración social de la base comunitaria, al margen del poder tradicional. Este poder es el gran factor excluyente, el que mediatiza y alienta a las masas.
Este poder del punto omega, este poder antidemocrático, antirrevolucionario y antisocialista del vértice, debe ser sustituido por el poder de participación generalizada en la base social. Debe partir de esta; el poder de decisión y participación debe estar diluido, generalizado, debe ejercerse en todos y cada uno de los sectores de la actividad económica y política. Este poder decisorio de base diluido en la fabrica, en la industria y en la federación de comunas, arranca de la periferia social, donde nacen todos los fenómenos esenciales de la vida comunitaria y se articula hacia arriba en nexos que muy bien pueden ser federativos.
Pero el poder reside en la base, que puede revocarlo en cualquier momento. Frente al primitivismo de la filosofía política de los “partidos de la clase obrera”, afincados todavía en el ancestral principio de autoridad, la responsabilidad compartida en la base. Esta es la filosofía política, clara y directa, que corresponde al fenómeno comunitario del socialismo, el cual se basa en la solidaridad y la mutua correspondencia. El socialismo de dirigentes y dirigidos no es socialismo, sino autoritarismo y empieza por la discriminación política y termina en el nacimiento de nuevas clases privilegiadas, como muestra la experiencia. (…)
Grupo Orobón Fernández
España, 1973
Folleto aparecido por primera vez en la revista venezolana Ruta Nº15 en septiembre de 1973. Fue editado, a su vez, por la FORA en Tucuman, Argentina.
viernes, 11 de marzo de 2011
jueves, 10 de marzo de 2011
La concepciónfundamentalmente comunista de la simbólica del paraíso x Otto Gross
teXTO DEL GRAN PSICOANALISTA ANARQUISTA AUSTRIACO OTTO GROSS
Introducción biográfica de OTTO GROSS (1877-1920)
"Una noche se abandonó, arrastrándose por una callejuela y quedó tirado en el suelo. Lo encontraron dos días después...Murió al día siguiente. Así es como estalló y se extinguió la estrella de un gran adversario del orden social". De esta manera narra Franz Jung en su autobiografía “Der Weg nach Unten” (1) la muerte, en Berlin, de su amigo Otto Gross, estrechamente ligado a los círculos literarios y revolucionarios centroeuropeos de antes y después de la primera guerra mundial, momento crucial del movimiento de ideas y de hechos sociales, desde el expresionismo, dadaísmo, círculos anarquistas..., hasta la revolución de los consejos.
Otto Gross nace en Estiria, Austria, en 1877, hijo de un eminente criminólogo burgués de Graz que le encaminó hacia la psiquiatría. Gross sobresalió pronto en los medios psicoanalíticos de Viena y Zurich. C.G.Jung lo había cogido en análisis después de una cura de desintoxicación de cocaina y opio en Burghölzli, en 1902. En el congreso psicoanalista de Salzburg, en 1908, Gross defendió la tesis heterodoxa que situaba el origen de las enfermedades psíquicas no en la esencia misma de la sexualidad sino en su relación con la sociedad: la etiología de las neurosis pasa por la comprensión de la interacción conflictiva entre individuo y sociedad.
Instalado en Munich a partir de 1906, frecuenta los círculos artísticos y políticos de Schwabing, el barrio latino muniqués, y pronto formará parte del grupo anarquista de Monte Verità, en Ascona, con Mühsam, Landauer,... Ascona era un reducto de ideas y experiencias anarquistas y alternativas, entre la revuelta y la marginalidad. Según afirma Eric Mühsam (2), Gross fue una de las figuras clave del primer período de Ascona. Allí desarrolló sus ideas de llevar el psicoanálisis a reconocer el peso del condicionamiento social en la experiencia psíquica, concibiendo su trabajo de psicoanalista en el empeño de un cambio revolucionario de la sociedad. Desarrolló su crítica al patriarcado, inaugurado con la violación y basado en la vinculación jurídica de los individuos bajo el poder y la autoridad, y abogó por la vuelta al matriarcado comunitario, basado en la solidaridad entre los individuos. Criticó la familia y la monogamia (y su forma más patológica, la poligamia), iniciando formas de vida sexual libre.
Perseguido por su padre, que logrará internarlo varias veces, lleva una vida militante hasta que se establece en Berlín, donde entra en relación con Franz Pfemfert y el nucleo de la revista expresionista revolucionaria Die Aktion. Vive en casa de Franz Jung, donde es detenido en 1913, por la policía prusiana acusado de anarquista y es expulsado a Austria, donde, a instancias de su padre, es internado en un manicomio de Viena. Gracias a una extensa campaña de solidaridad entre los intelectuales más radicales de Europa, conseguirá la libertad. Durante la guerra se moviliza como médico en distintos frentes. Después lleva una vida errante y miserable junto sólo con la soledad y la droga. En estas condiciones muere en Berlin, el 13 de febrero de 1920, según la descripción que hemos anotado de Franz Jung.
Con todo, durante estos años logra publicar la mayoría de sus trabajos. En Die Aktion publica, en 1913, el manifiesto “Cómo superar la crisis cultural”, réplica a Gustav Landauer sobre la importancia revolucionaria del psicoanálisis. Para Gross, la revolución, apoyándose en la psicología del inconsciente puede contemplar la relación entre sexos bajo un plano más libre y feliz: lucha contra la violación, en su forma más original, contra el padre y contra el derecho patriarcal, para restablecer el derecho matriarcal. En 1918, en “La concepción fundamentalmente comunista de la simbología del paraíso”, desarrolla su análisis de la institución patriarcal, que pone el acento sobre la unión legal entre los individuos, y del sistema matriarcal que reparte derechos y deberes, responsabilidades y obligaciones entre individuos por un lado, y la sociedad por otro. El matriarcado, que la revolución comunista deberá restaurar, no conoce ni el poder ni la sumisión, ni la autoridad, ni el matrimonio, ni la prostitución.
En 1914, publica en la revista Zentralblatt, inspirándose en Sabina Spielrein (3), la amiga de Freud y de Jung (que la tuvo en análisis), que había empezado a hablar de la oposición entre el yo y la sexualidad, y a considerar que la naturaleza instintiva del hombre se divide entre la pulsión de autoconservación y la pulsión de conservación de la especie, “Lo simbólico de la destrucción”. En la família el niño no tiene otra opción que quedarse solo o adaptarse; así su voluntad de conservación se transforma en voluntad de poder del yo adaptado a la sociedad. Los dos componentes del instinto de conservación, no querer ser violado / no querer violar, entran en contradicción, resultando un conflicto interior entre la voluntad de poder (sadismo) y el abandono de sí (masoquismo) que explica lo simbólico de la destrucción ligada a la sexualidad. Este conflicto interior es el resultado del prejuicio social sobre la superioridad de lo masculino, del orden familiar patriarcal. En “Tres estudios sobre el conflicto interior”, de 1920, Gross desarrolla extensamente esta interpretación.
NOTAS:
(1) Ver en ETCÉTERA, 22 la presentación del libro de Franz Jung.
(2) Erich Mühsam. Ascona. Locarno, 1905; Berlin, 1976.
(3) Sabina Spielrein, casi ignorada, fue una de las grandes pioneras del psicoanálisis. Nacida en Rusia fue fusilada con sus dos hijos en 1944, en Rostov.
La concepción fundamentalmente comunista de la simbólica del paraíso
Me parece acertado llamar, precisamente en estos momentos, la atención sobre una obra que hace tres milenios ya formuló la idea de que toda la construcción de la civilización desde la destrucción de la sociedad matriarcal-comunista de los tiempos primitivos se basaba en un error fundamental y que veía como misión del futuro la recuperación del bien perdido mediante la subversión de sistema autoritativo construido desde aquel entonces. Las palabras del incomprendido que pronunció esta idea –las palabras más supremas que jamás se pronunciaran en la historia– fueron distorsionadas y utilizadas a lo largo de la historia para justificar las mismas instituciones autoritarias que había maldecido en un lenguaje preclaro. Es precisamente ahora, cuando el renacimiento del ideal comunista anunciado por él está comenzando a convertirse en hechos, que quizás se empiece a comprender a este pensador...
Si uno se imagina que se encuentra solo en un pueblo completamente ajeno y se quiere comunicar con este pueblo, entonces se verá ante el insondable problema del esfuerzo que cada niño tiene que realizar para aprender la lengua materna y que para el adulto resulta incomprensible. La función intelectual de la primera infancia, en la medida en la que se puede abarcar en el terreno de la conciencia, resulta de un rango incomparablemente superior a las funciones intelectuales de todas las demás etapas vitales. La etapa siguiente de la presión exterior, adaptación y represión separa al adulto de sus inicios y cubre con un manto de olvido aquellos primeros tiempos de la experiencia - aún no modificada - del mundo y del propio ser. Del ser innato y de sus dones sólo queda una imagen escondida en el inconsciente, un anhelo y una búsqueda continua y oscura, y la proyección de las posibilidades perdidas en lo sobrenatural.-
Naturalmente se puede partir de la existencia de semejanzas entre la evolución del individuo y la evolución general del género humano. La misma presión del exterior que el principio autoritario de las instituciones y el principio de poder en los mismos individuos imponen en cada uno, la presión que separa a cada uno de su propia individualidad, de sus calidades y valores innatos, separa también a la humanidad en su conjunto de su periodo inicial y del primer desarrollo de las posibilidades innatas del género humano. Parece haber un sentido profundo en los mitos que sitúan la raza de los superhombres en el remoto pasado del inicio de la humanidad.
No es casual – y un hecho casi incontestable - que la escritura alfabética fuera inventada por pueblos nómadas de cazadores del paleolítico que no practicaban la agricultura ni la artesanía, y que en este primer escalón de la civilización se produjera por primera vez arte verdadero que a lo largo de muchos milenios y con la creciente evolución en el campo de logros materiales, técnicos y políticos quedó relegado al olvido.
De esta era inicial de una organización rudimentaria y de un dominio primitivo de los materiales y de unas posibilidades ingentes de desarrollo de la mente humana nos separa la larga fase del desarrollo de la civilización, de la organización de la dominación sobre el material y la vida mediante una carga cada vez mayor sobre los individuos y las individualidades – es decir: el sacrificio de la propia mente en aras del poder.
La organización de la dominación sobre la naturaleza y el hombre, la creación de la cultura material y de las instituciones autoritarias obliga a cada individuo a desplegar fuerzas y conocimientos especiales a expensas del conjunto de su personalidad, le obliga a la diferenciación específica y a la actividad al mismo tiempo que a la adaptación y a la renuncia, dirige los afectos hacia el poder y la sumisión y no hacia la libertad, fomenta el desarrollo de aptitudes y capacidades pragmáticas en detrimento del experimentar y estar.-
Al igual que cada uno realiza su esfuerzo más sorprendente, el aprender a hablar, al principio de su vida, mientras persiste la plenitud productiva de las fuerzas libres innatas, también en la evolución del género humano los mayores actos creativos, la formación de las mismas cualidades humanas y la idea de la cultura, la concepción de comunidad y comunicación, de la abstracción y de la lengua pudieran concluir antes de que la domesticación progresiva haya podido reducir el intelecto a facultades de dominación y sujeción.-
Las ideas más elevadas de la humanidad llegan de estos tiempos primitivos al futuro. Nosotros las concebimos como el día venidero y como nuestra voluntad, la antigüedad aún las vivía como memoria. Los valores de la era humana más antigua, “el dorado periodo original”, son definidos por el romano Ovidio, con una sencilla grandeza, como programa ideal del futuro lejano:
“... Vindice nullo sponte sua sine lege bonum...”(1)
Conciliando acervo y objetivo lejano, la versión artística más elaborada de la herencia de los tiempos primitivos, el Génesis de la Biblia(2), concede el valor supremo a la ausencia de autoridad y poder dentro de las relaciones humanas, especialmente en las relaciones entre hombre y mujer, y define de esta manera el problema global del destino humano desde el principio del pasado hasta la conclusión del futuro.-
No deja de ser ajeno que la presión interior impida una lectura despreocupada del Génesis... y más ajeno aún resulta que algunas partes especialmente expresivas no nos hayan hecho pensar más.
El Génesis expresa con unas palabras muy claras que el matrimonio y la dependencia de la mujer son efectos nefastos de actos contrarios a la voluntad de Dios. (A.T. III. 16).
El significado profundo de estas palabras aumenta si se repara en la expresión que condena el acto de los primeros seres humanos que no se puede interpretar como “maldición” o “aplicación de condenas” – la concepción que el Génesis tiene de Dios es demasiado elevada para ello -, sino sólo como manifestación de la comprensión divina de las leyes de causalidad y de las profundidades del alma, como la enunciación del efecto inevitable de una causa dada. Es decir, las palabras de Dios hay que leerlas como: “Serás, por haber hecho esto...”, por lo que determinan una consecuencia.
El nacimiento de la familia en su forma actual, la dependencia de la mujer del hombre, el matrimonio patriarcal, es una consecuencia interior – derivada de las leyes psicológicas - del pecado original. Mas en el resultado interior del acto queda encerrada la expresión de su propia naturaleza.
En el texto, el pecado original se designa simplemente con el símbolo ampliamente discutido: comer del árbol del conocimiento del Bien y del Mal. ¿Cuál es el significado de este símbolo? (II.17)
Sobre todo se constata un momento negativo. Las interpretaciones que apuntan a un pecado de la soberbia o de la desobediencia son poco serias. El Dios del Génesis “no es como un hombre que se enoja”.
Además: el símbolo del pecado original no hace de ninguna manera referencia a la relación sexual. No hace falta recordar las palabras previas: “Creced y multiplicaos”. Basta pensar en la creación de los humanos como seres sexuales diferenciados para entender que no tiene sentido la idea de que Dios pretendiera la renuncia a la sexualidad. Lo que sí es indudable es que el acto prohibido interfiere en la sexualidad ya que sus consecuencias afectan a este campo. Mas éstas son tan características que resulta difícil errar en la conclusión del tipo de pecado – no comprendo cómo la represión ha podido bloquear este camino...
El efecto psicológico inmediato es la creación del pudor sexual (III: 7). Tiene que haber habido pues un acto cuya primera consecuencia es la pérdida – a través de una modificación interior profunda - del saber de la pureza de toda sexualidad, de la libertad magnífica de la vivencia sexual. Dicho de otra manera, un acto que rebajaba la sexualidad, una desfiguración de la relación interior con la sexualidad – en cada caso un pecado contra la naturaleza y el sentido de la sexualidad.
Ahora bien, en todo el relato del pecado original se establece implícitamente, mediante una técnica artística inalcanzable en el tratamiento del símbolo, que cada expresión de las dos personas que representan los primeros hombres se convierte en un hecho definitivo que perdura. Con una fuerza apremiante se establece un nivel que no admite que algún elemento de lo acontecido se viva como algo único y limitado al momento. Se impone la impresión de que se trata de logros o desviaciones de vigencia para todos los tiempos.-
De modo que las consecuencias del acto prohibido, también allí donde sólo se narra algo que ha tenido lugar – como esta reacción automática de la ocultación repentina de la sexualidad -, devienen una transformación duradera y vigente hasta el presente.-
El pecado original es un acontecimiento de los tiempos originales que modificó de forma decisiva tanto la estructura de la sociedad como el carácter de cada persona y que ha impuesto a toda la humanidad unas normas nuevas en el plano social y psicológico. Es decir, a este acontecimiento se deben la negación de la sexualidad y el orden familiar dominado por el varón.
Ya no se pueden albergar dudas sobre la naturaleza de este acontecimiento. Éste sólo puede referirse a un solo hecho: el abandono del libre matriarcado de los tiempos originales, que el Génesis identifica como el error humano fundamental y que se valora como pecado contra el espíritu y la voluntad divinos.-
El motivo dominante de la tragedia del Génesis es pues la desviación del desarrollo de la humanidad acontecido en la fase inicial de la creación de la sociedad hacia un orden que paraliza el desarrollo de cualquier hecho, devenir y vivencia humanos: el cambio de orientación del espíritu matriarcal del desenvolvimiento sin límites a la construcción de una familia y una sociedad basadas en el principio de la autoridad.
Desde esta perspectiva, también la simbólica del relato del pecado original en el sentido estricto, la expresión “Conocer el Bien y el Mal” adquiere una importancia nueva.
Después de haber comprendido el problema fundamental de toda esta obra, se nos abre sin más el contenido del símbolo que el mismo relato expresa con una sencillez y claridad supremas. “Conocer el Bien y el Mal” sólo puede tener un contenido: la creación de un canon de valores y normas. Es la potencia creadora normativa divina la que necesariamente tiene que poseer el conocimiento de las consecuencias últimas de la nueva orientación que en el Génesis se eleva al nivel de la igualdad con Dios.
Casi huelga decir que, en oposición a lo expuesto aquí, no procede la interpretación que percibe la aplicación de un canon de valores ya existentes, es decir la diferenciación en bien y mal según normas tradicionales como algo que se sitúe encima de las medidas humanas.
La culpa trágica en el drama del Génesis es que el ser humano no es capaz de darse nuevos estatutos, poseído de motivos demasiado humanos e incapaz de abarcar las consecuencias de su innovación, aterrorizado por sus primeras secuelas, con su paso en falso desviando la evolución futura y, en tanto que usurpador de competencias divinas, dictando la ley que gravita sobre el mundo, que es obra de hombres y profanación eterna de la obra del Señor.
Hemos podido mostrar que el Génesis habla de aquella catástrofe cultural que convirtió el principio patriarcal en el principio dominante.
Es ésta la gran transmutación de todos los valores en la que la humanidad imprimió el carácter autoritativo actual a su vida y con la que creó las normas que hoy, como siempre, siguen siendo no orgánicas y no asimilables y que evidencian su naturaleza de cuerpo ajeno precisamente por el hecho de que siempre y en todas partes son la fuente de ilimitados conflictos interiores y de todas las formas de autodestrucción por enfermedad y decadencia.
La ciencia actual de la prehistoria atribuye la creación del orden patriarcal a un número excesivo de mujeres capturadas como esclavas y ha encontrado argumentos de peso para esta hipótesis en los viejos usos del matrimonio, en las leyendas y ceremonias de los raptos, etc. Sin embargo, hay que objetar que estos actos de violencia, de cuya realidad y universalidad no se puede dudar, también se podrían explicar – y hacerlos de esta manera psicológicamente más inteligibles - como efecto secundario de un deterioro ya en curso del antiguo matriarcado.
Es decir, según la prehistoria moderna un acto de violación perpetrado por el hombre sería el verdadero pecado original, el inicio de la catástrofe. Según la versión del Génesis fue la mujer la que, aconsejada por un principio malo – yo diría un símbolo del inconsciente - dio el primer impulso para crear el nuevo orden moral y jurídico cuyas consecuencias insospechadas eran la degradación de la sexualidad en un objeto del pudor, el establecimiento del patriarcado sobre la base de la destrucción de la libertad y de la dignidad humana de la mujer, y, como aire espiritual del mundo transformado - solo esto puede ser el sentido de las palabras divinas dirigidas a Adán! - la desolación interior de la actividad humana, también para el hombre, y el hundimiento del espíritu en la gravedad de materialidad terrenal.
El texto del Génesis reza que la mujer espera que el cambio previsto traiga comodidades y ventajas - se deja claro que se trata de ventajas nimias - y que por eso parte la fruta. No puede tratarse de una casualidad: nos vemos ante el símbolo antiguo y universal de cerrar un trato...
Queda por analizar la psicología que actúa aquí. Podemos reconstruir sus rasgos esenciales a partir del cuadro general de la sociedad matriarcal y de las condiciones de su ocaso.
El problema inicial y principal de toda economía es la utilización de una aportación suplementaria de trabajo exterior para permitir a la mujer asumir sus funciones maternas. La solución comunista de este problema es el matriarcado que, al mismo tiempo, es la forma más perfecta de la socialización ya que libera a cada uno y une a todos al convertir el mismo cuerpo social en centro y garantía de la libertad individual más elevada.
El matriarcado no impone barreras o normas, ni moral o control a la sexualidad. Desconoce el concepto de la paternidad y no precisa su comprobación en el caso concreto. Acepta la maternidad como el mayor trabajo prestado a la misma sociedad en tanto que representante legal legítima de las futuras generaciones y traslada a la sociedad la obligación de la compensación material; es decir, no tiene motivo para evidenciar la paternidad, justo lo contrario de lo que ocurre en el patriarcado que se basa en la determinación de un sujeto responsable y obligado a pagar y que, por tanto, necesita convertir las condiciones indispensables para conseguir tal evidencia - en primer lugar la obligación de la exclusividad sexual - en el contenido de su moral y de sus instituciones.
He aquí la diferencia decisiva y esencial. El matriarcado sitúa el conjunto de los derechos y obligaciones, de responsabilidad y vínculo, entre los individuos en un lado y la sociedad en el otro. La institución patriarcal, en cambio, desplaza el centro de gravedad al vínculo jurídico entre los individuos.
En el poderío del matriarcado toda entrega individual sólo puede hacerse valer en la relación del individuo con la sociedad y toda sensación de poder sólo existe en la colectividad.(3) En la relación mutua de los individuos se da el espacio para desarrollar unas relaciones que pueden mantenerse como fin en sí y que están libres de aspectos de autoridad y poder. El matriarcado no contamina las relaciones entre los sexos con obligaciones, moral y responsabilidad, con imperativos económicos, legales o morales. No conoce el poder ni la sumisión, ni la ley contractual, ni autoridad, ni matrimonio o prostitución.
Resulta harto difícil imaginarse los motivos que podían haber llevado a abandonar un orden positivo de estas características. Este hecho sólo se hace concebible partiendo de la negación recogida en el Génesis: que en el momento de la transformación no se alcanzaba a ver sus consecuencias. El Génesis ve precisamente en la empresa de inaugurar nuevos vínculos y, con ello, nuevos valores cuyas secuelas eran imprevisibles, la arrogación de la espiritualidad divina. La intervención sin distancia en la obra divina, el orgullo desmesurado de un intento de esta índole, constituye la culpa trágica para el Génesis, por lo que basta la elaboración del motivo para cumplir con la necesidad artística de su exposición. Por eso el Génesis se limita a indicar que la mujer se esperaba una ventaja de la introducción de un elemento legal y contractual entre los sexos.
Un tal espíritu supone la existencia de un periodo de transición, lleno de transformaciones civilizadoras e innovaciones técnicas, dentro de un ambiente de una incertidumbre naciente, un periodo de variaciones, lleno de caos de desviaciones y nuevas posibilidades. Se trata de uno de aquellos periodos, que para nosotros que llevamos el peso de nuestra historia, representan el horizonte de la esperanza, pero que situaban al borde del abismo a una humanidad a punto de perder lo mejor sin poder ganar nada comparable a cambio.
El punto crítico del matriarcado – también podríamos decir: la sociedad comunista a partir de su unidad más pequeña – es su complejidad social; la cohesión interior de los grupos que permite su establecimiento es al mismo tiempo la condición de su existencia. Reconstruirla sobre una base más amplia será la tarea principal en los tiempos venideros para rectificar la culpa original de haberla abandonado a la hora de la primera ola de incremento de complicaciones sociales...
Seguramente era una fase en la que el aumento del aprovechamiento de los recursos naturales parecía aconsejar la introducción de un sistema económico descentralizado. Era la primera sublevación del individualismo económico contra la vieja moral social: el nacimiento de la propiedad. Parece que el Génesis la relaciona también con el descubrimiento de la agricultura – así al menos se podría explicar la alusión al trabajo de la tierra a la hora de la predicción de la desdicha a venir.(4)
Un periodo de desintegración social pues en el que se corrompe tanto la estructura social como el sentimiento de relación natural entre los individuos, la moral elemental. Este periodo de incertidumbre exterior e interior puede ser el contexto en el que la mujer, para afrontar la situación difícil de la maternidad, puede llegar a esperar una mayor seguridad y un apoyo más fuerte por parte de un individuo y puede llegar a pensar que estaría más segura y materialmente mejor situada si un solo individuo se responsabilizara de este apoyo. Contrato individual en vez de la garantía social hasta entonces natural... Persiste el problema de la contrapartida.
Todo el error del nuevo orden, todo el conflicto moral irreductible de la nueva moral, se concentra en este momento de la contrapartida. La contrapartida de la mujer para el apoyo económico por parte del individuo es fundamentalmente la sexualidad, y esta utilización de la sexualidad es el pecado contra la sexualidad del cual el Génesis nos muestra sus consecuencias inmediatas: la transformación de las sensaciones hasta tal punto de concebir la sexualidad como un objeto de pudor.
Es decir, el contenido de la nueva relación legal es que la mujer se vende en forma de prostitución y matrimonio y su primer resultado directo es el pudor sexual.
La consecuencia siguiente es la familia autoritaria, el elemento constitutivo de la autoridad como institución.
Es, sobre todo, un elemento accesorio inevitable que convierte la venta de la sexualidad en esta desgracia con secuelas terribles que origina la desviación hacia la vergüenza sexual. Esta consideración casi parece demasiado evidente: para que un acto se pudiera convertir en un objeto de compra, para poder reclamar una indemnización por un acto común, en primer lugar se tiene que poder negar que el acto común pude haber servido a un interés común y puede haber nacido de un deseo común.
Dicho de otra manera, por parte de la mujer que ha de ser resarcida de la sexualidad, la sexualidad ha de ser presentada como un mal, como algo que ella misma no desea, sino que sólo aguanta, a diferencia del carácter activo de la sexualidad masculina que se ha convertido en un fin en sí. De esta manera empieza a instaurarse una ficción que domina todo, que a lo largo de las generaciones se inscribe cada vez más hondo en el inconsciente y se considera cada vez más como algo dado por la naturaleza y una diferencia innata entre los sexos – la ficción de la oposición y de la imposibilidad de comprensión entre hombre y mujer; de esta manera se instaura la coacción a un comportamiento activo y pasivo, respectivamente, la obligación de la mujer al recato mentiroso y el derecho del hombre a la brutalidad posesiva – de esta manera empieza a instaurarse sobre todo el espantoso principio de que la sexualidad como tal es un mal y un acto alienado que una parte sufre y que la otra adquiere o impone, una colisión entre dos egoísmos en vez del símbolo natural de la abolición de las fronteras entre yo y tú.
El pudor sexual, la expresión abrumadora del conflicto del ser humano con todo lo que tiene de verdadero y vivo en sí, es la señal evidente de una sexualidad que ha dejado de ser de interés mutuo. Su lugar ha sido ocupado por una lucha entre intereses opuestos, es decir, una lucha por el poder, en virtud del cual la voluntad de poder se convierte cada vez más en un fin en sí, en un automatismo que acaba convirtiendo la lucha entre los sexos en un hecho natural.
La interminable lucha por el poder crea sus propios límites y coacciones exteriores dentro de una relación de autoridad claramente definida.
Al mismo tiempo, la sociedad ha dejado de ofrecer al individuo otras garantías esenciales que no sean las materiales.
Con el desarrollo del individuo en tanto que entidad económica se pierde la posibilidad de desarrollo de la individualidad y la posibilidad de relaciones verdaderas cuya condición previa es la interacción enriquecedora de dos individualidades intactas. La lucha individual por el poder, sobre todo en forma de propiedad, adquiere su forma duradera en la sociedad por intermediación de un estado de equilibrios más o menos estable, el derecho que, tal como sabemos desde Nietzsche, es un sistema de compensación entre quienes tienen poderes parecidos. De esta manera se ha consolidado el orden familiar y social basado en la autoridad y el derecho, el reconocimiento principal de la lucha de intereses de todos contra todos, ora en forma latente, ora en forma manifiesta – “hasta que te vuelvas a convertir en polvo”.
El pensador que descubría el error de la evolución general de la civilización debía tener una conciencia sobrehumana para poder prever la catástrofe irremediable y, como consecuencia, el reencuentro del ser humano consigo mismo y su renovación.
Efectivamente propagó por el mundo un pensamiento que con las deformaciones más extrañas y con las interpretaciones más absurdas y, en parte, más grotescas ha venido pasando de generación en generación: el pensamiento de la redención.
Tanto para el Génesis como para nosotros, la redención sólo podía y puede tener un significado: la abolición de todos los efectos del camino de evolución que la humanidad tomó desde su abandono de la sociedad matriarcal comunista de los tiempos originales y desde la constitución de la familia y de la sociedad en base a la autoridad y la jerarquía.
El Génesis anuncia el advenimiento de la redención mediante la elevación interior de la mujer. La mujer machacará la cabeza del mismo principio del mal por el que el monstruoso error penetró en el mundo: el principio de poder, dentro de todas las relaciones humanas, transformado en equilibrio de la lucha perpetua de poder, solidificado en una fría tranquilidad de derechos y deberes, el principio estéril de la autoridad.
El Génesis tendrá razón: la renovación verdadera e indestructible será realizada por la revolución que destruya el principio original de la autoridad y que aporte una solución comunista al problema original de toda economía. Se tratará de la revolución que inicie la transformación desde el interior y que vuelva a encargar el entramado económico de la sociedad con el cuidado de madre y niño.
Esta revolución que reconducirá la economía a su razón fundamental y a la sociedad a grupos que representan sus unidades naturales tiene que estar inspirada por un espíritu que, superando las necesidades de subsistencia y esquivando la voluntad de poder, reconozca en la libertad la única posibilidad para establecer relaciones humanas verdaderas y que regale a cada uno el bien supremo, no tanto de su libertad individual, sino de la libertad de todos los demás.
La verdadera liberación de la mujer, la abolición de la familia patriarcal existente mediante la responsabilidad comunitaria y social de la maternidad, restituirá el interés vital de cada uno en una sociedad que le garantizará la posibilidad de la libertad suprema e ilimitada, y cada uno, independientemente de donde venga, tendrá el mismo interés en combatir las instituciones que conocemos hoy día.
El trabajo preparatorio para tal revolución tiene que originar la liberación de cada uno del principio de autoridad interiorizado, la liberación de toda adaptación al espíritu de las instituciones autoritarias que nos fue inculcado en el transcurso de una infancia en el seno de una familia autoritaria, la liberación de todas las instituciones que el niño había adoptado de personas de su entorno que estaban enfrascadas en la eterna lucha por el poder tanto contra él como entre sí; la liberación de todo rasgo servil que padece indefectiblemente cualquiera que ha pasado una infancia de estas características: la liberación del mismo pecado original, de la voluntad de poder.
Lo más abrumador de aquel pensamiento tremendo que abraza un mundo y su historia con la idea del pecado original y de la redención es que todo lo que nos podemos imaginar como logro supremo, lo que podemos esperar como mayor transformación posible, lo que nos podemos fijar como la meta más lejana, no es más que la reparación de un error humano, la recuperación de un bien y nivel humanos perdidos en tiempos inmemoriales, la liberación de una culpa heredada y de la maldición de sus efectos. Ninguna creación realmente nueva, sólo, como máximo, el reconocimiento cabal de un error total en todo y desde los tiempos primitivos, una re-transmutación de todos los valores, la voluntad de reconstruir la base antigua de las relaciones, de la sociedad y de la evolución cultural que podrá empezar a partir de entonces.
De todo lo que la humanidad ha conseguido en su largo camino - si se viene abajo en la gran lucha – nos podemos desprender. Lo más supremo que el intelecto ha realizado hasta ahora ha sido el descubrimiento de un solo individuo hace tres milenios de que todo, absolutamente todo, es error, desviación y crimen y que el acto supremo y redentor será la abolición de toda esta evolución y de todo por los actuales.(5)
Pero nosotros, cuya vida ya no tiene otro sentido que combatir hasta el fin todo lo existente, tenemos el derecho de afirmar que este individuo es - de los nuestros.
(1919)
NOTAS:
(1)“Sin ley ni autoridad, el bien por su propia voluntad...”
(2)Para mejor comprensión del texto del Génesis conviene avanzar la siguiente observación:
De entre las dos variantes sobre la creación de la mujer, la segunda – la historia con la costilla – incluso sin la demostración filológica, sólo por el contenido y el espíritu del episodio y por su contradicción con la primera redacción, se revela como versión posterior e insertada como un cuerpo ajeno. Para la creación de la mujer sólo tenemos en cuenta las palabras: “... Dios creó al hombre a su imagen, a su imagen creó un hombre y una mujer, y les dijo: "Creced y multiplicaos..."
(3)El poder, en tanto que elemento supra-individual soportado por el conjunto de la sociedad unificada en la comprensión universal entre sí, se expresa para nosotros en el símbolo ingente de la construcción de la torre de Babel.
(4)El juicio negativo sobre la agricultura no se puede clasificar de forma terminante como una interpretación literaria de una casta de nobles de origen beduino. Tampoco satisface el intento de explicar la palabra de este pensador exclusivamente como expresión de orgullo de un noble.
(5)Parece que tenemos la posibilidad de reconstruir el peculiar ambiente histórico cultural que puede haber dado el primer impulso para formular la idea del Génesis. El pensador estaba sin duda implicado en la lucha que oponía el monoteísmo autoritario y teocrático del profeta al culto de Astarte y que decidió sobre el destino del antiguo Israel y de su esfera de influencia al parecer ilimitada. En el culto de Astarte se habría concentrado en aquel entonces todo lo que quedaba de la libertad y dignidad de la mujer. La orgía como acto de culto seguía defendiendo la valoración positiva que la sociedad matriarcal libre hacía del momento sexual como tal, y la investidura litúrgica de mujeres mantenía vivo el antiguo espíritu de la soberanía femenina. Para someter el culto de Astarte, los profetas crearon el monopolio religioso del varón en la liturgia judaica que fue el origen para el desprecio de la mujer en la ideología judaica y, a partir de ella, en la cristiana y musulmana. Las concepciones del judaísmo tardío se alinearon con el helenismo en esta misma dirección, en el primer terror blanco, dirigido contra la libertad de la mujer.
En la lucha de los cultos antiguos contra los profetas -la primera y la mas violenta organización de la voluntad de poder dentro de la religión, en el cual el heroísmo cultural del antiguo Israel sucumbió- el poeta del Génesis percibió la última llama del combate de la humanidad, el final de la gran disputa por el viejo ideal del matriarcado. Veía su desenlace inevitable, el comienzo de un periodo largo de autoridad patriarcal y el nacimiento de una civilización sobre esta base que predominaría durante épocas incalculables; y veía a través de los milenios la maduración interior de la humanidad bajo una opresión creciente hasta el cambio ineludible, el renacimiento de la misma lucha que se estaba apagando delante de sus ojos.
Introducción biográfica de OTTO GROSS (1877-1920)
"Una noche se abandonó, arrastrándose por una callejuela y quedó tirado en el suelo. Lo encontraron dos días después...Murió al día siguiente. Así es como estalló y se extinguió la estrella de un gran adversario del orden social". De esta manera narra Franz Jung en su autobiografía “Der Weg nach Unten” (1) la muerte, en Berlin, de su amigo Otto Gross, estrechamente ligado a los círculos literarios y revolucionarios centroeuropeos de antes y después de la primera guerra mundial, momento crucial del movimiento de ideas y de hechos sociales, desde el expresionismo, dadaísmo, círculos anarquistas..., hasta la revolución de los consejos.
Otto Gross nace en Estiria, Austria, en 1877, hijo de un eminente criminólogo burgués de Graz que le encaminó hacia la psiquiatría. Gross sobresalió pronto en los medios psicoanalíticos de Viena y Zurich. C.G.Jung lo había cogido en análisis después de una cura de desintoxicación de cocaina y opio en Burghölzli, en 1902. En el congreso psicoanalista de Salzburg, en 1908, Gross defendió la tesis heterodoxa que situaba el origen de las enfermedades psíquicas no en la esencia misma de la sexualidad sino en su relación con la sociedad: la etiología de las neurosis pasa por la comprensión de la interacción conflictiva entre individuo y sociedad.
Instalado en Munich a partir de 1906, frecuenta los círculos artísticos y políticos de Schwabing, el barrio latino muniqués, y pronto formará parte del grupo anarquista de Monte Verità, en Ascona, con Mühsam, Landauer,... Ascona era un reducto de ideas y experiencias anarquistas y alternativas, entre la revuelta y la marginalidad. Según afirma Eric Mühsam (2), Gross fue una de las figuras clave del primer período de Ascona. Allí desarrolló sus ideas de llevar el psicoanálisis a reconocer el peso del condicionamiento social en la experiencia psíquica, concibiendo su trabajo de psicoanalista en el empeño de un cambio revolucionario de la sociedad. Desarrolló su crítica al patriarcado, inaugurado con la violación y basado en la vinculación jurídica de los individuos bajo el poder y la autoridad, y abogó por la vuelta al matriarcado comunitario, basado en la solidaridad entre los individuos. Criticó la familia y la monogamia (y su forma más patológica, la poligamia), iniciando formas de vida sexual libre.
Perseguido por su padre, que logrará internarlo varias veces, lleva una vida militante hasta que se establece en Berlín, donde entra en relación con Franz Pfemfert y el nucleo de la revista expresionista revolucionaria Die Aktion. Vive en casa de Franz Jung, donde es detenido en 1913, por la policía prusiana acusado de anarquista y es expulsado a Austria, donde, a instancias de su padre, es internado en un manicomio de Viena. Gracias a una extensa campaña de solidaridad entre los intelectuales más radicales de Europa, conseguirá la libertad. Durante la guerra se moviliza como médico en distintos frentes. Después lleva una vida errante y miserable junto sólo con la soledad y la droga. En estas condiciones muere en Berlin, el 13 de febrero de 1920, según la descripción que hemos anotado de Franz Jung.
Con todo, durante estos años logra publicar la mayoría de sus trabajos. En Die Aktion publica, en 1913, el manifiesto “Cómo superar la crisis cultural”, réplica a Gustav Landauer sobre la importancia revolucionaria del psicoanálisis. Para Gross, la revolución, apoyándose en la psicología del inconsciente puede contemplar la relación entre sexos bajo un plano más libre y feliz: lucha contra la violación, en su forma más original, contra el padre y contra el derecho patriarcal, para restablecer el derecho matriarcal. En 1918, en “La concepción fundamentalmente comunista de la simbología del paraíso”, desarrolla su análisis de la institución patriarcal, que pone el acento sobre la unión legal entre los individuos, y del sistema matriarcal que reparte derechos y deberes, responsabilidades y obligaciones entre individuos por un lado, y la sociedad por otro. El matriarcado, que la revolución comunista deberá restaurar, no conoce ni el poder ni la sumisión, ni la autoridad, ni el matrimonio, ni la prostitución.
En 1914, publica en la revista Zentralblatt, inspirándose en Sabina Spielrein (3), la amiga de Freud y de Jung (que la tuvo en análisis), que había empezado a hablar de la oposición entre el yo y la sexualidad, y a considerar que la naturaleza instintiva del hombre se divide entre la pulsión de autoconservación y la pulsión de conservación de la especie, “Lo simbólico de la destrucción”. En la família el niño no tiene otra opción que quedarse solo o adaptarse; así su voluntad de conservación se transforma en voluntad de poder del yo adaptado a la sociedad. Los dos componentes del instinto de conservación, no querer ser violado / no querer violar, entran en contradicción, resultando un conflicto interior entre la voluntad de poder (sadismo) y el abandono de sí (masoquismo) que explica lo simbólico de la destrucción ligada a la sexualidad. Este conflicto interior es el resultado del prejuicio social sobre la superioridad de lo masculino, del orden familiar patriarcal. En “Tres estudios sobre el conflicto interior”, de 1920, Gross desarrolla extensamente esta interpretación.
NOTAS:
(1) Ver en ETCÉTERA, 22 la presentación del libro de Franz Jung.
(2) Erich Mühsam. Ascona. Locarno, 1905; Berlin, 1976.
(3) Sabina Spielrein, casi ignorada, fue una de las grandes pioneras del psicoanálisis. Nacida en Rusia fue fusilada con sus dos hijos en 1944, en Rostov.
La concepción fundamentalmente comunista de la simbólica del paraíso
Me parece acertado llamar, precisamente en estos momentos, la atención sobre una obra que hace tres milenios ya formuló la idea de que toda la construcción de la civilización desde la destrucción de la sociedad matriarcal-comunista de los tiempos primitivos se basaba en un error fundamental y que veía como misión del futuro la recuperación del bien perdido mediante la subversión de sistema autoritativo construido desde aquel entonces. Las palabras del incomprendido que pronunció esta idea –las palabras más supremas que jamás se pronunciaran en la historia– fueron distorsionadas y utilizadas a lo largo de la historia para justificar las mismas instituciones autoritarias que había maldecido en un lenguaje preclaro. Es precisamente ahora, cuando el renacimiento del ideal comunista anunciado por él está comenzando a convertirse en hechos, que quizás se empiece a comprender a este pensador...
Si uno se imagina que se encuentra solo en un pueblo completamente ajeno y se quiere comunicar con este pueblo, entonces se verá ante el insondable problema del esfuerzo que cada niño tiene que realizar para aprender la lengua materna y que para el adulto resulta incomprensible. La función intelectual de la primera infancia, en la medida en la que se puede abarcar en el terreno de la conciencia, resulta de un rango incomparablemente superior a las funciones intelectuales de todas las demás etapas vitales. La etapa siguiente de la presión exterior, adaptación y represión separa al adulto de sus inicios y cubre con un manto de olvido aquellos primeros tiempos de la experiencia - aún no modificada - del mundo y del propio ser. Del ser innato y de sus dones sólo queda una imagen escondida en el inconsciente, un anhelo y una búsqueda continua y oscura, y la proyección de las posibilidades perdidas en lo sobrenatural.-
Naturalmente se puede partir de la existencia de semejanzas entre la evolución del individuo y la evolución general del género humano. La misma presión del exterior que el principio autoritario de las instituciones y el principio de poder en los mismos individuos imponen en cada uno, la presión que separa a cada uno de su propia individualidad, de sus calidades y valores innatos, separa también a la humanidad en su conjunto de su periodo inicial y del primer desarrollo de las posibilidades innatas del género humano. Parece haber un sentido profundo en los mitos que sitúan la raza de los superhombres en el remoto pasado del inicio de la humanidad.
No es casual – y un hecho casi incontestable - que la escritura alfabética fuera inventada por pueblos nómadas de cazadores del paleolítico que no practicaban la agricultura ni la artesanía, y que en este primer escalón de la civilización se produjera por primera vez arte verdadero que a lo largo de muchos milenios y con la creciente evolución en el campo de logros materiales, técnicos y políticos quedó relegado al olvido.
De esta era inicial de una organización rudimentaria y de un dominio primitivo de los materiales y de unas posibilidades ingentes de desarrollo de la mente humana nos separa la larga fase del desarrollo de la civilización, de la organización de la dominación sobre el material y la vida mediante una carga cada vez mayor sobre los individuos y las individualidades – es decir: el sacrificio de la propia mente en aras del poder.
La organización de la dominación sobre la naturaleza y el hombre, la creación de la cultura material y de las instituciones autoritarias obliga a cada individuo a desplegar fuerzas y conocimientos especiales a expensas del conjunto de su personalidad, le obliga a la diferenciación específica y a la actividad al mismo tiempo que a la adaptación y a la renuncia, dirige los afectos hacia el poder y la sumisión y no hacia la libertad, fomenta el desarrollo de aptitudes y capacidades pragmáticas en detrimento del experimentar y estar.-
Al igual que cada uno realiza su esfuerzo más sorprendente, el aprender a hablar, al principio de su vida, mientras persiste la plenitud productiva de las fuerzas libres innatas, también en la evolución del género humano los mayores actos creativos, la formación de las mismas cualidades humanas y la idea de la cultura, la concepción de comunidad y comunicación, de la abstracción y de la lengua pudieran concluir antes de que la domesticación progresiva haya podido reducir el intelecto a facultades de dominación y sujeción.-
Las ideas más elevadas de la humanidad llegan de estos tiempos primitivos al futuro. Nosotros las concebimos como el día venidero y como nuestra voluntad, la antigüedad aún las vivía como memoria. Los valores de la era humana más antigua, “el dorado periodo original”, son definidos por el romano Ovidio, con una sencilla grandeza, como programa ideal del futuro lejano:
“... Vindice nullo sponte sua sine lege bonum...”(1)
Conciliando acervo y objetivo lejano, la versión artística más elaborada de la herencia de los tiempos primitivos, el Génesis de la Biblia(2), concede el valor supremo a la ausencia de autoridad y poder dentro de las relaciones humanas, especialmente en las relaciones entre hombre y mujer, y define de esta manera el problema global del destino humano desde el principio del pasado hasta la conclusión del futuro.-
No deja de ser ajeno que la presión interior impida una lectura despreocupada del Génesis... y más ajeno aún resulta que algunas partes especialmente expresivas no nos hayan hecho pensar más.
El Génesis expresa con unas palabras muy claras que el matrimonio y la dependencia de la mujer son efectos nefastos de actos contrarios a la voluntad de Dios. (A.T. III. 16).
El significado profundo de estas palabras aumenta si se repara en la expresión que condena el acto de los primeros seres humanos que no se puede interpretar como “maldición” o “aplicación de condenas” – la concepción que el Génesis tiene de Dios es demasiado elevada para ello -, sino sólo como manifestación de la comprensión divina de las leyes de causalidad y de las profundidades del alma, como la enunciación del efecto inevitable de una causa dada. Es decir, las palabras de Dios hay que leerlas como: “Serás, por haber hecho esto...”, por lo que determinan una consecuencia.
El nacimiento de la familia en su forma actual, la dependencia de la mujer del hombre, el matrimonio patriarcal, es una consecuencia interior – derivada de las leyes psicológicas - del pecado original. Mas en el resultado interior del acto queda encerrada la expresión de su propia naturaleza.
En el texto, el pecado original se designa simplemente con el símbolo ampliamente discutido: comer del árbol del conocimiento del Bien y del Mal. ¿Cuál es el significado de este símbolo? (II.17)
Sobre todo se constata un momento negativo. Las interpretaciones que apuntan a un pecado de la soberbia o de la desobediencia son poco serias. El Dios del Génesis “no es como un hombre que se enoja”.
Además: el símbolo del pecado original no hace de ninguna manera referencia a la relación sexual. No hace falta recordar las palabras previas: “Creced y multiplicaos”. Basta pensar en la creación de los humanos como seres sexuales diferenciados para entender que no tiene sentido la idea de que Dios pretendiera la renuncia a la sexualidad. Lo que sí es indudable es que el acto prohibido interfiere en la sexualidad ya que sus consecuencias afectan a este campo. Mas éstas son tan características que resulta difícil errar en la conclusión del tipo de pecado – no comprendo cómo la represión ha podido bloquear este camino...
El efecto psicológico inmediato es la creación del pudor sexual (III: 7). Tiene que haber habido pues un acto cuya primera consecuencia es la pérdida – a través de una modificación interior profunda - del saber de la pureza de toda sexualidad, de la libertad magnífica de la vivencia sexual. Dicho de otra manera, un acto que rebajaba la sexualidad, una desfiguración de la relación interior con la sexualidad – en cada caso un pecado contra la naturaleza y el sentido de la sexualidad.
Ahora bien, en todo el relato del pecado original se establece implícitamente, mediante una técnica artística inalcanzable en el tratamiento del símbolo, que cada expresión de las dos personas que representan los primeros hombres se convierte en un hecho definitivo que perdura. Con una fuerza apremiante se establece un nivel que no admite que algún elemento de lo acontecido se viva como algo único y limitado al momento. Se impone la impresión de que se trata de logros o desviaciones de vigencia para todos los tiempos.-
De modo que las consecuencias del acto prohibido, también allí donde sólo se narra algo que ha tenido lugar – como esta reacción automática de la ocultación repentina de la sexualidad -, devienen una transformación duradera y vigente hasta el presente.-
El pecado original es un acontecimiento de los tiempos originales que modificó de forma decisiva tanto la estructura de la sociedad como el carácter de cada persona y que ha impuesto a toda la humanidad unas normas nuevas en el plano social y psicológico. Es decir, a este acontecimiento se deben la negación de la sexualidad y el orden familiar dominado por el varón.
Ya no se pueden albergar dudas sobre la naturaleza de este acontecimiento. Éste sólo puede referirse a un solo hecho: el abandono del libre matriarcado de los tiempos originales, que el Génesis identifica como el error humano fundamental y que se valora como pecado contra el espíritu y la voluntad divinos.-
El motivo dominante de la tragedia del Génesis es pues la desviación del desarrollo de la humanidad acontecido en la fase inicial de la creación de la sociedad hacia un orden que paraliza el desarrollo de cualquier hecho, devenir y vivencia humanos: el cambio de orientación del espíritu matriarcal del desenvolvimiento sin límites a la construcción de una familia y una sociedad basadas en el principio de la autoridad.
Desde esta perspectiva, también la simbólica del relato del pecado original en el sentido estricto, la expresión “Conocer el Bien y el Mal” adquiere una importancia nueva.
Después de haber comprendido el problema fundamental de toda esta obra, se nos abre sin más el contenido del símbolo que el mismo relato expresa con una sencillez y claridad supremas. “Conocer el Bien y el Mal” sólo puede tener un contenido: la creación de un canon de valores y normas. Es la potencia creadora normativa divina la que necesariamente tiene que poseer el conocimiento de las consecuencias últimas de la nueva orientación que en el Génesis se eleva al nivel de la igualdad con Dios.
Casi huelga decir que, en oposición a lo expuesto aquí, no procede la interpretación que percibe la aplicación de un canon de valores ya existentes, es decir la diferenciación en bien y mal según normas tradicionales como algo que se sitúe encima de las medidas humanas.
La culpa trágica en el drama del Génesis es que el ser humano no es capaz de darse nuevos estatutos, poseído de motivos demasiado humanos e incapaz de abarcar las consecuencias de su innovación, aterrorizado por sus primeras secuelas, con su paso en falso desviando la evolución futura y, en tanto que usurpador de competencias divinas, dictando la ley que gravita sobre el mundo, que es obra de hombres y profanación eterna de la obra del Señor.
Hemos podido mostrar que el Génesis habla de aquella catástrofe cultural que convirtió el principio patriarcal en el principio dominante.
Es ésta la gran transmutación de todos los valores en la que la humanidad imprimió el carácter autoritativo actual a su vida y con la que creó las normas que hoy, como siempre, siguen siendo no orgánicas y no asimilables y que evidencian su naturaleza de cuerpo ajeno precisamente por el hecho de que siempre y en todas partes son la fuente de ilimitados conflictos interiores y de todas las formas de autodestrucción por enfermedad y decadencia.
La ciencia actual de la prehistoria atribuye la creación del orden patriarcal a un número excesivo de mujeres capturadas como esclavas y ha encontrado argumentos de peso para esta hipótesis en los viejos usos del matrimonio, en las leyendas y ceremonias de los raptos, etc. Sin embargo, hay que objetar que estos actos de violencia, de cuya realidad y universalidad no se puede dudar, también se podrían explicar – y hacerlos de esta manera psicológicamente más inteligibles - como efecto secundario de un deterioro ya en curso del antiguo matriarcado.
Es decir, según la prehistoria moderna un acto de violación perpetrado por el hombre sería el verdadero pecado original, el inicio de la catástrofe. Según la versión del Génesis fue la mujer la que, aconsejada por un principio malo – yo diría un símbolo del inconsciente - dio el primer impulso para crear el nuevo orden moral y jurídico cuyas consecuencias insospechadas eran la degradación de la sexualidad en un objeto del pudor, el establecimiento del patriarcado sobre la base de la destrucción de la libertad y de la dignidad humana de la mujer, y, como aire espiritual del mundo transformado - solo esto puede ser el sentido de las palabras divinas dirigidas a Adán! - la desolación interior de la actividad humana, también para el hombre, y el hundimiento del espíritu en la gravedad de materialidad terrenal.
El texto del Génesis reza que la mujer espera que el cambio previsto traiga comodidades y ventajas - se deja claro que se trata de ventajas nimias - y que por eso parte la fruta. No puede tratarse de una casualidad: nos vemos ante el símbolo antiguo y universal de cerrar un trato...
Queda por analizar la psicología que actúa aquí. Podemos reconstruir sus rasgos esenciales a partir del cuadro general de la sociedad matriarcal y de las condiciones de su ocaso.
El problema inicial y principal de toda economía es la utilización de una aportación suplementaria de trabajo exterior para permitir a la mujer asumir sus funciones maternas. La solución comunista de este problema es el matriarcado que, al mismo tiempo, es la forma más perfecta de la socialización ya que libera a cada uno y une a todos al convertir el mismo cuerpo social en centro y garantía de la libertad individual más elevada.
El matriarcado no impone barreras o normas, ni moral o control a la sexualidad. Desconoce el concepto de la paternidad y no precisa su comprobación en el caso concreto. Acepta la maternidad como el mayor trabajo prestado a la misma sociedad en tanto que representante legal legítima de las futuras generaciones y traslada a la sociedad la obligación de la compensación material; es decir, no tiene motivo para evidenciar la paternidad, justo lo contrario de lo que ocurre en el patriarcado que se basa en la determinación de un sujeto responsable y obligado a pagar y que, por tanto, necesita convertir las condiciones indispensables para conseguir tal evidencia - en primer lugar la obligación de la exclusividad sexual - en el contenido de su moral y de sus instituciones.
He aquí la diferencia decisiva y esencial. El matriarcado sitúa el conjunto de los derechos y obligaciones, de responsabilidad y vínculo, entre los individuos en un lado y la sociedad en el otro. La institución patriarcal, en cambio, desplaza el centro de gravedad al vínculo jurídico entre los individuos.
En el poderío del matriarcado toda entrega individual sólo puede hacerse valer en la relación del individuo con la sociedad y toda sensación de poder sólo existe en la colectividad.(3) En la relación mutua de los individuos se da el espacio para desarrollar unas relaciones que pueden mantenerse como fin en sí y que están libres de aspectos de autoridad y poder. El matriarcado no contamina las relaciones entre los sexos con obligaciones, moral y responsabilidad, con imperativos económicos, legales o morales. No conoce el poder ni la sumisión, ni la ley contractual, ni autoridad, ni matrimonio o prostitución.
Resulta harto difícil imaginarse los motivos que podían haber llevado a abandonar un orden positivo de estas características. Este hecho sólo se hace concebible partiendo de la negación recogida en el Génesis: que en el momento de la transformación no se alcanzaba a ver sus consecuencias. El Génesis ve precisamente en la empresa de inaugurar nuevos vínculos y, con ello, nuevos valores cuyas secuelas eran imprevisibles, la arrogación de la espiritualidad divina. La intervención sin distancia en la obra divina, el orgullo desmesurado de un intento de esta índole, constituye la culpa trágica para el Génesis, por lo que basta la elaboración del motivo para cumplir con la necesidad artística de su exposición. Por eso el Génesis se limita a indicar que la mujer se esperaba una ventaja de la introducción de un elemento legal y contractual entre los sexos.
Un tal espíritu supone la existencia de un periodo de transición, lleno de transformaciones civilizadoras e innovaciones técnicas, dentro de un ambiente de una incertidumbre naciente, un periodo de variaciones, lleno de caos de desviaciones y nuevas posibilidades. Se trata de uno de aquellos periodos, que para nosotros que llevamos el peso de nuestra historia, representan el horizonte de la esperanza, pero que situaban al borde del abismo a una humanidad a punto de perder lo mejor sin poder ganar nada comparable a cambio.
El punto crítico del matriarcado – también podríamos decir: la sociedad comunista a partir de su unidad más pequeña – es su complejidad social; la cohesión interior de los grupos que permite su establecimiento es al mismo tiempo la condición de su existencia. Reconstruirla sobre una base más amplia será la tarea principal en los tiempos venideros para rectificar la culpa original de haberla abandonado a la hora de la primera ola de incremento de complicaciones sociales...
Seguramente era una fase en la que el aumento del aprovechamiento de los recursos naturales parecía aconsejar la introducción de un sistema económico descentralizado. Era la primera sublevación del individualismo económico contra la vieja moral social: el nacimiento de la propiedad. Parece que el Génesis la relaciona también con el descubrimiento de la agricultura – así al menos se podría explicar la alusión al trabajo de la tierra a la hora de la predicción de la desdicha a venir.(4)
Un periodo de desintegración social pues en el que se corrompe tanto la estructura social como el sentimiento de relación natural entre los individuos, la moral elemental. Este periodo de incertidumbre exterior e interior puede ser el contexto en el que la mujer, para afrontar la situación difícil de la maternidad, puede llegar a esperar una mayor seguridad y un apoyo más fuerte por parte de un individuo y puede llegar a pensar que estaría más segura y materialmente mejor situada si un solo individuo se responsabilizara de este apoyo. Contrato individual en vez de la garantía social hasta entonces natural... Persiste el problema de la contrapartida.
Todo el error del nuevo orden, todo el conflicto moral irreductible de la nueva moral, se concentra en este momento de la contrapartida. La contrapartida de la mujer para el apoyo económico por parte del individuo es fundamentalmente la sexualidad, y esta utilización de la sexualidad es el pecado contra la sexualidad del cual el Génesis nos muestra sus consecuencias inmediatas: la transformación de las sensaciones hasta tal punto de concebir la sexualidad como un objeto de pudor.
Es decir, el contenido de la nueva relación legal es que la mujer se vende en forma de prostitución y matrimonio y su primer resultado directo es el pudor sexual.
La consecuencia siguiente es la familia autoritaria, el elemento constitutivo de la autoridad como institución.
Es, sobre todo, un elemento accesorio inevitable que convierte la venta de la sexualidad en esta desgracia con secuelas terribles que origina la desviación hacia la vergüenza sexual. Esta consideración casi parece demasiado evidente: para que un acto se pudiera convertir en un objeto de compra, para poder reclamar una indemnización por un acto común, en primer lugar se tiene que poder negar que el acto común pude haber servido a un interés común y puede haber nacido de un deseo común.
Dicho de otra manera, por parte de la mujer que ha de ser resarcida de la sexualidad, la sexualidad ha de ser presentada como un mal, como algo que ella misma no desea, sino que sólo aguanta, a diferencia del carácter activo de la sexualidad masculina que se ha convertido en un fin en sí. De esta manera empieza a instaurarse una ficción que domina todo, que a lo largo de las generaciones se inscribe cada vez más hondo en el inconsciente y se considera cada vez más como algo dado por la naturaleza y una diferencia innata entre los sexos – la ficción de la oposición y de la imposibilidad de comprensión entre hombre y mujer; de esta manera se instaura la coacción a un comportamiento activo y pasivo, respectivamente, la obligación de la mujer al recato mentiroso y el derecho del hombre a la brutalidad posesiva – de esta manera empieza a instaurarse sobre todo el espantoso principio de que la sexualidad como tal es un mal y un acto alienado que una parte sufre y que la otra adquiere o impone, una colisión entre dos egoísmos en vez del símbolo natural de la abolición de las fronteras entre yo y tú.
El pudor sexual, la expresión abrumadora del conflicto del ser humano con todo lo que tiene de verdadero y vivo en sí, es la señal evidente de una sexualidad que ha dejado de ser de interés mutuo. Su lugar ha sido ocupado por una lucha entre intereses opuestos, es decir, una lucha por el poder, en virtud del cual la voluntad de poder se convierte cada vez más en un fin en sí, en un automatismo que acaba convirtiendo la lucha entre los sexos en un hecho natural.
La interminable lucha por el poder crea sus propios límites y coacciones exteriores dentro de una relación de autoridad claramente definida.
Al mismo tiempo, la sociedad ha dejado de ofrecer al individuo otras garantías esenciales que no sean las materiales.
Con el desarrollo del individuo en tanto que entidad económica se pierde la posibilidad de desarrollo de la individualidad y la posibilidad de relaciones verdaderas cuya condición previa es la interacción enriquecedora de dos individualidades intactas. La lucha individual por el poder, sobre todo en forma de propiedad, adquiere su forma duradera en la sociedad por intermediación de un estado de equilibrios más o menos estable, el derecho que, tal como sabemos desde Nietzsche, es un sistema de compensación entre quienes tienen poderes parecidos. De esta manera se ha consolidado el orden familiar y social basado en la autoridad y el derecho, el reconocimiento principal de la lucha de intereses de todos contra todos, ora en forma latente, ora en forma manifiesta – “hasta que te vuelvas a convertir en polvo”.
El pensador que descubría el error de la evolución general de la civilización debía tener una conciencia sobrehumana para poder prever la catástrofe irremediable y, como consecuencia, el reencuentro del ser humano consigo mismo y su renovación.
Efectivamente propagó por el mundo un pensamiento que con las deformaciones más extrañas y con las interpretaciones más absurdas y, en parte, más grotescas ha venido pasando de generación en generación: el pensamiento de la redención.
Tanto para el Génesis como para nosotros, la redención sólo podía y puede tener un significado: la abolición de todos los efectos del camino de evolución que la humanidad tomó desde su abandono de la sociedad matriarcal comunista de los tiempos originales y desde la constitución de la familia y de la sociedad en base a la autoridad y la jerarquía.
El Génesis anuncia el advenimiento de la redención mediante la elevación interior de la mujer. La mujer machacará la cabeza del mismo principio del mal por el que el monstruoso error penetró en el mundo: el principio de poder, dentro de todas las relaciones humanas, transformado en equilibrio de la lucha perpetua de poder, solidificado en una fría tranquilidad de derechos y deberes, el principio estéril de la autoridad.
El Génesis tendrá razón: la renovación verdadera e indestructible será realizada por la revolución que destruya el principio original de la autoridad y que aporte una solución comunista al problema original de toda economía. Se tratará de la revolución que inicie la transformación desde el interior y que vuelva a encargar el entramado económico de la sociedad con el cuidado de madre y niño.
Esta revolución que reconducirá la economía a su razón fundamental y a la sociedad a grupos que representan sus unidades naturales tiene que estar inspirada por un espíritu que, superando las necesidades de subsistencia y esquivando la voluntad de poder, reconozca en la libertad la única posibilidad para establecer relaciones humanas verdaderas y que regale a cada uno el bien supremo, no tanto de su libertad individual, sino de la libertad de todos los demás.
La verdadera liberación de la mujer, la abolición de la familia patriarcal existente mediante la responsabilidad comunitaria y social de la maternidad, restituirá el interés vital de cada uno en una sociedad que le garantizará la posibilidad de la libertad suprema e ilimitada, y cada uno, independientemente de donde venga, tendrá el mismo interés en combatir las instituciones que conocemos hoy día.
El trabajo preparatorio para tal revolución tiene que originar la liberación de cada uno del principio de autoridad interiorizado, la liberación de toda adaptación al espíritu de las instituciones autoritarias que nos fue inculcado en el transcurso de una infancia en el seno de una familia autoritaria, la liberación de todas las instituciones que el niño había adoptado de personas de su entorno que estaban enfrascadas en la eterna lucha por el poder tanto contra él como entre sí; la liberación de todo rasgo servil que padece indefectiblemente cualquiera que ha pasado una infancia de estas características: la liberación del mismo pecado original, de la voluntad de poder.
Lo más abrumador de aquel pensamiento tremendo que abraza un mundo y su historia con la idea del pecado original y de la redención es que todo lo que nos podemos imaginar como logro supremo, lo que podemos esperar como mayor transformación posible, lo que nos podemos fijar como la meta más lejana, no es más que la reparación de un error humano, la recuperación de un bien y nivel humanos perdidos en tiempos inmemoriales, la liberación de una culpa heredada y de la maldición de sus efectos. Ninguna creación realmente nueva, sólo, como máximo, el reconocimiento cabal de un error total en todo y desde los tiempos primitivos, una re-transmutación de todos los valores, la voluntad de reconstruir la base antigua de las relaciones, de la sociedad y de la evolución cultural que podrá empezar a partir de entonces.
De todo lo que la humanidad ha conseguido en su largo camino - si se viene abajo en la gran lucha – nos podemos desprender. Lo más supremo que el intelecto ha realizado hasta ahora ha sido el descubrimiento de un solo individuo hace tres milenios de que todo, absolutamente todo, es error, desviación y crimen y que el acto supremo y redentor será la abolición de toda esta evolución y de todo por los actuales.(5)
Pero nosotros, cuya vida ya no tiene otro sentido que combatir hasta el fin todo lo existente, tenemos el derecho de afirmar que este individuo es - de los nuestros.
(1919)
NOTAS:
(1)“Sin ley ni autoridad, el bien por su propia voluntad...”
(2)Para mejor comprensión del texto del Génesis conviene avanzar la siguiente observación:
De entre las dos variantes sobre la creación de la mujer, la segunda – la historia con la costilla – incluso sin la demostración filológica, sólo por el contenido y el espíritu del episodio y por su contradicción con la primera redacción, se revela como versión posterior e insertada como un cuerpo ajeno. Para la creación de la mujer sólo tenemos en cuenta las palabras: “... Dios creó al hombre a su imagen, a su imagen creó un hombre y una mujer, y les dijo: "Creced y multiplicaos..."
(3)El poder, en tanto que elemento supra-individual soportado por el conjunto de la sociedad unificada en la comprensión universal entre sí, se expresa para nosotros en el símbolo ingente de la construcción de la torre de Babel.
(4)El juicio negativo sobre la agricultura no se puede clasificar de forma terminante como una interpretación literaria de una casta de nobles de origen beduino. Tampoco satisface el intento de explicar la palabra de este pensador exclusivamente como expresión de orgullo de un noble.
(5)Parece que tenemos la posibilidad de reconstruir el peculiar ambiente histórico cultural que puede haber dado el primer impulso para formular la idea del Génesis. El pensador estaba sin duda implicado en la lucha que oponía el monoteísmo autoritario y teocrático del profeta al culto de Astarte y que decidió sobre el destino del antiguo Israel y de su esfera de influencia al parecer ilimitada. En el culto de Astarte se habría concentrado en aquel entonces todo lo que quedaba de la libertad y dignidad de la mujer. La orgía como acto de culto seguía defendiendo la valoración positiva que la sociedad matriarcal libre hacía del momento sexual como tal, y la investidura litúrgica de mujeres mantenía vivo el antiguo espíritu de la soberanía femenina. Para someter el culto de Astarte, los profetas crearon el monopolio religioso del varón en la liturgia judaica que fue el origen para el desprecio de la mujer en la ideología judaica y, a partir de ella, en la cristiana y musulmana. Las concepciones del judaísmo tardío se alinearon con el helenismo en esta misma dirección, en el primer terror blanco, dirigido contra la libertad de la mujer.
En la lucha de los cultos antiguos contra los profetas -la primera y la mas violenta organización de la voluntad de poder dentro de la religión, en el cual el heroísmo cultural del antiguo Israel sucumbió- el poeta del Génesis percibió la última llama del combate de la humanidad, el final de la gran disputa por el viejo ideal del matriarcado. Veía su desenlace inevitable, el comienzo de un periodo largo de autoridad patriarcal y el nacimiento de una civilización sobre esta base que predominaría durante épocas incalculables; y veía a través de los milenios la maduración interior de la humanidad bajo una opresión creciente hasta el cambio ineludible, el renacimiento de la misma lucha que se estaba apagando delante de sus ojos.
Contra el fetichismo obrero: Apuntes para superar la terminología marxista entre los anarquistas x Manuel de la Tierra
Publicado en: El Surco Nº15 - Chile
"Mira qué fácil es todo, cuando está bien explicado, me han dicho que el mundo es la lucha entre los buenos y los malos.
Que está la clase explotada y enfrente la explotadora y la lucha entre los dos bandos es el único motor de la historia.
Cualquiera que sea un currante, por el mero hecho de serlo, está de nuestro lado y merece nuestro respeto.
Por contra están los ricos, que son siempre los culpables de todo lo malo que ocurra y de todo lo malo que pase.
Y yo pienso que esta forma de no pensar es una mierda que impide ver los problemas tal como son, la realidad tal como es.
Simplificarlo todo así, sólo nos puede conducir a darnos contra una pared y creernos que eso es resistir"
(Producto Interior Bruto)
Hay entre los que se reclaman revolucionarios hay un cierto grado de sacralización de las figuras del obrero, del sindicalismo, de las masas y de la idea de lucha de clases. Si uno plantea la transformación social sin centrar el análisis en estos sujetos, conceptos y espacios, se estaría cometiendo herejía. Entre más “popular” vista el individuo o su organización, más genuinamente revolucionario es. Si no te llenas la boca con “proletariado”, “lucha de clases” otras palabras del mismo tono y no centras la acción cotidiana en ellas, ya no eres uno de ellos. A lo sumo serás un ambiguo postmoderno, un infantilista irresponsable o, derechamente, un reaccionario. Por supuesto, esta situación no es ajena a los llamados anarquistas. Y a mi entender esto se debe a que no nos hemos sabido librar completamente de la herencia analítica, estética y discursiva de los paradigmas revolucionarios marxistas de los sesenta, setenta y ochenta. El anarquismo criollo no ha superado del todo el trauma del izquierdismo que alguna vez reemplazó su lugar en el combate anti-estatal (MIR, FPMR, MJL). Hablo de trauma porque el rebrotar de la actividad libertaria en los noventa encontró huérfano al “movimiento anarquista” de referentes locales de su propia ideología (extintos hace tiempo), lo que llevó a muchos, explícitamente a veces, inconscientemente en otras, a acercarse a los modelos de análisis marxistas, a adoptar su estética, su memoria histórica y, lamentablemente, a copiar en ciertos casos sus modelos de organización. Las consignas, las demandas, los 29 de Marzo y los 11 de Septiembre, son los ejemplos más visibles de este proceso.
El recuerdo de los que combatieron y murieron por la libertad y el de las experiencias subversivas de otras vertientes ideológicas es sumamente importante si buscamos en ello herramientas para el hoy, pero es contraproducente cuando rememorar se vuelve un porfiado ejercicio para traer fórmulas del pasado que ya no resisten al presente. Por mucho que se le enrostre al marxismo la burocratización y el autoritarismo en cada una de sus experiencias históricas, cuestión irrefutable por lo demás, no vemos un vivo atrevimiento ni la intención a lo menos de cuestionar y cambiar tajantemente las herramientas de investigación sociológica que ellos emplean y que nosotros no abandonamos aún.
El principal problema que veo en esto es que por no cuestionar las claves de análisis del marxismo y sus terminologías, concluimos encerrándonos en sus mismas lógicas estrechamente economicistas en donde la revolución depende de las estructuras de producción, excluyéndose del estudio (y combate) las múltiples aristas del sistema de dominación que no necesariamente se vinculan al trabajo asalariado. A saber, la cultura, la política, el inconsciente colectivo, las diferencias étnicas y etcétera. Según los marxistas todo esto depende de los modos de producción (estructura y superestructura), entonces si trasformamos la economía, cambiaremos todo lo demás. (1) Y para modificarla hay que tomar el control político del Estado con la consiguiente y macabra dictadura del proletariado, que no es más que la dictadura del Partido Comunista. Pero para nosotros quienes sostenemos que no hay igualdad ni libertad en donde existen jerarquías y control policiaco, ninguna dictadura es deseada. Y aún en el caso de que trasformemos la economía suprimiendo en el proceso la estructura orgánica del Estado (instituciones, espacios y capacidad de control), aquello no importa una relación directa con la modificación del pensamiento individual. Es más fácil hacer notar a alguien que su jefe lo explota a explicarle que deje de creer que su compañera es su propiedad, que el peruano o el argentino no es su enemigo o que se puede vivir mejor sin autoridad alguna. Por muy comunista que sea la economía, no hay revolución alguna si no hay un cambalache categórico de las estructuras mentales. Y la economía no determina las cosmovisiones, sino una serie de factores que tienen que ver primordialmente con las experiencias particulares de cada ser. (2) La cuna no determina tu lugar en la lucha, eso sería creer que la distribución de mentalidades en el orden actual es como generalmente lo fue en la edad media europea. Un obrero puede ser tan enemigo de la libertad como su patrón. ¡Falsa conciencia! -nos gritan los marxistas y quienes creen en sus metodologías: como los poderosos controlan la cultura, modifican las aspiraciones de los obreros y los hacen renegar de los “verdaderos” intereses de su clase, pero cuando llegue el día –nos advierten- en el que todos los trabajadores se hagan la idea de que son una gran unidad histórica y de que juntos deben hacer la revolución anteponiendo sus intereses a los de las clases hegemónicas, se acabará la falsa conciencia y la sociedad de clases. Bonita ilusión, decimos, que no considera siquiera las dinámicas de la sociedad moderna en donde los roles se confunden anulando las divisiones nítidas entre los diversos actores sociales.
Hoy, un siglo y medio después de cuando se trazaron las ideas genéricas del materialismo histórico, tiempo en que todas las estructuras de dominación se han perfeccionado y sofisticado sobremanera, urge cuestionar todo aporte teórico desde esas vertientes. Y no se trata de destruir por destruir, por cierto.
Apremia también cuestionar el modelo de “explotados y explotadores”, pues ya no hay sociedad –y nunca la hubo- dual. Las redes de poder y los conflictos en sus entretejidos son muchísimo más complicadas que un simple encontrón entre burgueses malvados y proletarios descamisados. En todo individuo hay un opresor, en todo trabajador hay un capitalista, en todo militante hay un militar: es preciso acabar con todos.
Si bien el anarquismo tuvo una época en que su relación con el mundo de las organizaciones de trabajadores era estrecha, innovando orgánicamente y aportando de diversas formas a sus luchas contra las redes de poder económico y estatal; su cuerpo teórico concibió ideas de redención que sobrepasaban los márgenes productivos. La idea era la transformación integral del individuo y con él de la sociedad toda. No te liberas en cuanto a tu clase, sino en tu calidad de ser. Ni opresores ni oprimidos, he ahí la cuestión primera.
Volviendo a la necesidad de superar al materialismo histórico en el campo anarquista me resulta preocupante el afán de muchos de “reafirmar el carácter de clase del anarquismo”. Haré referencia a un artículo de la revista plataformista Hombre y Sociedad, pero insisto en que esto no solo está presente en dicha corriente. No criticaré punto por punto sus postulados que, asumo, están inspirados de buena fe, aunque no concuerde con la mayoría de ellos. Pero sí me interesa ejemplificar el problema con éste, un típico caso de matrimonio entre anarquismo y fetichismo obrerista, en donde abundan los términos “proletariado”, “dialéctica”, “conciencia de clase”, “masas”. Aunque, como veremos, la similitud no sólo está en las palabras, sino también en las claves de lectura de la realidad. Espero no distorsionar el sentido del texto, como ocurre casi siempre cuando se cita para debatir, pero creo que este párrafo habla por sí sólo. Dicen desde H&S para combatir a los detractores de su tendencia:
“Así la resistencia a la plataforma aparece como la resistencia a dar el salto de un anarquismo abstracto, marginal, a ser parte activa en la lucha de clases, a hacerse parte de las dificultades reales que experimentan los movimientos sociales, por temores virginales a lidiar con la política real, se trata del temor natural que produce esta idea de que el anarquismo es sólo una posibilidad que hay que hacer parir, además del miedo al dolor y al trabajo que éste implica necesariamente” (3) (la negrita es mía).
¡Ay de nosotros los abstractos, los marginales y ajenos a las reales dificultades, los de vírgenes temores, los miedosos al dolor y al trabajo! Pero más allá de la arrogancia evidente, y de la ignorancia respecto a los costos que implica desarrollar la anarquía en otras formas, lo que me urge referir sobre este artículo es el porfiado tema de la lucha de clases. En donde no se concreta un cuestionamiento a la terminología marxista sino que, sirviéndose de ella, se permiten definir entre anarquismos concretos y abstractos. Personalmente valoro todo trabajo que se haga para mermar el sistema de dominación, cuanto más diversos mejor, y me agrada la preocupación por hacer más efectiva la presencia de las prácticas y valores libertarios en la sociedad, como supongo a la gente de H&S, pero me parece peligroso que se alimenten del materialismo histórico sin hacer al mismo tiempo una crítica profunda (más allá de los lugares comunes: antiburocracia, antipartidismo, etc.) de sus estrechos marcos economicistas. ¡La vida social es mucho más compleja que las relaciones con el malvado capital! Antes que el capital está la autoridad, y no hablo solo de las fuerzas evidentes del Estado o sus edificios y símbolos (Ejército, carabineros, cárceles, escuelas, edificios administrativos), sino –y principalmente- de aquella red de creencias que hacen de él una fortaleza aparentemente inexpugnable. Creencias como aquella hegemónica –y pilar de la dominación- que nos advierte que no se puede vivir sin autoridad. Y a esa máxima no la acabaremos únicamente con piedras y bombazos, ni con huelgas ni grandes manifestaciones. Aunque todo sirve, por cierto.
Y como soy un convencido de que las formas de combatir los mil rostros de la dominación pasan por multiplicar mil espacios de respuesta y contraofensiva, no puedo dejar de cuestionar aquella creencia (que también empieza a abundar entre los ácratas) que invita a distanciarse completamente de la lucha económica por considerarse funcional al orden. En esa lógica, por ejemplo, el sindicalismo vendría a ser otro instrumento más de dominación.
Veamos un caso. En el nº 53 de la publicación anti-plataformista Libertad! de Buenos Aires apareció un artículo firmado por Patrick Rossineri que sintetiza esta idea (4). Coincidimos en su análisis, más no en las conclusiones. Ante la pregunta de si acaso es posible o deseable para los anarquistas horizontalizar y autogestionar los sindicatos, el articulista remata negativamente, aunque deja en claro la necesidad de fortalecer entidades anarcosindicales, el trabajo en los barrios y con los no sindicalizados, con los cesantes. Bien dice Rossineri que el sindicato está inserto en el sistema de dominación en tanto reproduce al mismo en las estructuras jerárquicas de su funcionamiento interno, así como en su disponibilidad a las subvenciones estatales. Y es cierto que el sindicato es hoy un organismo autoritario y pancista, sólo preocupado en demandas inmediatas de caracteres gremiales y restringidos a su particular radio de acción. Ya no existe la huelga política, la huelga solidaria, como otrora cuando por ejemplo los gremios paraban sus labores para apoyar a otros sindicatos o reclamar la libertad de los presos políticos. Pero, a nuestro juicio, que el sindicato esté amarrado a la estructura de poder no implica negar la posibilidad para un anarquista de luchar en él. Requerimos transformar todos los espacios en los que nos desenvolvemos ¿por qué éste no? Y esto tampoco significa claudicar, hay que combatir a los politicastros, a los legalistas y todo dirigente sindical debe ser objeto de desconfianza en tanto autoridad, pues la delegación y la sumisión muchas veces visten ropajes simpáticos. El sindicato es una herramienta como tantas otras y además se ha mostrado útil para detener el abuso patronal en no pocos casos. Creo más bien que el problema pasa por no hacer del sindicato y el sindicalismo la panacea. Por su parte el anarcosindicalismo es una solución parcial y limitada a la burocratización del sindicato legal y partidista, pero no es en sí mismo la solución al general sistema de dominación.
La gesta libertaria trasciende nuestro lugar en el sistema de producción y el entretejido de relaciones salariales en el que sobrevivimos. Hasta acá llegamos hoy. El llamado es a cuestionar el uso indiscriminado y acrítico de la terminología y las claves de análisis marxistas entre los anarquistas, y para sugerir cuidado sobre su antípoda antieconómica. Y es que el anarquismo no depende de las estructuras de producción, pero tampoco puede desentenderse de las mismas. Pero y en todo caso, no es la verdad anarquista la que habla hoy, sino la limitada opinión de uno de los miles que se reclaman como tal. Provocar a la reflexión es la idea.
Citas:
[1]. A pesar de las reformulaciones y “actualizaciones” del pensamiento marxista, por ejemplo con el rescate de los aportes sobre “hegemonía” de Gramsci (opacado por largo tiempo en A.L. por Althusser y compañía), estas ideas continúan intactas. Entre otros véase, Marta Harnecker, Los conceptos elementales del materialismo histórico, X edición, Siglo XXI, Santiago, 1972.
[2]. Incluso los mismos historiadores marxistas lo han notado, aunque no se note en las directrices de sus partidos. Estúdiese los aportes de E. P. Thompson y su “Formación de la clase obrera en Inglaterra”, Editorial Crítica, Barcelona, 1989.
[3]. El artículo referido es “A propósito de las resistencias a “La Plataforma”: Contribución a un anarquismo de masas.”, Hombre y Sociedad, nº 24, Invierno 2009, Santiago, p.15.
[4]. “El sindicato como herramienta de dominación”, Libertad!, nº 53, Octubre-Noviembre 2009, Buenos Aires.
lunes, 21 de febrero de 2011
Las interzonas anarquistas x Colectivo de Trabajadores Culturales "La Felguera"
Introducción
"El enigma no existe. Si una pregunta puede siquiera formularse,
también puede responderse."
Ludwig Wittgenstein
En todas partes, aunque al mismo tiempo en ninguna, se repite y constata la "actualidad del anarquismo". Los anarquistas parecen estar en todos lados. Se habla de su superioridad numérica, pero también se señala su inoperancia e ineficacia sobre el terreno a la hora de exponer posturas radicales. Sin embargo, al menos en el Estado español, la inexistencia de una oposición real en la calle que contribuya a expresar y organizar el actual malestar es un hecho que cualquiera puede constatar. Sin embargo, una pregunta nos asalta: ¿Dónde están los anarquistas? TS Eliot parece ser el último que pudo verlos: "¿Quién es el tercero que camina a tu lado? Si cuento, sólo estamos tú y yo juntos, pero si miro hacia delante por el camino blanco / siempre hay otro caminando junto a ti / un encapuchado que se desliza envuelto en un oscuro manto / no sé si es hombre o mujer: pero ¿quién es aquel al otro lado de ti?". A la hora de escribir este poema, Eliot se inspiró en una de las tantas expediciones antárticas, donde se solía decir que el exhausto grupo de exploradores siempre tenía la impresión de que había uno más, una especie de fantasma, que los acompañaba durante el camino (1).
A pesar de esa supuesta actualidad, ese traer al presente se parece más a un ejercicio de diseño e hipotesis, a un juego de guerra, que a una descripción de la realidad. Con frecuencia, sus actividades necesitan de su expresión espectacular, por medio de acciones violentas, para salir a una superficie de la cual, en muchas ocasiones, se encuentra excluído. De manera deliberada han entrado en un complicado sistema de correspondencias donde al mismo tiempo que se critica los medios de comunicación parece necesitarse constantemente de los mismos. Al narrarse las acciones de los anarquistas, éstas parecen engrandecerse, como si se tratase de una información en diferido, donde la mediación amplifica su significancia, que no su significado real. El significado resulta un imposible, porque cada vez más se carece de los medios para difundir un determinado tipo de mensaje y su dificultad conduce a dar por sentado su imposibilidad, mientras que la significancia parece ser suficiente.
La lucha por un espacio dentro de un movimiento de contestación amplio o la urgente necesidad de reivindicarse como "anarquistas" —aunque la semántica no juegue del lado de los oprimidos—, convierten a los anarquistas en tipos generalmente previsibles, militantes del sacrificio e incluso a veces faltos de sentido del humor. Este modo de vida contribuye a una perpetuación del medio anarquista en un entramado de gustos, opiniones, comidas, hábitos, músicas y vestimentas reconocibles. La escasa importancia práctica que, a pesar de sus cualidades objetivas, demuestra el actual anarquismo contrasta con la excesiva importancia que a veces se otorgan a sí mismos los que se llaman "anarquistas".
La historia no perdona ni a sus más enconados críticos. El actual escenario, mirando hacia atrás en un período de diez o veinte años, nos deja un saldo curioso. Alguna de las armas de la contestación surgidas a mediados de los años ochenta y que tenían a Hakim Bey, la difusión en el estado español de lo que se conoció como "guerrilla de la comunicación", la experiencia de Luther Blisset, o la recuperacón espectacular de algunas de las ideas del discurso situacionista, como alguno de sus mejores exponentes, nos indica que nuestra época ya ha girado diez o veinte veces sobre sí misma. Y también nos muestra que no hay segundas partes posibles. La tecnología del propio sistema cuenta con una poderosa estructura de proyección, siempre en clave pasiva, de las ideas de la última o penultima contestación. Aquello que pasa a integrarse en el mismo sistema es un reflejo de la imagen primera. El siguiente escenario de dominación, por tanto, siempre estará integrado por parte de las luchas inmediatas que lo desafiaron. De este modo, podemos llegar a entender que la dominación actual, al menos en nuestras sociedades europeas, pasa inevitablemente por la ilusión de la participación. No se trata de dictaduras más o menos ineficaces, sino sistemas democráticos en los que, en cierta medida, la policía ha dejado de ser necesaria. El control se ha interiorizado de tal modo, que en cualquier lugar y momento existen ejemplos para la delación, la denuncia anónima, el chivatazo o la cruda violencias entre iguales. Este reflejo es en sí mismo una forma sofisticada de mentira que se convierte en la mentira suprema de su época.
En algún lugar, un veterano anarquista como Bob Black afirmó que “necesitamos anarquistas libres del estorbo que supone el anarquismo”. Entonces, y sólo entonces, “podremos empezar a plantearnos seriamente el fomento de la anarquía”. Y tenía razón. Los grupos anarquistas, y no sólo aquellos otros grupos que se reparten el escenario de la radicalidad (ciudadanistas, altermundistas…), en muchas ocasiones se han convertido en grupos conservadores, gente que no sabe hacer otra cosa, defensores de una Ideología, tipos perezosos capaces de jugar en ambos lados de la reforma y la revolución, ejemplos de excesos verbales, expertos en compartir procesiones y desplegar toda una propaganda en la que parece que el fianl de los tiempos estuviera cerca.
Este texto es un experimento propositivo, cuyo impulso parte de la confianza en que, a pesar de todo, el futuro pasa por el anarquismo, o al menos por las prácticas esencialmente anarquistas y antiautoritarias. Creemos que el activismo pasa actualmente por una redifinición de la idea de habilidades y la experimentación política, no como proyección de nuevos escenarios, sino como puesta a prueba de todas y cada una de estas armas.
Pese a ello, y para evitar desengaños, las Interzonas Anarquistas no constituyen el intento por estructurar una nueva teoría en medio del desierto, sino que inciden en el complicado plano de las habilidades. Por tanto, tan sólo, si acaso, pueden servir de punto de partida. Su naturaleza, aparte de su concepto base que es la idea de la interzona descrita por William Burroughs, es herencia directa o indirecta de otros conceptos, como las "afinidades selectivas", y tantos otros que el lector atento podrá desentrañar (como, por ejemplo, el urbanismo unitario situacionista o la idea vaga del "pasearse", e incluso el acto gratuito de André Gide).
La interzona como conexión y mapa de subversión.
“Comprender algo es comprender su topografía,
saber cómo trazar su mapa.
Y saber cómo perderse.”
Susan Sontag
En la mayoría de sus obras Burroughs usó una técnica, en principio literaria, llamada “interzona” (2). La “interzona” estaba destinada a construir un relato que resultaba aparentemente caótico, pero que en realidad encerraba un orden oculto y coherente. A un nivel general, la interzona de Burroughs comenzaba como cualquier otro relato. También poseía un final, pero justo en medio las escenas iban y venían; nuevos personajes entraban en ese espacio de acción que era la interzona, a modo de lugar ideal para que sucedieran cosas, a través de las llamadas “intersecciones”. El gran descubrimiento que supone la interzona de Burroughs fue la creación de territorios intersticiales. El relato se distribuía en un sinfín de fuentes, referencias y desplazamientos temporales. La interzona permitía crear nuevas historias y secuencias, dotando a la totalidad de una armonía. A pesar de que el relato pareciera un rompecabezas inexcrutable, éste poseía su propia armonía y dinámicas, por lo que constituía una manera de organizar el caos.
En la interzona de Burroughs los personajes eran capaces de ir y venir, creando contradicciones aparentes. Se trataba de personajes peculiares, cuya principal cualidad era su constante capacidad de improvisación. Dentro de la interzona los personajes se convertían en partisanos: "Hay partisanos por todo el mundo. El partisano es simplemente el individuo perfectamente consciente de la existencia del enemigo y de sus métodos operacionales, y que está dispuesto a ponerlo todo en juego para combatirlo." El propio Burroughs, refiriéndose a uno de sus primeros libros que hicieron uso de esta técnica, afirmaba que “puedes meterte en El almuerzo desnudo en cualquier punto de intersección […] Es una heliografía, un Manual de Bricolaje…”.
La interzona de Burroughs pronto contó con nuevas aplicaciones, especialmente en el terreno del ciberpunk o de la ciencia ficción moderna, y más concretamente en autores como William Gibson o Bruce Sterling. En cierta medida, este tipo de literatura planteaba estructuras y relatos barrocos y laberínticos en donde todo era posible. Existía un sinfín de puntos de partida, pero un solo final (3). En medio se establecía una apertura literaria con capacidades ilimitadas para entrar y salir a través de ella. De alguna manera podía resumirse en un "no hay un donde allí." (4). Existe un diálogo en una obra de William Gibson (5) que conecta la idea que pretendemos compartir cuando hablamos de "interzona":
“—No decidimos nada. Te lo he dicho ya.
—Bueno, pero por alguna razón sucedió.
—Las cosas pasan. Pasó esa noche. Sin señales, sin líder, sin arquitectos. Tú crees que fue política. Pero eso ya no se baila, muchacho.
—Pero usted dijo que la gente estaba "preparada".
—Pero no para nada en particular. Eso es lo que no pareces entender. De acuerdo, el puente estaba allí, pero no he dicho que estuviese esperándonos. ¿Ves la diferencia?”
Este diálogo y lo que hasta el momento hemos abordado en torno a la "interzona", conlleva, necesariamente, un problema que ya a buen seguro habrás intuido: el problema de la organización o el como articular esta falta de plan presestablecido con la manera de organizarse. Por esta razón, debemos en primer lugar remitirnos, una vez desveladas las fuentes teóricas más contemporáneas, a su naturaleza primera y las diferencias existentes entre la Interzona Anarquista y los llamados "grupos de afinidad", o también otras experiencias que pudieran tener alguna similitud como la llamada "Zona Temporalmente Autónoma" de Hakim Bey.
Defintivamente, se trata de un Manual de Bricolaje.
Las Interzonas Anarquistas y los grupos de afinidad.
La expresión "grupos de afinidad" puede resultar contradictoria. Según Sebastián Faure, la palabra afinidad "expresa la tendencia que induce a los hombres a agruparse sobre la base de una analogía en los gustos, de una similitud de temperamente e ideas" (6). Sin entrar a valorar la existencia previa de "grupos de afinidad", y que podría partir de la Comuna de 1871, el "grupo de afinidad" moderno lo terminó de definir y concretar el anarquista americano Murray Bookchin, quien afirmó que había tomado su idea a partir de los grupos de afinidad surgidos en el ambiente faísta durante la revolución española. Según Bookchin, el “grupo de afinidad” consistía en "un nuevo tipo de familia amplia, en la cual los vínculos de parentesco se han sustituído por relaciones humanas de profunda simpatía, alimentados de algunas ideas y de una práctica revolucionaria común" (7). La definición de Bookchin estaba muy influenciada por la su época, concretamente por un escenario de utopismo radical surgido desde la contracultura y la nueva izquierda a mediados de los años sesenta (comunas, cooperativas, grupos radicales urbanos, etc). Esta sensibilidad de Bookchin conectó, gracias a las regulares reuniones que se sucedían en su piso de Nueva York, con los mejores cuadros del nuevo movimiento revolucionario, no sólo americano, sino mundial. Durante el tiempo en que Bookchin abrió su casa a los radicales, por allí pasaron miembros del Zengakuren japonés, situacionistas, yippies o anarquistas. El barrio del Lower East Side, donde se encontraba la casa de Bookchin, estaba entonces viviendo unabelle epoque activista. Existía una rica actividad disidente fomentada por los beatniks y la nueva contracultura, así como también gozaba de cierta actividad la Federación de Anarquistas de Nueva York. Además, Bookchin era una persona de perfil abierto y conciliador que durante su juventud había pasado de la militancia marxista al movimiento libertario y por ello pudo aglutinar a un heterodoxo grupo de militantes y pensadores.
Entre los asistentes a aquel grupo de discusión, estaba un hombre llamado Ben Morea, quien entonces (alrededor de 1966/1967) era el editor de una revista anarquista, inspirada en el dadaísmo y el surrealismo, llamada Black Mask. La publicación muy pronto contó con un pequeño grupo de seguidores muy activos que comenzaron a ser muy conocidos por sus acciones directas (8). La primera acción del grupo se produjo en octubre de 1966 cuando repartieron centenares de flyers en los que anunciaban que tenían intención de “cerrar” el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Persuadido por la publicidad de la acción, el director llamó a la policía y cuando llegaron los miembros y simpatizantes de Black Mask, acompañados de un puñado de hippies, pandilleros y anarquistas, se encontraron el museo cerrado y rodeado por una fornida barrera policial. Se habían confirmado sus intuiciones. Aquel extraño y potente estilo fue tomando en sus siguientes acciones un cuerpo propio, sagaz y sorprendente, al mismo tiempo que ahondó en la crítica ya emprendida (“El arte se ha convertido en otra herramienta del imperialismo”, dirían en Black Mask #2). Morea, tomando estas premisas básicas acerca del "grupo de afinidad", tal y como lo había definidio su amigo Bookchin, lo puso en práctica y terminó por dotarlo de un nuevo aspecto: el elemento callejero y urbano, nada más y nada menos que la pandilla callejera, profundamente revolucionaria, como célula subversiva. Un par de años después, en torno a 1968 y tras una decena de números publicados, Black Mask anunció que la revista dejaba de existir. Morea y los suyos estaban metidos en problemas legales, hostigados y perseguidos por la policía. Black Mask desapareció, Up Against the Wall, Motherfuckers! o los Motherfuckers, como comunmente se les conoció, habían surgido.
Los Motherfuckers no fueron una organización política, ni tampoco una comuna. A partir de su forma nómada de organizarse y de sumar apoyos entre los sectores del lumpen, de las pandillas callejeras y de la disidencia artística, es decir, entre toda una amplia y heterodoxa escena maldita en las antípodas de la militancia formal, forjaron la célebre idea de ser “una banda callejera con análisis político”. De este modo, un motherfucker era todo aquel que gastaba su tiempo en las actividades que el grupo proponía, que compartía todo o parte de su ideario y que, sobre todo, estaba dispuesto a dejarse deslizar hacia otra cosa distinta, profundamente distante de otros grupos contemporáneos. Resulta complicado determinar el número de personas que pasaron por las filas de los Motherfuckers. Hubo gente que iba y venía, que participaba en alguna acción puntual, pero que luego desaparecía. Existía, por supuesto, un grupo estable de motherfuckers que no superaba la decena de personas, pero sus afinidades y contactos con otros grupos y simpatizantes logró dotarlos de una gran capacidad organizativa.
Bookchin proporcionó las primeras pistas, pero Morea terminó por llevar la idea del grupo de afinidad al activismo en la metropoli. Lo realmente importante de este tipo de grupos de afinidad al estilo motherfucker, es que se asemejan mucho a las bandas urbanas. En cierta medida, si eliminamos todas esas prácticas de autoritarismo, sexismo y hegemonía que fácilmente podemos ver en el seno de la mayoría de las bandas urbanas actuales, nos quedan grupos de afinidad fuertemente cohesionados. Por tanto, la manera de actuar, de crear comunidad, entre los grupos de afinidad de la interzona es una reinterpretación de las bandas surgidas tras la Segunda Guerra Mundial, pero en un momento presente en que necesitamos estructuras informales y cambiantes, móviles y con gran capacidad de improvisación.
Las Interzonas Anarquistas están más cerca de una de las precisiones que hizo Bookchin acerca de los grupos de afinidad. De esta manera, los grupos de afinidad "pueden también crear comités de acción temporales (como los estudiantes y los obreros franceses en 1968), que coordinen tareas precisas". Este carácter puntual y efímero define a la Interzona Anarquista como un "comité de acción" que comparte plenamente la idea expresada por Faure a propósito de los "grupos de afinidad": "Los hombres que pertenecen a la misma clase, que se sienten necesariamente cercanos por una comunidad de intereses, en los cuales las mismas humillaciones, las mismas privaciones, las mismas necesidades, las mismas aspiraciones, plasman, poco a poco, un temperamento y una mentalidad más o menos idénticas; cuya existencia cotidiana está hecha de la misma servidumbre y de la misma opresión; y cuyos sueños, cada día más precisos, terminan en el mismo ideal; que deben luchar contra los mismos enemigos, que son torturados por los mismo carniceros, que se ven todos sojuzgados por la ley de los mismos patrones y todos víctimas de la rapacidad de los mismos. Estos hombres se ven inducidos, gradualmente, a pensar, a sentir, a querer, a actuar en conjunto y solidiariamente, a cumplir las mismas tareas, a asumir idéntica responsabilidad, a conducir la misma batalla" (9).
Aquellos que deseen organizarse a patir de una Interzona Anarquista ya saben lo suficiente: la acción, para existir, necesita aventurarse, en medio del intento por la realización de aquello que ya Marx definió como una “revolución radical” y que tan sólo “puede ser una revolución de necesidades radicales” (10). Pero también son tipos que aman la aventura. Carecen de brújula. A la pregunta de por qué han decidido juntarse en comités de acción temporales, la respuesta es sencilla: la necesidad de un cambio radical para hacer realidad los deseos radicales. El final de esta interzona ya lo sabemos: los deseos radicales realizados, es decir, la sociedad sin clases.
Por ello, la Interzona Anarquista supone considerar la estretagia anarquista como un manual de bricolaje, pero no como método o planificación.
Se entra y se sale de la interzona como se quiera y cuando se quiera.
La Interzona Anarquista como Manual de Bricolaje.
Evidentemente, una Interzona Anarquista no puede competir con toda una maquinaría dedicada al control y la obediencia, pero es posible pensar que se puede actuar en coordinación con un sinfín de otras Interzonas Anarquistas para amplificar sus efectos. Cada Interzona Anarquista puede tener sus propios objetivos o centrarse en determinadas áreas de acción (tecnología, urbanismo, la lucha de los sin papeles, etc.), pero su fuerza no está en su aislamiento sino en la multiplicación de actos radicales. La sucesión de actos radicales, como táctica revolucionaria, es la estrategia de las Interzonas Anarquistas, es decir, cientos de Interzonas Anarquistas multiplicando sus acciones radicales. Creemos que las revoluciones que vendrán serán el resultado de estos mismo, sobre todo porque el poder se encuentra concentrado y puesto que, a efectos prácticos, ningún sistema soporta ataques continuados desde múltiples direcciones.
El único campo de operaciones se extiende sobre el presente, porque, como dijo Spender, el futuro "es como una enterrada bomba de relojería que hace tic-tac en el presente" (11). Esto, aunque pudiera parecer lo contrario, no se refleja en los rebeldes, quienes consideran una traición bien a sí mismos o a su programa político renunciar a que en cada ocasión que se tercie se defina la sociedad sin clases que, aseguran, ya alumbra el camino. Estos discursos siempre se realizan en abstracto, tomando todos aquellos recursos literarios propios de las novelas románticas en las que siempre existe un final feliz para el desconsolado. Los discursos, expuestos en panfletos y octavillas cada vez más previsibles, se construyen siguiendo un desarrollo marcado por la literatura barata y de masas. Así, primero se plantea un problema, acusando a ciertos grupos o individuos que, según esta literatura de vanguardia, son los culpables de que aún hoy no se haya conseguido alcanzar la sociedad comunista, para seguidamente plantear una serie de propuestas casi siempre desapegadas de la realidad. El discurso concluye de una forma tramposa, porque elude la inoperancia de quien suscribe, cargando las tintas sobre un tercero y planteando un objetivo tan "radical" como inalcanzable hoy, que convierte casi por arte de magia a estos literatos en los más irreductibles. Se comienza jugando sobre hipótesis y al final la hipótesis define al grupo. Están en otro lugar, aunque sospechamos que están al mismo tiempo en ningún lugar.
También es frecuente encontrarse con otro tipo de rebelde, aquel que rechaza cualquier iniciativa o intento de trabajar sobre el terreno. La protesta al uso ya no le interesa, pero tampoco otro tipo de protesta que no sea la de escribir literatura de agitación sobre cualquier tema que se tercie, o compartir un ocio alternativo. Se siente por encima del bien y del mal, pero su ubicación estratosférica es tan sólo una coartada para su propia inoperancia. Todos estos tipos de rebeldes son escritores negros. Vanguardias que creyendo situarse en las primeras filas de una contestación que dicen anhelar están asentados en la retaguardia. Son perversiones, señuelos propios de este peor de los escenarios para la contestación donde la rebelión se expresa a través de ventriloquias de diverso cuño. Todo esto no puede conducir más que a una producción militante de literatura de estilo, que bien podría ser escrita por algún perfecto tonto pero, al mismo tiempo, capaz de memorizar todos los recursos estilísticos del género, cuya única actividad es cada cierto tiempo aparecer para repartir el previsible panfleto, hacer una acción (y, por supuesto, testimoniarla luego en internet, último y definitivo foro para voyeurs, snobs y lameculos, porque los héroes anónimos todos sabemos que no gozan de réditos) y luego… desaparecer... hasta la próxima revuelta. Sin embargo, como esta actividad no implica ningún esfuerzo, sino casi siempre una buena dosis de testosterona y militantismo, estos grupos van y vienen, pareciendo estar en todo y al mismo tiempo en ningún sitio. Sólo engañan a los recién llegados, a quienes entran en la escena radical para hacer terapia personal o aquellos otros, también muy numerosos, que acuden al asambleísmo para gozar de intrigas amorosas.
Los grupos de afinidad, tal y como los hemos entendido hasta hoy, partían de la idea de que necesariamente debía de tratarse de pequeños grupos, por cuestiones de "operatividad", aunque también de cierto secretismo. La "operatividad" tiene que ver con la toma de decisiones, ya que se parte de la idea, quizás errónea, que cuanto más pequeño es un grupo más fácil es alcanzar acuerdos. Se busca una identidad en opiniones, trabajando bajo la idea de asociarse con "iguales", con lo que el grupo se convierte en algo cerrado, hermético y autoreferencial. Una Interzona Anarquista, aún compartiendo parte de la naturaleza del grupo de afinidad, no está limitada por el número de participantes (pueden ser 3 o 4 personas, ¡pero también 3.000!).
Las Interzonas Anarquistas también podrían buscar la suma de grupos autónomos para acciones concretas, es decir, podrían crearse estructuras mínimas de coordinación entre las distintas interzonas. Como ya hemos señalado, una vez asumidos esos acuerdos de mínimos, los participantes en la interzona entrarían en cualquier punto de la intersección y saldrían o permanecerían en sus limites cuando lo deseasen (juntarse cuando ya el trabajo esta comenzado, ayudar para una acción concreta, ofrecer reflexiones o cualquier otra cosa). Las alianzas con los otros grupos tendrían la misma perdurabilidad que los acuerdos para crear el grupo de afinidad, pero resulta evidente que es necesaria y precisa esa coordinación.
Es sabido por todos aquellos que hemos participado en grupos de afinidad, que las relaciones personales entre los miembros están muchas veces presididas por discusiones interminables que a veces esconden intrigas y enfrentamientos personales. Estas situaciones, si no se solucionan, acaban por cortocircuitar y envenenar la vida del grupo. La asamblea se transforma en una extensión de la vida privada. Ese microcosmos se traslada sucesivamente del trabajo o el hogar a la asamblea. Lo efímero de las Interzonas Anarquistas (esos "comités temporales") impide estas situaciones, o al menos las limita en lo posible.
Esta miserabilidad del medio anarquista tan sólo puede generar monstruos ideológicos, decorados de cartón piedra o ejercicios de estilo. El eslógan es resultado de esto último. El hecho de que los eslóganes se multipliquen por doquier indica la ausencia de una teoría revolucionaria eficaz y contagiosa. Es cierto que el eslógan puede expresar, de forma concentrada y siempre reducida, un determinado estado de alarma, pero desde que surge resulta insuficiente sino logra servir como amplificador y multiplicador de la protesta. Pero, por otro lado, el eslogan, como subproducto discursivo generalmente en manos de la tecnología de la comunicación, es una herramienta de fácil uso para aquellos que empiezan a quemarse los dedos con la idea de destruir la sociedad de clases. El eslogan complementa un movimiento de ataque, llegando incluso a impulsarlo y surgiendo espontáneamente, pero cualquier rebelde debería ser consciente de las limitaciones del agit-prop: crea la ilusión de una contestación generalizada cuando lo que hace es vender humo. Su uso, consciente y deliberado, tan sólo puede servir como una táctica más de propaganda, pero tras una primera impresión, generalmente eufórica y optimista, el eslogan decae en la abstracción. Su engaño dura un instante, tras lo cual se debe haber sustituido por la realización sobre el terreno de lo que su mensaje contenía.
Hemos hablado de subproducto y creemos no equivocarnos cuando afirmamos que, al igual que en la producción de imágenes en la sociedad actual, en el medio radical la copia se intenta pasar como mejor y más veraz que su original. La gente ha desarrollado una increíble tendencia a cultivar el panfleto y la octavilla, pero lo que tiene de virtud el panfleto (inmediatez y agitación) es también su defecto. El panfleto y la colonización de este medio en las regulares ferias del libro anarquistas de los últimos años, son un síntoma más profundo que tiene mucho que ver con la manera en que se difunde el mensaje en la sociedad de consumo. Los periódicos gratuitos o las pantallas de televisión instaladas en el metro son otro ejemplo de la información convertida en propaganda. En este caso, se opera igual. El rebelde se escuda en una falsa coartada: al menos se leen panfletos, dice. En los ándenes del metro también se dice lo mismo: la gente al menos lee esos telegramas informativos, generalmente en manos de corporaciones que defienden intereses partidistas. Se suele decir que todo esto de los libros pertenece al terreno de los intelectuales y la falta de acción, para entregarse a la nada aunque se disfraze de acciones cada cierto tiempo que operan como rituales de militancia. Este fenómeno es hoy un subproducto de la práctica revolucionaria, cuya capacidad estriba en citar a Marx muy de vez en cuando, pero obviando que Marx se pasó media vida con la nariz metida entre los libros. Una anécdota contada por Liebknecht señala que en torno a 1848, cuando las revoluciones sacudían media Europa, tanto él como Marx "nos sentábamos en el British Museum y nos esforzábamos en prepararnos" (12). Y todo esto nos recuerda la necesidad del esfuerzo, no sólo en el medio radical, sino en la vida misma.
Aquello que las Interzonas Anarquistas persiguen es la construcción de estructuras y discursos autosuficientes, con capacidad para crecer en sus propósitos y en sus integrantes. Creemos que la mejor forma de lograr esto, sin renunciar a los objetivos últimos de cada uno, es el tejer grupos informales o coordinarse a través de redes formadas por la suma de grupos o personas que han puesto en práctica Interzonas Anarquistas. Algunos ya están tratando, aunque a otro nivel, la necesidad de crear redes anarquistas. Sin embargo, estos grupos informales de los que hablamos difieren de los tradicionales grupos de afinidad. Una Interzona Anarquista debería ser la realización sobre el terrenode acuerdos puntuales. Estos grupos, una vez concluida la alianza, desaparecerían, volviendo a surgir bajo otras identidades e integrantes.
Una diferencia fundamental entre los grupos de afinidad y las Interzonas Anarquistas está en que los primeros pueden llevar a cabo una intensa actividad interna, ya sea de reflexión y estudio o de otro tipo, mientras que los segundos son asociaciones eminentemente prácticas, es decir, se basan en la acción exterior. Por tanto, una Interzona Anarquista siempre goza de una vocación pública, pero no por ello busca la publicidad. Las Interzonas Anarquistas, sin necesidad de reconocerse como tales, existen cada día y parten de determinados momentos en que los implicados en un hecho concreto se asocian, muchas veces sin un pacto previo, y se unen con unos fines radicales que persiguen la realización de sus deseos. Por eso, es posible que diariamente se sucedan Interzonas Anarquistas en tu barrio. Y que tú ni te hayas enterado.
El espejismo de los grupos de afinidad
Los actuales grupos de afinidad están más cerca de organizaciones informales de diverso tipo, haciendo de sustitutos de las tradicionales organizaciones. En este sentido, resulta importante indicar que se otorga una prioridad a la existencia de una afinidad (política e incluso personal), al mismo tiempo que a la realidad de su existencia (un grupo), que a su carácter temporal. Con ello el grupo de afinidad está abocado a servir de sustituto a las viejas organizaciones. En el fondo, el peligro está en la sutitución de una vieja idea por una nueva, de una estructura que se tilda de obsoleta (y ciertamente lo está) por la pretendida novedad de los grupos de afinidad. Pero nada más. A la larga, los grupos de afinidad se convierten en los sustitutos de los viejos grupos, en micropartidos defensores de la Ideología, diferenciándose únicamente por una debilidad en los compromisos por parte de sus miembros. La proliferación de estos grupos de afinidad produce obligatoriamente una pobreza y miserabilidad en las actividades políticas, un refuerzo del liderazgo interno y una sumisión de la mayoría de sus miembros a las decisiones de unos pocos e incluso de uno sólo. Es decir, rechazan el anonimato y la invisibilidad y se conducen por una "cohesión voluntaria, una asociación querida, un grupo de libre elección", siguiendo a Faure.
La Interzona Anarquista carece de centro y de mando. Es un territorio donde no se reproduce la Ideología, un simple campamento base, o si se prefiere un laboratorio. Pretende ofrecer un modelo de acción común que respeta la autonomía de los distintos grupos de afinidad o de las bandas, pero, al mismo tiempo, impulsa el trabajo en común, la coordinación y el encuentro. Su noción de espacio común no es virtual sino real. Otorga la libertad perdida como consecuencia de que los grupos se han supeditado a la Ideología. Por eso, es un simple programa de mínimos, el resto es lo más abierto posible. Por esta razón, la acción se desarrolla en sus intersecciones, aquellos lugares y puntos sobre los que los grupos actúan, y allí donde cada cual entra y sale según lo desee. El repensar la interzona evita la miseria de considerar el espacio como un fin. Su solidez es una actitud o un estado mental, pero no un centro social ni un proyecto físico, necesariamente.
Otra diferencia fundamental de la Interzona Anarquista reside en su campo de actuación. El campo de actuación de los grupos de afinidad actuando y dialogando en la interzona no es el militantismo, sino el espacio de la vida cotidiana. Las luchas hoy pasan por la crítica radical, no sólo a la mercancía como tal, sino sobre todo a la mercantilización de la vida cotidiana. Si existe un momento del día en que esta crítica puede intensificarse y mostrarse cómo es dentro de las ciudades, no es en el momento del ocio, ni tampoco en el instante de las asambleas a media tarde, sino en el metro a las ocho de la mañana, paradigma de la alienación moderna. En este sentido, en Madrid un buen ejemplo de todo esto fue la lucha contra la implantación de los parquímetros en ciertos barrios o los distintos motines espontáneos sucedidos en el interior del metro. Ya en su día, el Colectivo de Trabajadores Culturales La Felguera distribuyó un panfleto titulado “Motines que hacen estallar un tren o trenes que estallan en un motín. Nechaev visitó Madrid”, y que decía lo siguiente: “[…] Las imágenes que nos conducen hacia una obligatoria vida en la escasez de estímulos positivos y de sensaciones que defiendan nuestro derecho a ser libres encuentran su mejor escenario entre el traqueteo del metro –lugar forzoso de encuentro de los indiciduos en tránsito hacia la esclavitud asalariada- y que reafirma esa saturación de imposiciones […] la chusma ha comenzado a ser consciente de que ya nunca podrá ser feliz. Ha asumido que su mayor aspiración vital pasa por una vida fragmentada, separada y de supervivencia. Ha renunciado a ser feliz, porque ya tan sólo puede pretender sentirse contenta."
No vamos aquí a enumerar todas y cada una de las luchas y de los escenarios en que las Interzonas Anarquistas pueden actuar. Damos por supuesto que se trata de una lista tan abierta como sea posible, porque, en un principio, no hay acontecimiento que no pueda ser tratado desde su radicalidad. Sin embargo, creemos que son las luchas que genera el desarrollismo la punta de lanza del resto de luchas. En la realidad de Madrid, la Cañada Real constituye un epicentro de discursos que inciden en que el capital y su expansión genera monstruos. ¿Por qué los rebeldes no están en la lucha de la Cañada Real? Con frecuencia, se dice de una forma ciertamente despreciativa que los habitantes de la Cañada son reformistas porque lo que desean es integrarse en el sistema, pero con ello se niega, al igual que en la revuelta de las banlieus francesas, las perspectivas a medio y largo plazo de una crisis de la representatitividad que suponen estos problemas con respecto a la gente y el poder. Son terrenos en los que los partidos políticos difícilmente puede incidir porque muestran maneras informales y a veces salvajes de expresarse, pero eso las hace más interesantes aún. Creemos que uno de los elementos más importantes en este tipo de luchas es la ausencia de negociadores legítimos. El diálogo se produce entre los que luchan o entre las distintas capas sociales, pero la lucha no se plantea como una diálogo desde la radicalidad con el poder.
Las Interzonas Anarquistas se expresan desde su invisibilidad. Esta invisibilidad supone carecer de centro de mando, al mismo tiempo que impide la especialización de los rebeldes y el evitar que los periodistas hagan periodismo. Con respecto a esto último, nos referimos a un fenómeno habitual entre los periodistas y servicios policiales que necesitan definir a un determinado grupo bajo un nombre que resulte reconocible. La experiencia nos dice que desde que algo se nombra entra en el terreno de lo conocido. El grupo debe estar preparado para torcer el rumbo sin previo aviso, lo que casi nunca sucede. Si ese "algo" que se nombra es un grupo radical se convierte automáticamente en identificable y, por tanto, también en controlable. La invisibilidad despierta ese saber adelantarse que resulta fundamental para no caer en la especialización de la actividad radical. Pese a ello, somos conscientes de que bajo la excusa de una supuesta invisibilidad esos grupos que se autodenominan "Comités Invisibles" (por poner un ejemplo, refiriéndonos en concreto al caso de Tiqqun), finalmente se convierten en perfectamente visibles y controlables, tal y como los acontecimientos de los últimos años han puesto en evidencia. Se trata de jugar en dos bandos, predicando una supuesta invisibilidad y al mismo tiempo teniendo un nombre y unas identidades fácilmente identificables, algo que consideramos un error.
El carácter cambiante de las Interzonas Anarquistas favorece la no especialización del activista, que ve en la experiencia pasada un inmenso y rico manual de bricolaje. Para aquellos que centran todo su discurso en la violencia, tan sólo podemos reafirmarnos en la idea expresada por Hannah Arendt, que acertadamente afirmó que "la violencia no promueve causas, ni la historia ni la revolución, ni el progreso ni la reacción, pero puede servir para dramatizar agravios y llevarlos a la atención pública" (13). Las Interzonas Anarquistas comparten un interés por evitar la profesionalización, especialmente en la violencia. De este modo, y como ya hemos señalado, sus miembros están capacitados para diversas tareas y para adoptar, según la situación lo exija, diferentes tácticas. No resulta extraño que en algún momento, como táctica puntual, incluso puedan fomentar el contrasentido dadaísta o la deliberada confusión. Pero esta postura, precisamente por lo señalado ya antes, para evitar su especialización y su perversión en esteticismo, debe desaparecer tan pronto como se espere su repetición.
Una interzona, por definición, es un desorden aparente. Ese desorden aparente, lejos de ser un obstáculo, es un elemento invasor. La Interzona Anarquista contribuye a no reproducir la Ideología porque quiere destruir el código. Juega y se hace fuerte en su deliberada ambigüedad, en la cual un escritor (como Burroughs, por ejemplo) se convierte en un líder guerrillero pero donde, al mismo tiempo, el líder guerrillero también es capaz de escribir brillantemente o de quemarse los dedos con todo tipo de actividades.
Todo este trabajo negativo y destructivo que queda por hacer reside en organizar este aparente caos, es decir, en sacar el máximo rendimiento posible al desorden.
No existen recetas mágicas. Tampoco se trata de un ejercicio sencillo. Hace falta esfuerzo y generosidad. Si la habilidad de esta época es la de reinvertarse a sí misma, vistiendo en numerosas ocasiones viejas ropas, las Interzonas Anarquistas ponen a prueba nuestra estado de alarma y, por supuesto, nuestra habilidad.
Colectivo de Trabajadores Culturales La Felguera,
Febrero de 2011.
Notas:
(1) TS Eliot, La Tierra Baldía, "Lo que dijo el trueno". Alianza 1978, pag. 91.
(2) Existen muchos ejemplos de obras en las que Burroughs haya hecho uso de su idea de "interzona". Sin embargo, comenzó a desarrollarla en la época en que trabajaba en torno a El almuerzo desnudo. Nova Express o La Máquina Blanda, entre otras, también deben su estructura a la "interzona".
(3) Un magnífico texto en torno a la idea de "laberinto" es el de Jakue Pascual y Alberto Peñalba, El laberinto como frontera en la ciencia ficción de William Gibson, y que puede consultarse en internet:http://anarkherria.com/orriak/Gibson.html.
(4) William Gibson, Monalisa acelerada, Minotauro, 1992, pag. 60.
(5) William Gibson, Luz virtual. Minotauro, 1994, pag. 104.
(6) Enciclopedia Anarquica, citado por L.M.V (Interrogatios), "Los grupos de afinidad", pag. 44-47,Bicicleta num. 11, 1977.
(7) La definición de Bookchin sobre los “grupos de afinidad” también puede leerse en el artículo de L.M.V (Interrogatios), "Los grupos de afinidad", pag. 44-47, Bicicleta num. 11, 1977.
(8) Para un estudio más completo de la historia y trayectoria de Black Mask/Motherfuckers, verMotherfuckers! de los veranos del amor al amor armado (La Felguera Editores, 2009).
(9) Citado por L.M.V (Interrogatios), "Los grupos de afinidad", pag. 44-47, Bicicleta num. 11, 1977.
(10) Karl Marx, Los anales franco-alemanes.
(11) Stephen Spender, The Year of the Young Rebels, 1969.
(12) Barrows Dunham, Héroes y herejes a partir del renacimiento, Libro de Enlace, 1969, pag 177.
(13) Hannah Arendt, Sobre la violencia. Alianza, 2005.
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